Teresa Zerón sobre boxeadores, bares y crónicas
Teresa es cronista, fotógrafa y restaurantera. Vive en Barcelona, donde escribe y dirige su propio bar, La otra esquina. Hablamos sobre boxeo, comida, hábitos de escritura, la jerga española, ser michoacana, boxeo, escribir crónica y aprender de los maestros. Pueden escuchar la entrevista en Apple o Spotify También pueden leerla aquí abajo. La transcripción viene de un software y puede tener errores.
RLC: Teresa Zerón, gracias por estar en el podcast.
TZ: Gracias por invitarme.
RLC: ¿Qué es lo que más te gusta del box?
TZ: Uff… Hay una frase que siempre me ha acompañado toda mi vida y me la enseñó el hombre que ha sido como mi mentor en el mundo del boxeo, Rubén Carmona, el gran Rubén Carmona, y él siempre me decía que no olvidara que el golpe que me tumba es el que no veo. Y creo que eso simplemente resume la esencia del boxeo. Yo soy una persona que me he caído muchísimas veces y lo que más creo que es importante de caer es el volverse a parar, pero no solamente cómo te paras, sino para qué te paras. También siento que el boxeo refleja la vida. Cada paso que damos estamos como al borde de no dar otro más, y pues al final vamos a caer a la lona y no hay de otra, así que para mí el boxeo siempre ha sido realmente lo que rige mucho… Sobre todo yo, ahí encontré como un eje que le daba mucho sentido a mi trabajo y no solamente a mi trabajo, pero para mí, porque yo descubría cosas de mí a través de los demás que yo creía que era indispensable contar y que creía que los demás también podían aprender. Si te das cuenta y sigues mi trabajo, yo me he fijado mucho en los oficios de la gente. A mí como que siempre me llamó la atención que muchas veces uno va caminando por la calle y dices “ve a ese wey, es un idiota, es un…” no sé, como que la gente ve pero no observa, oye pero no escucha, entonces yo siempre como que intenté encontrar que cada uno de esos que podía parecer un cobarde pues realmente hay una historia de valentía detrás de ellos. Y poco a poco, así pues, me fui encontrando con el mundo del boxeo. Bueno, a ver, también yo practicaba boxeo, dejé de practicarlo hace un par de años porque me embaracé y ya con mi hija pequeña pues era un poco más difícil, y cuando estaba embarazada pues obviamente el doctor me decía “Teresa, ahora no es momento de que hagas deportes de impacto”, entonces pues ya ahí me tuve que separar un poquito. De hecho, ahora he estado volviendo como a todo ese mundo, lo cual me emociona mucho y a mi hija le encanta el boxeo.
RLC: ¿Cuáles son las ficciones…? Pueden ser novelas o pueden ser películas sobre… Tú le dices boxeo, yo le digo box, yo creo que tú tienes razón, pero sobre el box, ¿cuáles son tus ficciones favoritas?
TZ: Bueno, a ver. Ricardo Garibay, por favor, el gran cronista de boxeo de México. Y muchos te dirán que es crónica, pero yo alguna vez me senté a platicar con un hombre que fue muy amigo de Ricardo Garibay y un día le pregunté, le dije “oye, ¿y cómo trabajaba Ricardo Garibay sus crónicas?” Porque yo veía que tenía muchos detalles y yo ahí era bastante más joven y había empezado, a veces en algunas entrevistas utilizaba una grabadora de audio. Cuando me senté con este hombre le dije “oye, ¿y cómo le hacía Ricardo para recordar tantos detalles?” Y me encantó porque se voltea y me dice “pues era un mentiroso profesional, sí, yo creo que varias de las crónicas que leíste, él ni siquiera fue a ese lugar o estuvo allá”. Y escuché eso y dije “tiene razón”. A partir de eso justo dije “creo que vamos a mandar al congelador a la grabadora”. Y desde entonces prácticamente nunca la he utilizado. Muy poco grabo cosas, y cuando las he grabado sobre todo las uso más bien para darme pistas a mí de cosas visuales que quiero acordarme después en el texto, entonces más bien estoy grabando y a veces ni siquiera escuchas a la otra persona y soy yo diciendo así como “acuérdate del cuadro que está en la esquina, que tiene una flor caída”, no sé, cualquier tontería, pero me voy acordando de eso, entonces más bien son como pistas para mí. Bueno, Joyce Carol Oates, que es una mujer, una escritora de Estados Unidos, muy famosa por su trabajo de boxeo también. Y aunque no lo creas, una vez me regalaron un libro que es muy famoso por la historia de Million Dollar Baby que llevó al cine Clint Eastwood. Y debo confesar que yo no he visto la película, y esto no lo debería decir, pero sí he leído el cuento. Es un cuento que viene en una compilación, en inglés, si no me equivoco, el libro se titula Rope Burns, que es un título precioso, que si lo traduciría sería como Las cuerdas queman, y es una compilación de muchísimos cuentos de un hombre que cree que entra al mundo del boxeo cuando ya es mayor, debe estar a finales de sus treintas, por ahí, y entra sobre todo como entrenador. Y son las historias que él va viviendo en los gimnasios, así como algunas que le van contando en los gimnasios, y me pareció maravilloso ese libro también, y creo que es una de las historias de boxeo más bonitas que hay. Ese libro… Bueno, el cuento de Million Dollar Baby es precioso. Me gustó tanto cuando lo leí y me conmovió tanto que ni siquiera quise ver la película. O sea, ya preferí imaginarme a todos como se quedaron en mi cabeza y ya. ¿Y qué más he leído? He leído muchas más cositas, o sea, cosas más cortas de boxeo que me han gustado. Yo tengo un problema. A mí me gusta mucho leer, pero yo empiezo a leer y automáticamente me pongo a escribir. Entonces haz de cuenta de que empiezo a leer y no sé por qué digo “no, no, uff”, Y me vienen ideas y haz de cuenta de que volteo el libro y me pongo a escribir en la parte de atrás. También soy una persona que los libros los hago míos, entonces me pongo a escribir y de hecho tengo muchos cuentos que he escrito a partir de que empiezo a leer un libro y no tiene nada que ver el cuento que escribo, pero me genera algo en la cabeza que me pongo a escribir. Definitivamente me encanta escribir y me encanta leer, pero me gana más el ponerme a escribir. Uno de mis amigos es músico y siempre nos reíamos porque un día llegué con él y le dije “¿escuchaste este disco increíble de tal banda?”, no me acuerdo de cuál era, y se voltea y me dice “no, Teresa, no te confundas, yo no soy melómano, yo soy compositor”, entonces también nos reíamos de esto. Yo le decía es que me pasa algo similar porque siempre he… Sobre todo, bueno, cuando he formado parte como de de juntas editoriales que de repente empezaban a hablar de autores y de mil cosas, y yo era la típica que conocía la mitad, entonces me ponía, según yo, dizque a tratar de leer y saber un poco más, porque pues yo no vengo de este mundo donde tengo una maestría y un doctorado ni… O sea, a los siete años puse un letrero en la puerta de mi cuarto a mi madre que decía “la escuela es nociva para la salud de los niños” y siempre intenté como yo aprender, y decía que cómo me iban a meter en un cuarto cuando vivía en el campus más maravilloso del mundo, que era una ciudad, que ahí encuentras todo mientras lo quieras buscar y pues bueno, entonces yo intentaba siempre eso, pero al final me acaban ganando las ganas de simplemente inventarme algo porque me gusta inventar cosas.
RLC: ¿Quién es tu boxeador favorito?
TZ: ¿Quién…? Rubén Carmona. No, no, yo no soy muy seguidora de los boxeadores mainstream. Veré algunas de sus peleas, pero en particular el boxeo como más mainstream nunca ha sido el objeto de mi trabajo. Yo me he dedicado más bien a seguir a jóvenes boxeadores que están activos en los gimnasios y que todavía la idea de ganar un título mundial o un título muy grande, es todavía un sueño. O sea, todavía no lo he logrado. Yo jamás te escribiría de Floyd Mayweather, jamás. Esas no son exactamente como las historias que yo busco. A ver, igual puedo hacerte una ficción basada en un personaje similar, pero cuando yo trato de hacer crónicas donde quiero, donde hay cosas que quiero contar porque a mí me mueven y simplemente es algo que quiero decirle al mundo, siempre intento buscar gente como muy real, con la que yo empatizo, con la que yo me veo ahí y con los que también yo siento que puedo llegar a una comunicación muy fácil y muy fluida. Yo por lo general no hago una entrevista con una persona y ya. Aunque el texto sea corto, yo llevo relaciones muy largas con mi sujeto, si lo quieres poner así, aunque suena horrible. Tengo una crónica que escribí sobre Santa Martha Acatitla. La titulé Ciudad Pus, creo que luego me cambiaron el título y dice Crónica de Santa Martha, porque como mis títulos luego no son muy comerciales, me los cambian. Pero para escribir esa crónica yo fui seis meses al penal, ¿sabes? O sea, durante seis meses iba cada semana, pasaba dos o tres horas en el penal, y a partir de eso, para poder lograr esa confianza, para que me contaran eso que yo creía que es lo que por lo general está entre líneas, pues fue el tiempo que me tomó. Y así pues otras muchísimas historias. De hecho yo luego les bromeaba, les decía que mis historias son un poquito al estilo Garibaldi, entre ficción y no, aunque algunas sean como pues sí, como muy periodísticas, como muy de periodismo, pero también tiene ahí como mucha mano mágica de otras cosas.
RLC: Si voy a México en los próximos meses, una de mis paradas obligadas…
TZ: Alto, alto, alto. Sí hay un boxeador que ha sido muy importante en mi vida, yo nunca lo conocí, pero de hecho… Bueno, yo tengo, así como me gusta inventar historias desde otros lados, yo tengo un bar porque los bares son hervideros de historias, entonces me divierto muchísimo y de ahí saco mil cosas también. De hecho mi bar, cuando comencé este proyecto en México, que fue hace muchos años, el de México ya no es mío, lo tuve que traspasar en la pandemia, pero siempre lo que ha sido la esencia de ese lugar, y yo siempre dije, es que ha sido un pequeño altar a Rodolfo el Chango Casanova, que es uno de los boxeadores más importantes de los años del boxeo mexicano. Él, no sé si lo conozcas, tiene una historia de triunfo maravillosa y también de una desolación y tristeza brutal. Yo creo que Rodolfo el Chango Casanova representa para mí algo muy importante que son los grandes ídolos perdidos de los barrios. Cuando uno rasca las historias del barrio siempre llega a estos personajes que simplemente igual y hoy no quedan, que no permearon hasta nuestra memoria, pero que en su momento fueron los grandes forjadores de la historia de hoy. Y él yo creo que es prácticamente uno de los que son los cimientos del boxeo de hoy, tanto de México como del mundo. O sea, gracias a Rodolfo Casanova tanto se construyeron las grandes arenas como es uno de los primeros que hace que la gente vaya a pagar por ir a ver un deporte, algo que no se veía, que la gente del pueblo diga “yo voy a gastar en ir a ver a un deportista”, pues era algo que llamaba la atención en ese momento y lo logró. Él también representa a los hijos de la Revolución y como decían, para esa generación no tener cicatrices era una vergüenza y él era eso. Y para mí eso como que fue algo con lo que yo me identifiqué mucho con él por una etapa de mi vida en la que estaba pasando y pues como que desde entonces es un personaje al que le dediqué yo creo que como dos años de mi vida. Fui a todos los rincones que te puedas imaginar de la Ciudad de México a tratar de encontrar su historia. Me amenazaron en Tepito, casi me golpean, tuvo que salir otra pandilla a defenderme, me ha pasado de todo. Y lo más bonito es que después de todo eso que busqué y traté de encontrar a ese personaje que estaba perdido pero en la memoria de pocos y en el archivo de muchos, porque te vas al Archivo General de la Nación y ahí sí hay algunas cosas, había muchas referencias a él, pero no lograba encontrar a alguien que lo conociera, que hubiera convivido con él, eso fue prácticamente imposible. Encontré a una persona nada más que lo había conocido cuando él había estado encerrado en La Castañeda, el manicomio de esa época, donde están ahora las torres de Mixcoac, y esa persona lo poco que me pudo decir también era casi nada, pero me acuerdo que me dijeron muy bien, y eso sí fue un momento en el que me dijeron “busca su tumba”, él está enterrado en un pequeño panteón que está ahí también en Mixcoac, al que le llaman El Panteón de los olvidados. Y me dijeron “si hay flores frescas…” Ese fue un consejo que me dieron y me encantó, “si hay flores frescas quiere decir que hay un familiar.” Y cuando llegué por fin a la tumba después de que me costó muchísimo, porque obviamente ahí en la noche se meten los drogadictos y se roban todo lo que tenga metal o lo que sea que puedan robar, entonces la tumba estaba saqueada, arrancada, destruida, pero lo único que había era un ramo de flores, pero eran unas siemprevivas y yo dije “no hay ni un familiar aquí”, pero fue bonito porque Rodolfo el Chango Casanova creo que me acercó más a mi historia y a mi historia de relación con el boxeo.
RLC: ¿Cuál es la característica esencial de Barcelona?
TZ: Barcelona es muy duro, no es fácil. Yo creo que Barcelona ha cambiado mucho en los años que he vivido aquí. Cuando llegué me encontré con una ciudad de gente como muy… Pues yo te diría que muy egoísta. Había gente muy cerrada y a mí me costó muchísimo trabajo adaptarme a Barcelona, más como migrante. La condición de ser migrante es difícil en cualquier lugar donde estés y más, yo creo, que era una sociedad así, donde llevaba muchos años en los que estaban, al menos el mundo catalán estaba como muy aferrado a como su ciudad, sus raíces, sus costumbres, y que viniera gente de fuera a tratar de como quitarles lo que era de ellos… Que a ver, se entiende desde el punto de vista en el que dices que toda la parte histórica, el franquismo, etcétera pues bueno, termina en que tengan un poco esta actitud así como de frenarte, pero no de frenar a cualquiera, sino de frenar como al extranjero. Yo trataba de acercarme a la gente y como que marcaban su línea muy fácil. Claro, cuando te encuentras con otro migrante es muy distinto. De hecho me pasó un día que salí a la calle. Yo tengo un perro que se llama Totopo, que adoro. Ya es un poco mayor, pero bueno. Y un día salió a la calle y Totopo empezó a oler a otro perro y yo le sonreí, yo vivo en un barrio bastante catalán, y yo le sonreí a la señora que lo llevaba y se voltea y me dice “¿y a ti qué te pasa?” Yo creo que me quedé así como que no sé, tenía una sonrisa. O sea, yo siento que si le sonrío al mundo, el mundo me sonríe. Y dije “bueno”, y me quedé un poco shockeada, dije “que raro”, porque no era la primera vez que vivía como un comentario así como de “mantén tu distancia, no te acerques”, cosa a la que no estoy acostumbrada, pero bueno, uno se adapta y se acostumbra a todo. Y en eso me encontré unas amigas catalanas, personas con las que en ese momento trabajaba y les conté y les dije “no puedo creer lo que me pasó”, y se ríen y me dicen “a ver, es que honestamente, ¿a ti qué te pasa?, nosotros no salimos a sonreír a un desconocido”. Y dije “bueno, tienes razón, son costumbres distintas”. Y en eso pasó el confinamiento, aquí sí nos tuvieron absolutamente confinados. No podíamos salir ni a 50 metros, estaba la policía y te multaba. Y creo que cuando dejó de entrar el turismo y de repente todos los catalanes, por decir la gente que vive en Barcelona, vio a su alrededor y se dio cuenta de que no, o sea, que todos somos Barcelona, que tal vez el que tú decías “mira, ahí está el no sé quién o ese no sé qué que no son de aquí, el guiri”. De repente voltearon, abrieron los ojos y se dieron cuenta que todos, que yo también soy Barcelona y que el paki es Barcelona y que el guiri es Barcelona y si no somos todos nosotros, Barcelona no es nada. Entonces yo creo que ahí hubo un cambio. Yo creo que la Barcelona a la que yo llegué a la Barcelona en la que estoy ahora es bastante distinta. Yo creo que hasta para mejor, la verdad. Igual y también es que llevo más tiempo y me he acostumbrado e igual y yo ahora soy como ellos y cuando alguien me sonríe les digo “¿y a ti qué te pasa?”
RLC: ¿Cuáles son tus palabras favoritas del slang español?
TZ: Ostras, flipar. Me muero con flipar. Pillar, me encanta la palabra pillar. ¿Qué otra me gusta? Esas me encantan. Ordenador creo que es la palabra que más odio, había que sacar la antítesis. Joder, tío.
RLC: ¿Hay palabras mexicanas que te gustaría que los españoles adoptaran?
TZ: Todas. O sea, a mí me encantaría que entendieran perfecto. Sobre todo cuando les dices “no andes chingando, cabrón”, que nunca entienden, no entienden. O les dices “no mames wey”, no entienden, pero son chistosos porque luego algunos sí también les gusta hacer la broma de como que imitarnos porque siempre les gusta imitar a los mexicanos.
RLC: ¿Qué parte de tu temperamento dirías que es más michoacano?
TZ: Todo. Yo crecí en Michoacán. Yo no nací en Michoacán. Yo nací en Inglaterra, pero no soy inglesa. Nací en la ciudad de Cambridge y de pequeña mis padres me llevaron a… Me fui de Cambridge a Ziracuaretiro, Michoacán. O sea, como dicen, el pueblo o la zona donde termina el frío y empieza el calor. Es balcón a tierra caliente. Es un pequeño pueblecito que está antes de llegar a Uruapan, donde hay un chingo de alacranes y donde los guamazos se ponen chingones. Cuando la tierra se calienta de verdad, todos tienen que salir corriendo. Y después ya me mudé. Creo que pasé muy, muy poco tiempo en la Ciudad de México en lo que nos mudamos a Morelia. De ahí crecí en Morelia hasta los 13 años que mis papás me mandaron a un internado a Inglaterra. Y ya después volví a mudar a la Ciudad de México. Es como la parte cuando era más chica y yo creo que totalmente mi temperamento es michoacano. O sea, yo hablo así porque crecí en la calle, en la tiendita de la esquina de mi casa, con mis dos mejores amigas a las que veía, y aparte pues sí crecimos al final de cuentas en un lugar donde violencia había, pero para nosotros nunca nos iba a hacer nada. Entonces yo creo que de ahí pues que la verdad hay muchísimas cosas que como que no me dan miedo, al contrario. O sea, si estoy metida en ciertos ambientes, me siento bien. Cuando más bien me sacan un ambiente así como muy, otra palabra buena española, muy pijilla, muy fresa, ahí es donde más bien luego como que me como que me saco de pedo. Y eso que luego ya también fui a la universidad un poco más fresa, pero como que siempre me gustó más pasar el día en la calle, como en el barrio. Es más, cuando debo haber tenido como unos diez, once años, pues mis primas vivían en la Ciudad de México, entonces siempre iba a verlas. Claro que cuando eres más chiquito pues hay cosas que ni valoras tanto, y cuando llegaba ya cuando tenía diez, once años, yo me acuerdo que llegaba a la Ciudad de México y lo primero que les preguntaba a mis primas era cómo podían vivir en un lugar así donde ellas no pueden abrir la puerta y salir solas a la calle o simplemente hacer lo que quisieran hacer. O sea, yo con Ale, por ejemplo, era como de un día “oye, ¿por qué no vamos al establo de junto y compramos leche bronca y hacemos nuestro primer negocio de mantequilla?”, porque habíamos ido a un curso en Erongarícuaro, Michoacán donde nos habían enseñado a hacer lácteos. Entonces íbamos y así empezábamos nuestro supuesto primer negocio a los ocho años, pero nos íbamos solas. O sea, yo le hablaba sola por teléfono y le decía “te veo en la esquina”, abría y cerraba la puerta de mi casa, íbamos a buscar la leche bronca, y siempre sabíamos que en la casa de allá vivía un narco, que el de allá tenía tigres, luego nos íbamos y nos asomábamos a ver los tigres de los narcos, pero son cosas que están ya como en tu vida, ¿no? No sé. O sea, yo después que me dedicaba a hacer pura crónica de calle pues no me sentía en ninguna forma como fuera de mi lugar, simplemente estaba en las calles, entonces ya sabía que en la calle el miedo no huele, apesta. Y si lo hubiese sí lo reconocen los buitres, entonces hay que tener cuidado.
RLC: ¿Cuál es el número óptimo de vasitos de charanda que uno debe tomar en una sobremesa michoacana?
TZ: Puta, yo creo que depende. ¿Antes, durante o después de comer?
RLC: No, después de comer. Ya comiste, estás en la sobremesa, apenas está echándose para atrás el anfitrión…
TZ: A ver, a mí me gusta mucho la charanda y yo me puedo... Es que es fuerte la charanda. Unos tres. Ya a la cuarta creo que ya perdiste el horizonte.
RLC: ¿Crees que a la charanda le pueda pasar en algún momento lo que le pasó al mezcal?
TZ: Mmmm. No sé y no creo. O sea, debería pasarle pero yo entiendo… Por lo que tengo entendido, la charanda tiene denominación de origen, o al menos hasta donde yo me quedé se estaba consiguiendo la denominación de origen y es una zona muy, muy muy pequeña en Michoacán. O sea porque Michoacán es tierra charanda pero charanda por el color charanda, entonces la charanda se le llama… Pero la charanda es un ron más o menos porque es de caña, o sea, es un aguardiente de caña, pero es buenísima. Yo creo que en calidad es una de las bebidas… Ahora, es muy fuerte, ¿no? Por eso es que con cuidado, pero pues es una bebida aparte que se hace con la caña de esa zona que cuenta con unas características muy particulares. Justo esta zona de la que estamos hablando, cerca de Ziracuaretiro, por Uruapan, por ahí, esa es la zona de la charanda, y lo que sucede es que esa zona que digo que es balcón a tierra caliente, la parte alta que viene de la meseta purépecha y todo eso es zona volcánica, entonces toda el agua que pasa por ahí se filtra y es el agua que se utiliza en esa zona para el riego de la charanda, entonces todo eso es lo que le da como ciertas propiedades a que la caña de esa zona sea de esa calidad y por la cual se hace la charanda. A ver, esa es la historia que yo me sé de Michoacán. Seguramente llega un historiador y dice que soy una mentirosa, pero bueno, al final de cuentas también las leyendas son bonitas.
RLC: Cuando vas a México, ¿qué son las cosas que haces sí o sí, los lugares que visitas, las personas a las que ves, lo que quieres comer?
TZ: Bueno, lo primero que hago es un taco de nopal. No hay nada en mi vida que me guste más que el nopal. Amo los nopales. Siempre he dicho que soy nopalera. O sea, amo el nopal. Entonces llego y lo primero que me echo son mis nopalitos, antes que mi taquito al pastor, mis nopalitos. Después me echo una michelada así como de dos litros así porque me mata la michelada, creo que es la reina de la coctelería en México y el mundo, me fascina, creo que es la bebida más perfecta que existe. Cuando bebo michelada hasta me hago creyente, algo raro me pasa. Y después le hablo a mi banda y nos vemos. Yo soy muy amiguera, me encanta tener amigos, entonces a todos lados que llego intento ahí cotorrear y tengo un grupo de amigos muy bonito en México, entonces siempre los veo. Bueno también cuando voy… Yo tengo una relación muy cercana con amigos que son músicos, entonces también siempre llegando pues me voy a los estudios con ellos porque yo mucho tiempo me dediqué a la radio, entonces el trabajo de estudio es algo que siempre me ha acompañado y me gusta. De hecho escribo mucho porque yo escribía también muchos guiones de radio, hago eso. ¿Alguna otra cosa especial que haga? A ver, siempre me fascina cuando llego ese camino del aeropuerto a mi casa, donde veo que simplemente los espectaculares siempre son los mismos, entonces cuando llego siempre me siento en casa porque nada ha cambiado, solo veo que mis amigos se van mudando de zonas en la ciudad. Y tristemente lo que sí me ha pasado las últimas veces es que cada vez veo más fea la Roma y la Condesa, no sé por qué, y menos quiero estar ahí. De hecho, al contrario, como que disfruto otras zonas nuevas de la Ciudad de México. Antes me movía mucho por ahí porque mis amigos vivían mucho por ahí y se movían mucho por ahí. Yo vivía en la colonia Juárez, pero me iba yendo hacia allá, pero ahora cada vez que voy como que me gusta menos. Me gusta más intentar ir a lugares que nada que ver.
RLC: ¿Qué piensas de la idea del artista torturado? Como que la única forma de crear y de lograr encontrarte con las musas es tener una vida muy dura y muy triste y con unas condiciones físicas terribles.
TZ: Pues a ver, el estereotipo del artista torturado, pues no sé, como que nunca lo... Pero lo que sí creo es que a veces cuando uno toca fondo o hay algo que te duele o te lastima, pues a veces te genera crear otras cosas. O sea, definitivamente creo que el dolor y el miedo también son chispas de creación. Sí no creo en el latigazo. ¿Me explico? Eso de “ay pobre de mí, estoy aquí valiendo pito, entonces escribo poesía”. No sé, me parece un poquito obsoleto. Es más, me parece un poquito así como lo que estábamos diciendo en otro contexto, pero de que más a veces creo que son como nada más justificaciones para tratar de venderte como algo más. A ver, bueno, igual hay gente que le ha funcionado, es que... Pues no sé, no sé, como que nunca me fijo mucho en eso. O sea, sí veo que hay mucha gente que se disfraza de eso, pero bueno, igual algunos, no sé, cortarse las venas les sirve de inspiración. A ver, yo sí han habido momentos en los que estoy muy triste o tengo algún problema y a partir de eso, a veces generar ficción me ayuda como para yo ya no sentir eso, o a veces pues sí, algo que igual no debería hacer, pero a veces alguien me enoja tanto, pero tanto, tanto y me cae tan mal que invento historias en las que luego así les llegan unos cuantos golpes o cuchillazos o lo que sea necesario y me deshago de ellos en la ficción. Y entonces ya cada vez que los veo en la vida real les sonrío como de “ya me caes hasta bien, wey”, pero es un poco como también para yo reírme a veces de los sentimientos que tengo con otras personas.
RLC: ¿Cómo escribes? ¿Tienes tienes una Olivetti heredada o escribes a mano en un cuaderno negro o no eres tan hipster?
TZ: He pasado por todo, por todo. Siempre he escrito por una u otra razón para distintas cosas. Pero hubo un día que sí me encontré pues así como sin absolutamente… Creo que no tenía un peso, tenía que pagar la renta, no tenía una cámara para poderme vender como fotógrafa, que en ese momento había estado haciendo como asistente de fotógrafo. Había estado también editando video, pero ya no trabajaba con alguien que me diera una pinche computadora increíble, tenía una computadora súper culebra y dije “¿qué hago? Tengo una pluma y un papel. Pues escribir wey”. Me puse a buscar. Dije “tengo que vender lo más básico de mí, o sea, lo que puedo hacer”, porque inventar historias no me cuesta tanto trabajo. Lo hago fácil y me gusta. Y escribir... O sea, yo siempre he creído que mientras tengas algo que contar, el punto y la coma valen madres. O sea, eso se arregla después. Hay gente cuyo oficio es poner puntos y comas, y el estilo literario se va creando con el tiempo, tú lo vas trabajando y también así vas descubriendo cómo te gusta contar las cosas, no solamente lo que quieres contar, sino cómo lo quieres contar. Y ahora sí que me empecé a vender como escritora y como investigadora, y obviamente los primeros que me contrataron fueron los de un blog para escribir para bajar de peso, entonces, al principio era una mentirosa profesional que escribía a mujeres para bajar de peso, entonces yo les escribía como si fuera nutrióloga y les ponía que convenía y que no convenía y que si el plátano, que si la sandía, no sé, pero hasta eso me divertía. Yo decía “es que es un gran reto porque tengo que hacer un texto que me quieran leer”. De hecho, yo trabajaba para una empresa que era una farmacéutica, pero ellos tenían un proyecto de un blog y necesitaban un escritor, pero bueno, lo primero que hice es que dije “o sea, si quiero escribir tengo que generar…” O sea, uno no se hace escritor así nada más, es un oficio. Entonces dije que lo primero que tengo que hacer es sentarme a escribir y escribir lo que sea, escribirlo bien y que me guste y yo saber, justo lo que te decía, tener algo que contar de lo que sea, y me parecía que era un muy buen reto. Entonces ahí empecé obviamente a generar no lo voy a llamar el oficio, pero sí el hábito, porque el oficio ya sería un siguiente paso cuando ya lo tienes un poquito más maniobrado y ya tienes… Entonces ahí me empecé a generar un hábito y después dije “tengo que luchar contra el escribir y borrar, escribir y borrar”, porque siempre cuando empiezas a escribir tienes como esta duda de “empiezo bien, no empiezo bien, esto es lo que hay que decir, está mal escrito” y dije “no, tengo que quitar eso de encima, o sea, me tengo que quitar de encima la escuela”. Lo que hice fue que me encontré que hace mucho tiempo me habían regalado una máquina de escribir, de hecho, creo que sí es Olivetti, no sé si es Olivetti. Y dije “voy a empezar a escribir historias pero en máquina de escribir, porque entonces de esa forma yo voy a encontrar algo que es básico en la literatura”, que no solamente uno… No solamente el dudar, sino lo que yo quería era sacar una historia, pero sacar una historia para que vaya fluyendo tiene que tener la esencia más básica de todo, que es el ritmo, y el ritmo está en el oído. O sea, vamos a revisar otra cosa que es mi formación de radio, pero a mí me pasaban, o sea, aparte de escribir para radio, yo grababa, y el mayor problema que tenían los textos que me daban era el ritmo, y yo cambiaba los textos porque como yo los leía, yo me daba cuenta de que no tenían ritmo. Entonces, cuando me senté y empecé a hacer esos primeros ejercicios en una máquina de escribir, lo primero que logré encontrar o descubrir fue mi propio ritmo como escritora. Y desde entonces, siempre que escribo, escribo con el oído. Aunque la historia salga, digamos, de mis entrañas, el ritmo sale de mi oído. Pero para llegar a ese ritmo, lo de la máquina de escribir que te digo que funciona a diferencia de una compu, de un ordenador o una pinche computadora, es que cuando estás escribiendo en la computadora, como es tan fácil borrar, vuelves a empezar y en el otro no, ya no puedes borrar, tienes que seguir, entonces sigues y sigues y sigues. Y al forzarte a seguir llega un momento que simplemente es como algo, como una chispa mágica, y entonces ya simplemente entraste en ese ritmo y ya la historia solita empieza a salir y se empieza a contar. Pero bueno, yo empecé a hacer eso y así escribía. Después ya dejé la máquina de escribir y después… A mí me encanta escribir a mano. Yo escribo muchísimo a mano, pero no escribo en una libreta Moleskine, negra, divina, no, me compro cualquier libretita que tenga líneas porque me siento un poco más cómoda, porque yo escribo bastante chueco y medio feo, entonces, si no, nada más empiezo a hacer anotaciones. Escribo también muchísimo en mi celular. He escrito crónicas enteras en mi celular porque también escribo a horas muy extrañas. Yo soy una persona que duerme muy bien, pero muchas veces cuando estoy escribiendo una historia, de repente a media noche, así en mis sueños, pum, me levanto y digo “esto es lo que sigue”. Y a veces agarro el celular y lo escribo y luego ya como que lo voy moviendo de lado a lado. ¿Sabes dónde escribía muchísimo? Últimamente lo he dejado de hacer, pero eso fue un ejercicio que hice mucho tiempo y me divertía muchísimo, sobre todo en la Ciudad de México, porque viajaba mucho. Desde hace muchísimos años decidí que ya no quería volver a usar un automóvil a menos que fuera realmente necesario, yo intento que a donde tenga que llegar, en bicicleta, de ahí la siguiente opción es transporte público y si no llego de esa forma no tengo por que estar ahí. Entonces usaba mucho el metro y las distancias de metro en México son largas, seis paradas, pero el suficiente tiempo como para que tú puedas tener a tu alrededor todos los elementos necesarios para inventar una historia, pero también tienes un tiempo. Entonces yo agarraba y decía “voy a subir en esta estación y para cuando llegue a tal tengo que haber escrito un cuento que suceda en este vagón con la gente que está a mi alrededor.” Y así inventaba historias, me sentaba y decía “tengo cinco estaciones. Invéntate un conflicto. Pum, pum, pum.” Y empecé a inventar. “Invéntate este personaje. ¿Cómo será? ¿Cómo pensará? ¿Qué es? ¿De dónde vendrá?”. O a veces lo que hacía es que les preguntaba dos o tres cosas y empezaba a platicar con ellos. Y de las tres o cuatro cosas que me decían cuando me bajaba del metro decía “ok, en lo que pasan cuatro vagones más tengo que escribir”, pero sobre todo para hacerme como este ejercicio de contar con honestidad, no de estar como disfrazándolo todo para que simplemente quede preciosamente escrito. Es algo con lo que yo como que siempre he sentido que es un poco distinto. Igual y porque yo no vengo de una formación de letras. De hecho me acuerdo que una vez que me dejaron ya una primera crónica que era como un poquito más cool, ya para una revista así como más nice y ese tipo de cosas, estaba tan nerviosa que escribí una historia y era de boxeo lo que me pedían, porque yo ya estaba escribiendo cosas de boxeo y yo escribí así, pero yo sólo hago crónica, yo me especializo en crónica y ahí intenté hacer una como si fuera como de escuela, casi, casi. Y me acuerdo que la leyó alguien y me dijo “no, Teresa, esto está pésimo, es una porquería”. Me dijeron “a ver, aquí tienes una gran investigación, pero la literatura nace del corazón”. Y la tiré a la basura, la destruí. Y me senté y dije “voy a escribir sin coraje, sin temor, voy a escribir desde el corazón”. Y no paré hasta poner el punto final. Y ya. Y de hecho, a partir de ese día “dije siempre voy a escribir así”. Y sobre todo voy a intentar que cuando me critiquen o cuando digan que no soy lo suficientemente buena porque no tengo una maestría, no tengo un doctorado, es más, no tengo título universitario, nunca me quise graduar. O sea, terminé la carrera porque mi madre me forzó casi y solo para que ella estuviera feliz, pero dije “el título ni madres, ese yo no lo quiero”. Pues bueno, así poco a poco es que he ido forzando mi escritura. Ahora estoy haciendo proyectos bastante diferentes porque los últimos años me he dedicado a escribir siempre crónica, pero estos últimos años me he basado muchísimo más en la ficción, y sobre todo, he intentado escribir crónicas mucho más largas, mucho más complejas.
RLC: ¿Qué aprendiste de Héctor Aguilar Camín?
TZ: Uf, todo. Guau. Qué bonito. Mira, fíjate que de Héctor Aguilar Camín aprendí que uno no tiene que hacer una maestría para escribir, que uno simplemente tiene que escribir y poco a poco descubrirá que está haciendo o no literatura. Pero Aguilar Camín yo creo que es una de las personas, junto con Héctor de Mauleón, que más me influyeron en que uno definitivamente siempre tiene que escribir y hacer lo que uno quiera y que hay que hacerlo hasta el fin. Uy, si hay alguien a quien le agradezco así enormemente es a don Héctor Aguilar Camín por la oportunidad que me dio y que todavía, o sea, siempre he tenido las puertas abiertas con ellos y es maravilloso, es increíble. Y él tiene como una visión increíble, porque todo lo ve desde el ojo... Como es historiador, tiene una visión como muy, muy general de las cosas, y luego como uno debe ir encontrando esos detalles que son los que hacen la diferencia en las historias. Yo espero poder en algún momento regresar a México y volver a trabajar a su lado porque es increíble. Y no solamente él, sino aparte es increíble el equipo que él ha logrado armar y, al menos la etapa en la que yo estuve, la forma en la que entre todos lográbamos llevar a cabo números que en ese momento probablemente ningún otro medio hubiera hubiera apostado por publicar. Hubo una etapa en la que estaba muy metida con el tema de los animales y las legislaciones, etcétera, me había ido un rato a África y estuve estudiando allá como manejo de fauna y traía como temas que a mí me sonaban en la cabeza y me interesaban y él siempre me dio rienda suelta a que hiciera lo que quisiera, que propusiera lo que quisiera siempre y cuando lo propusiera en tiempo y en forma y tenía su apoyo. Yo creo que aparte de ser un gran jefe, creo que es un gran amigo, es una persona a la que admiro muchísimo, muchísimo. Y yo siempre le dije “don Héctor, yo soy como los perros, fiel. Cuando me necesiten aquí estoy”. Ahora, obviamente por la distancia, pues es mucho más difícil con los horarios. Yo al principio creía que perfectamente me podía comunicar con México en cualquier momento y nunca perder el contacto, pero la verdad es que es imposible, porque cuando uno hace aquí el día y ya estás agotado y estás terminando, México despierta. Pero sí, de hecho yo creo que una de las etapas más bonitas de mi vida y formación es definitivamente la revista Nexos. Y aparte Héctor Aguilar Camín sí fue ese gran profesor que nunca tuve.
RLC: Teresa Zerón, mil gracias por el tiempo y por ser tan generosa con las respuestas. Se me quedaron como setenta preguntas en el tintero así que ojalá regreses en unos meses.
TZ: Es que hablo mucho y luego digo pura jalada, pero aparte empiezo en un lugar y salto al otro, que es en lo que siempre me regañan.
RLC: Es una buena herramienta para el cronista.
TZ: Buena o mala no sé, pero a mí me gusta y al final este camino sólo lo marcho yo, así que a ser felices y divertirnos. Y la verdad es que no sé, a mi me gusta pasarla bien. Como digo, soy lo más joven que voy a ser porque mañana voy a estar más grande y para atrás ni para agarrar vuelo, así que mejor a divertirnos hoy.
RLC: Mil gracias, Teresa. Un abrazo.
TZ: Te mando un beso. Muchas gracias a ti.