Ricardo Del Angel sobre ver cine, andar en bici y dormir en hamacas
Ricardo es doctorando en Historia y Teoría Crítica del Arte; su tesis es sobre las películas que no vimos, pero que nos las contaron. Ha sido curador asociado de la Cineteca Nacional, y colaborador del Festival Internacional de Cine de la UNAM presentando películas junto a los realizadores. Hablamos sobre el cine como experiencia colectiva, el Pípila, andar en bici, Walter Benjamin, la serie de Luis Miguel, dar clases, ficcionalizar el pasado y dormir en hamacas.
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RLC: Ricardo del Ángel, bienvenido al pod.
RDA: ¿Qué tal, querido Ricardo? Estoy muy feliz, estoy muy emocionado. Creo que si tuviera un superpoder, ese sería poder dormir tranquilo las noches anteriores a los eventos importantes y entonces ya feliz de poder arrancar contigo esta charla.
RLC: ¿Cuál es la orientación correcta para dormir cómodo en una hamaca?
RDA: Ah, esa es una gran pregunta. Yo la verdad es que ese movimiento de la hamaca a mi me es muy terapéutico, me trae mucha paz. Yo siempre tengo un pie que está ahí colgando que es con el que te meces, en mi caso casi siempre es el izquierdo. Y no sé por qué, pero esta forma nada ortodoxa o bellamente anatómica a mí me funciona, con un pie abajo para que si en cualquier momento medio despiertas otra vez puedas seguir empujándote.
RLC: Lo pregunto porque soy conocido por muchas cosas, pero no por la gracia con la que habito mi cuerpo. Siempre que me quiero subir a una hamaca volteo que nadie me esté viendo porque me va a costar un poco de trabajo. Y también siempre que ya estoy en la hamaca no sé si la posición vertical es la correcta o la posición horizontal es la correcta, entonces, como tú eres un poco más tropical que yo, te pregunto.
RDA: Ya. Sería bueno ver literatura o cine… Ahorita sí que me lo preguntaste como que mi mente fue a buscar en mi archivo de imágenes y sí no, no recuerdo a personajes ahorita, así de botepronto, en hamacas. A mí no me funciona así como tú dices, como si fuera una X o una T. Tampoco recuerdo haberme caído. No sé, justo si es algo como tropical, pero sí se me han roto marcas de que no está bien amarrada y gana el peso y azoto.
RLC: Además de lo más obvio, que es la pantalla es más chiquita, ¿cómo ha cambiado el cine el hecho de que la mayoría de las películas ahora se ven en casas y no en cines?
RDA: Esto me parece bien interesante, y ya que tenemos mucho tiempo y que yo soy muy oblicuo y que las charlas contigo son muy ricas, pues voy a dar una vuelta y voy a intentar rematar mi idea. Uno de mis filósofos favoritos es Walter Benjamin, judío alemán de la época de la Segunda Guerra, y tiene un concepto que a veces la gente usa mucho, pero que no se detiene en realidad a desmenuzarlo, que es el del aura, y este concepto lo trabaja en un texto brillantísimo que se llama La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Y entonces, para responder a tu pregunta de esta manera oblicua con la cual siempre me desenvuelvo, digo lo siguiente, parafraseando a Benjamin: la experiencia que conlleva enfrentarte y aproximarte a una obra de arte empieza desde el momento en el cual tú abres la puerta de tu casa y recorres ese trayecto, atraviesas ese camino para poder llegar al lugar en donde se encuentra esa obra de arte. Entonces, si estamos en el medievo y queremos peregrinar a una catedral gótica, esa catedral gótica se advierte desde lejos, esas estructuras que se van haciendo cada vez más delgadas y que tienen la ilusión óptica de tocar el cielo, empiezan a tocar a esa persona que está caminando una ruta y la experiencia no es desde el momento en el que tú cruzas el umbral y ya estás adentro de la estructura arquitectónica, sino que viene desde antes. Benjamin es muy puntual en ese sentido en el que la experiencia tiene que ver con como tú te preparas y todo lo que tiene alrededor. Yo sería un poquito más a favor de Benjamin y diría que en la época moderna es desde que tú compras los boletos para ir al cine, desde que tú decidiste contigo mismo si quieres ir solo o con tu pareja o con tus amigos, desde ese momento en el cual se te viene a la mente la idea porque viste en la calle el anuncio, porque te salió en la computadora, qué se yo, desde ahí ya arranca la experiencia fílmica. Eso abona a que pues el cine es una comunidad, el cine es una congregación de personas que está ahí teniendo una experiencia colectiva, el cine es ese aparato que empieza para el vulgo, es ese aparato que lo masifica todo. Y entonces la experiencia ahora con las nuevas tecnologías, lo que termina por aniquilar, lo que termina por anular, es justamente esa aura. Hoy en día yo no necesito atravesar un océano y tomar un tren en Colonia, Alemania para ir a la catedral gótica. En la palma de mi mano, a través del dispositivo, llego, y con las películas también, pago con mi tarjeta, la descargo y esa distancia, ese trayecto, ese espacio, esa experiencia se rompe. Y también tenemos el agregado, que para mí sí es muy importante, el hecho de respirar con otras personas, de reírte con otras personas. Benjamin también trabaja la música y lo podremos pensar así, como la experiencia de ir a un concierto porque sí también tenemos la reproductibilidad técnica de la música. Nunca se nos ocurriría dejar de ir a un concierto. A mí tampoco se me ocurriría dejar de ir a una sala de cine.
RLC: ¿Cómo entiendes la autoría de una película? Sobre todo en esta época en la que si uno es muy snob y su director favorito es Kiarostami o Reygadas, o lo que sea, o si uno es nada más como consumidor de cine más popular pero le gustan las películas de Nolan o de Tarantino o de Wes Anderson. Creo que es una época que es un poco obsesionada con el autor, pero al mismo tiempo las películas literalmente están hechas con las manos de cientos de personas. Y he pensado mucho en esto porque más allá de Kiarostami, Reygadas, a mí me interesan como los chismes y el gran pleito entre González Iñárritu y Guillermo Arriaga de a quién le pertenece Amores perros me parece que es una puerta como para poder hablar o aprender o entender muchas más cosas. Esto no es una pregunta, es nada más como dí lo que quieras.
RDA: Sí, sí, como aparece en los créditos una película o cuál esa ponderación que luego a veces tendemos a hacer sobre porcentajes de hasta qué lugar es mi aporte, mi idea creativa, y es bien complejo. Esta pregunta es interesante no por la respuesta o el consenso que podamos tener, sino justamente por todas las puertas que nos abren. Lo primero que se me viene a la mente, ahora que lo preguntas, es que hay dos tipos de hacer cine y tú también en la pregunta haces esa distinción entre un cine de industria, un cine en el cual no te importa quién es el director. No hace mucho sentido ver quién dirigió, no sé, Rápidos y furiosos 3 o Rápidos y furiosos 7. Es más, este tipo de cine industrial súper enfocado a un entretenimiento a veces parece que sus directores son genéricos, intercambiables. Y hubo un momento en la historia del cine donde sí emerge la figura del autor, en donde es reconocible aquella persona que lleva la batuta, que es el que tiene la última decisión de si eso se va a llevar a la pantalla o no, y esa persona, que es el director, de todos modos en la sala de edición tiene muchísima autoría y entonces puede eliminar perfectamente a un personaje. Yo no debatiría tanto o no pondría tantos esfuerzos en hasta qué punto esa fue mi idea, hasta qué punto si yo no hubiera estado aquí este proyecto no sería el mismo. Y no sé por qué ahorita me está viniendo a la idea ese proceso que cuando hacemos una tesis tenemos con los directores´. Es una pregunta muy interesante que cada vez me la encuentro más en la Academia sobre cuántas pláticas, si somos afortunados, si tenemos un comité que nos acompaña, cuántas pláticas no tenemos, informales o formales, y qué tanto es pura nuestra idea, o qué tanto es aquello que ya nos dijo nuestro director o nuestro sinodal. Entonces, bueno, intento rematarlo con con ese gran chisme, como tú dices, de Iñárritu y de Guillermo Arriaga. También es como… Yo tengo muchos, ¿cómo decirlo? Soy muy afortunado porque tengo muchas personas a las cuales puedo recurrir si necesito una guía, si estoy en una encrucijada, si estoy en una disyuntiva o si de plano estoy perdido, y esas personas nunca me cobrarían como “bueno, ponme allá en los créditos de aquello que tú hiciste, cualquier cosa que esta sea, porque esa fue mi idea”. Y entonces aquí creo que también se está jugando como esa figura del guionista pues en otros términos, porque vivimos en un mundo capitalista y entonces eso tal vez se podría traducir en “bueno, pero me toca más del cheque, de las regalías” entonces, no sé, igual también te lo pregunto a ti, que nos llevamos entonces de pensar en justo como si no estaba en el guión, pero el actor tuvo una parte improvisada, si al vestuarista se le ocurre tal o cual cuestión, que el director sólo lanzó dos líneas y el vestuarista trajo esto. O, volviendo a la música nuevamente, pues Ennio Morricone, Hans Zimmer, que hacen cosas espectaculares y que son autores y pues que si tú las quitas de la obra principal, pues obviamente se modifica mucho su sustancialidad, entonces no lo sé. Yo si me puse triste cuando esa relación se terminó, no sé cómo funcionaría con otras duplas así.
RLC: ¿Cuál es tu sala de cine favorita de todo el mundo?
RDA: Mi sala favorita. Estoy pensando como estas preguntas difíciles, de cuál es tu director favorito, tu banda favorita.
RLC: No, pero creo que esta no es una de esas preguntas. O sea, como cuál es tu director favorito, cuál es tu película favorita o si te sientas en una mesa con gente que no conoces y te preguntan qué libro estás leyendo, todas esas preguntas son terribles, horrorosas, espantosas, pero esta es una pregunta mucho más emocional y mucho más… Que trata de encontrar algo en tu memoria. ¿Cuál es tu sala de cine favorita? Ernesto Diezmartínez contestó que una sala del cine Sinaloa 70 o Culiacán 70, en el que veía películas cuando era niño.
RDA: Ah, me gusta.
RLC: Pero ya no te puedes robar esa respuesta.
RDA: Me gusta que ya entró a nuestra conversación el afecto, la memoria, claro que nuestra infancia. Para mí, el espacio de la Cineteca Nacional me trae un montón de recuerdos en un montón como de niveles y de capas. Estoy intentandome acordar qué número de sala es. Nunca me aprendí los números de las puertas de la Ibero, por ejemplo, y creo que ahorita estoy cayendo en cuenta de que nunca me aprendí los números de las salas de la Cineteca, pero bueno, es entrando a la Cineteca, si tenemos el cubo morado y es del lado derecho y otra vez del lado derecho, esa sala. Creo recordar que en esa sala he visto películas que me han marcado mucho, pero ahorita que estoy recorriendo en mi mente esas imágenes ya sé la respuesta. Si tengo que elegir una de la Cineteca sería, entonces, otra vez: cubo de frente, morado y caminamos hacia la derecha, pero doblamos hacia la izquierda, donde ahorita está el el café 8 ½ y luego subes unas escaleritas y es del lado derecho, unas salas muy chiquitas, son las salas más chiquitas de la Cineteca, y es mi sala favorita porque sí me gusta la idea de una comunidad, pero específicamente, ya si quieres que abra mi corazón y haga las confesiones, en esta sala es en donde, cuando fui curador asociado de la Cineteca Nacional y entonces hice un ciclo que yo bauticé No te prometo la verdad, en donde cada lunes iban las personas y compraban su boleto y entraban a las películas que yo había curado. Una de mis labores era que los lunes me citaban muy temprano en la Cineteca y estaba esa sala solo para mí. Y esta experiencia súper rara de yo solito estar viendo la película que yo me programé en una sala chiquita, pero una sala al fin y al cabo, de la Cineteca Nacional viendo estas películas… Tú que ya tienes muchísimos años conociéndome, la única foto de WhatsApp que he tenido es yo viendo la película más significativa y le tomé foto a la pantalla porque dije “qué chido, estoy en una sala de la Cineteca yo solito viendo esto”. Me voy a dejar de tarea terminando esta conversación ir a ver qué número de sala es.
RLC: ¿Tienes alguna posición en el debate de comer o no comer en la sala de cine?
RDA: No la tenía, pero tuve la gran fortuna de ir a estudiar estas cosas raras que tienen los españoles que se llaman máster en la ESCAC, que pertenece a la UB en Barcelona, y allá sí eran como muy puristas. Yo en lo particular, si es una película de estas que hablábamos hace rato, de industria, en donde no importa quien es el director, sí compro cosas de comer, me gusta mucho comprar crepas, me gusta mucho echarme un café, pero por la naturaleza de como soy y el aprecio que les tengo a las películas. y tal vez es mi, o sea se mezclan estas cosas, es mi falta, mi incapacidad, más bien, de poner tanta atención, entonces si no encuentro como donde entra mi vasito y si ya se me cayeron las palomitas y me tengo que agachar con la servilleta a recoger, me molesta mucho perderme algo, entre que soy muy obsesivo, pero entre que soy muy torpe y siempre me pasan cosas, entonces prefiero sentarme y poner toda mi poca atención que tengo en esta película que estoy muy interesado en ver. Entonces tal vez ahí lo que pasa es que la gente de enfrente… Por ejemplo, hace rato vi que Hitchcock cuando pasaron la película de Psicosis, por contrato él dijo que así como la ópera se cerraba el cine una vez que ya había arrancado la proyección. Eso me parecería una cosa interesante, porque a mí sí me molesta justo llegar temprano para no perderme ni los créditos de entrada y que la gente llegue 15 o 20 minutos y se atraviese y justo a ti te tire las palomitas o no encuentra su asiento y prende la luz. Es como no, mi poca atención no me permite eliminar este ruido visual.
RLC: Lo siguiente es mi preocupación fundamental de los últimos tres meses, que tiene que ver con, no sé cual es el término correcto, pero como ficcionalizar el pasado o historicizar el pasado a través de la ficción. La pregunta es ¿por qué es importante y por qué es peligroso? ¿Para qué sirve que tengamos la serie de Luis Miguel o la serie de Colosio, o todas las películas británicas de la Segunda Guerra Mundial, o cualquier cosa como basada en la vida real, relativamente cercana a la vida real, pero pasada por la máquina de la ficción?
RDA: Se me acaba de encender una flamita en mi corazón. Ah, no sé, hasta me voy a acomodar en otra posición, que por cierto, tengo una posición específica y un lugar en específico para sentarme en la sala de cine. O sea, allí a donde yo fuese a una sala a ver una película, siempre escojo un poquito hacia la izquierda, porque siempre cruzo mi pierna izquierda encima la derecha y entonces eso hace que yo tenga como una desviación y entonces intento compensar esa desviación, pero bueno, estoy... Ustedes no me ven, pero estoy tomando esa postura para responder esta pregunta que creo que es la pregunta que siempre a mí me ha acompañado y la que he disfrutado, de eso va mi tesis de doctorado, entonces sí, metámosle quinta a esto. Voy a empezar diciendo lo siguiente, y tú también, sí, interrúmpeme y vayamos rebotando porque esto me emociona mucho. Hay una cuestión con el concepto de historia… Es más, hay lugares o instituciones que le llaman ciencia histórica o le han llamado ciencia histórica, y la historia así, pura y dura, pues no existe. Es como ese concepto del documental, ya que lo estamos pasando por un lente, ya que alguien hizo la edición, ya que alguien escogió el tamaño del cuadro, ya que alguien escogió qué dejamos atrás de la cámara o afuera del marco de la cámara, lo estamos dejando en un contracampo, en un fuera de campo, pues la historia también hace eso. Y hay un concepto bien bonito de un filósofo francés, que está vivo, Georges Didi-Huberman, que es anacronismo. Y cuando uno hace historia, uno, dice Didi-Huberman y yo concuerdo plenamente con él, uno tiene que asumir el anacronismo, no le tiene que tener miedo, es más, lo tiene que tener como aliado. Y entonces en ese anacronismo es en donde se empieza a fugar o empieza a tener una vía libre lo que tú has llamado la ficción.
RLC: Te lo pregunto porque me preocupa lo siguiente: yo hablo con gente que vio Narcos o El Chapo o todas estas series y entonces asumen o creen o dan por buena esa versión de la historia y dicen “ah, ok, pasó tal cual está contado en esa serie, está basada en hechos reales, entonces Pablo Escobar era tal y como aparece interpretado por Wagner Moura con ese acento brasileño”, “el Chapo Guzmán es como sale en Narcos”, y en 50 años, si alguien quiere regresar a entender cómo era el México de finales de los 90, verá esa serie, y esa serie será como… De la misma forma en la que la gran mayoría de las cosas que yo sé de Maximiliano y Carlota son por haber leído una novela sobre Carlota, la de Fernando del Paso.
RDA: Segundo Imperio.
RLC: O la versión de Winston Churchill que estoy acostumbrado a formular en mi cabeza es la de todos los actores británicos que lo han representado en la pantalla. Entonces, uno, no sé si es importante igual y no lo es, pero nada más me parece que es algo que hay que notar, es a veces la ficción se convierte como en, no quiero decir como en la narrativa hegemónica, sino en la forma más común para entender un periodo y no sé si es peligroso. Esa es mi preocupación.
RDA: Tienes toda la razón. Es muy peligroso. Y o sea, las consecuencias de no reflexionar esto, de no saber cómo funcionan las cosas, de no poder desmontar nuestras políticas de la representación y la imagen, la historia misma o las instituciones como están escribiendo historia tiene que ver con lo siguiente: en la Grecia antigua existían los sofistas, y los sofistas tenían por oficio el de generar discursos que no eran ciertos, pero que tenían toda la fachada de ser ciertos, y ellos ganaban en el momento en el que las personas ya no podían distinguir esa verosimilitud. Cuando están operando estas personas que tienen por oficio el de mentir, claro que ya están operando los artistas y ya está operando la ficción, las personas que se dedican a hacer ficción, y sin embargo los sofistas no hacen eso que hacen los artistas y los sofistas no están pensando ese concepto de ficción. Por lo tanto, a mí también me aterra muchísimo, me da pavor. Lo padecemos hoy en día de maneras inimaginables en términos violentos esta cuestión de hacer pasar por un discurso de verdad algo que desde inicio tiene la consigna de mentirte. Los artistas no tienen la consigna de mentirte, la ficción no es un sinónimo de mentir, la ficción se juega en otro registro. Tiene que ver con lo falso, con las potencias de lo falso, con una figura bien bonita que es los falsarios. Y entonces la pregunta que yo también me he hecho últimamente, sobre todo en términos políticos, es si estamos dispuestos a vivir en una sociedad o en un régimen en donde los que nos construyen los discursos son sofistas. Y quiero decirte algo más, pero no sé si ahorita a ti se te está viniendo algo a la cabeza o yo continúo.
RLC: Voy a poner otro ejemplo para tratar de traer, de ponerle un poco pies sobre el suelo para los lelos como como uno. La serie de Luis Miguel me gusta muchísimo. Yo creo que es una serie que está muy bien escrita, súper bien actuada, cumple con todo lo que promete y genuinamente me gustó muchísimo la serie de Luis Miguel y lo que más me interesa, no como persona que vio la serie de Luis Miguel en su computadora los domingos en la noche, sino como persona que tiene el hubris para hablar en público sobre este tipo de cosas, Luis Miguel participó en la construcción de esa serie y Luis Miguel de alguna manera está ganando como la pelea por la narrativa, porque en 50 años, cuando alguien quiera saber algo de Luis Miguel verá la serie y entonces como está contada desde su perspectiva, aunque es crítica con él y acepta un montón de errores, sigue siendo la perspectiva suya, entonces como él es el más poderoso de todas estas personas que aparecen representadas en la serie, él ganó. Su historia, su visión es la que se convierte en historia. Y en la historia de la vida de Luis Miguel igual y no es muy importante, pero en la historia del crimen organizado o en la historia política o la historia social de un país igual y es mucho más peligroso que este tipo de cosas sucedan. Eso es todo lo que quiero explorar.
RDA: Sí, podríamos parafrasear la siguiente idea: ya no es quién tiene los modos de producción como se entendía antaño, es quién tiene los modos de escribir la historia. Esos son los que también tienen muchísimo poder. Sigo siendo hipérbole, entonces pensemos en ese concepto de historia. Yo me acuerdo que yo fui a una… Siempre he ido a escuelas privadas. Algunas veces fue por decisiones de mis padres, otras veces ya fue un acto que yo así decidí, pero yo me acuerdo, en la secundaria, que un día pues a la mitad del curso llegaron unos camiones a mi escuela y empezaron a bajar un montón de libros y eran los libros de la SEP que estaban siendo homologados, y entonces nuestras maestras y nuestros maestros nos dieron una suerte de explicación. La idea era cerrar esa brecha entre lo que en esa escuela a la cual yo iba, que era privada, y en las otras públicas estaban viendo en cuanto a temas y para que todos fuéramos medianamente a la par y entonces poder tener un nivel de esos temas que se estaban viendo. Me pareció muy bueno en ese momento con el poco alcance que yo podía tener del mundo, de las cosas, de la educación, de las instituciones y decía “esto me parece bien, que chido que yo me pueda sentar en la mesa con una persona de otro estado y que también vaya en segundo de secundaria como yo y que podamos hacer el el mismo número de operaciones matemáticas, pero que también sepamos los mismos personajes históricos, la misma geografía”. Y efectivamente, en estas cuestiones históricas, luego luego me di cuenta de algo muy curioso, pues había un personaje en la Alhóndiga de Granaditas, en mi libro, que había agarrado una losa de cemento y había pateado esta puerta gigantesca, y entonces los proyectiles que venían de arriba pues no le habían hecho nada porque efectivamente había cargado esta armadura improvisada, y entonces la insurrección ahí pudo tener su victoria. Faltaba mucho para que a Sony se le ocurriera la idea de explotar a los superhéroes, pero eso a mí me sonaba como a Iron Man, eso era un superhéroe. Y luego pues estaban estas otras figuras de los niños héroes en Chapultepec. Y entonces, pues no sé, ya empezamos con las categorías, si eran niños, qué tan hecho histórico es el enfundarse en la bandera, en aventarse, toda la historia, que me acuerdo, inmaculada en muchos sentidos del cura Hidalgo. Y entonces cuando uno empieza a desgranar esta historia oficial que tienen los sellos de aquellas instituciones hegemónicas del Estado que están homogeneizando a todos los estudiantes, pues uno descubre que más bien parecen ficción y como tú dices, yo he encontrado muchísima más verdad, paradójicamente, en las personas que vienen desde la otra vía, desde la ficción, y por eso la ficción no es sinónimo de mentira. Entonces quiero rematarlo con otra idea de los sofistas que decía hace un momento pero también te escucho.
RLC: Yo estaba a punto de cambiar de tema, porque esa es la naturaleza de este podcast que va y viene como carritos chocones, así que remata con los sofistas y luego te voy a dar una vuelta de tuerca, como diría Pablo Iglesias.
RDA: Pues entonces la cuestión con la historia, así como tú dices, cuando tenemos la facultad de que ya no sea una institución que le pone un sello oficialista hegemónico, es bien importante que cada uno de nosotros pueda ejercer el discurso de la propia historia. Y ese discurso de la propia historia pues es la de nuestra comunidad, nuestro barrio, nuestra familia, nosotros mismos. Y ahí creo que entonces es muy importante tener este crisol de las historias. A mí me parece muy importante, pues yo estudio objetos culturales, soy crítico de la cultura, y entonces fíjate que interesante es dentro de 30 años cuando volvamos. Claro que la serie de Luis Miguel es ficción, pero es documento en tanto que así se narraba la historia de esos personajes de la cultura de México.
RLC: ¿Cuál es tu primer recuerdo musical?
RDA: Ah, son dos. A mis padres les gustaba muchísimo viajar a los sitios arqueológicos. Viajamos muchísimo en carretera en mi infancia y mis padres eran fanáticos de Queen y de los Doors. Son los primeros recuerdos musicales que tengo, Riders on the Storm y Rapsodia bohemia.
RLC: ¿Qué es lo que más te gusta de andar en bici?
RDA: Me fascina andar en bici. Andar en bici es el momento que tengo para poder aclarar mis ideas. Lo que más me gusta de andar en bici es que a mí, en lo particular, me permite escucharme, me permite… En este fluir, porque es distinto a caminar, la sensación de habitar la ciudad, de estar en la ciudad, es muy distinta a ir en el Metrobús, a ir en el coche, a caminar, también me gusta mucho caminar, pero definitivamente me vuelve loco andar en bici y lo que más me gusta es poder llegar a un montón de puntos de una manera muy libre y todo lo que me permite ese proceso, el ir pedaleando, esa sensación del equilibrio, del balance, esa sensación de estar sintiendo cómo me va pegando el aire, cuando me toca que me llueva, cuando me toca que haya viento y sentir como me muevo. Es el hecho de la sensación motriz y mecánica, porque tu cuerpo, no estás danzando, pero tienes muchos movimientos en automático y entonces tienes múltiples operaciones en el sentido de que estás dándole la vuelta a la alcantarilla, ya viste que ya se puso el rojo, pero lo que más me gusta son los caminos que puedes encontrar. Me gusta muchísimo ir a darle vueltas al Castillo de Chapultepec y me gusta que puedes parar en cualquier instante, pero… Estas preguntas son las más bonitas, porque yo en algún momento de mi vida tuve como por juego para mí que cuando alguien me dice “te quiero” siempre pregunto “¿cómo sabes?” y me gusta ver como el rostro cambia y como es la mueca y como entramos en crisis porque son estas preguntas que sabemos la respuesta, que son tan obvias y fáciles pero que damos tumbos cuando las queremos responder. Siento que te estoy diciendo cosas pero que no llego, que mis palabras no me alcanzan para decir la sensación que tengo de andar en bici.
RLC: Cuando das una clase, ¿qué es diferente o cómo eres diferente al resto de tus colegas?
RDA: Nunca lo he dicho. O sea, lo pienso cuando entro a un salón de clases, ya que lo estoy diciendo ahorita seguramente cuando regresemos en agosto es lo primero que voy a decir cuando entre, pero no se los he dicho a las alumnas y los alumnos, pero yo instauro un lugar y un tiempo en el medievo y entonces no permito que nada que utilice electricidad lo tengan mis alumnos. Eso es lo que pienso que me diferencia de mis colegas. Y no permito el uso de celulares, no permito el uso de tablets, de computadoras por mis manías y mi manera de pensar, y yo tergiversando a mi manera o adquiriendo en mis formas el concepto que hace ratito decíamos del aura, a mi me importa mucho la narración, me importa mucho cómo damos cuenta de la experiencia, de cómo describimos las imágenes. Todas mis clases son de imágenes, casi todas son de cine, pero no todas son de cine, algunas son de arte. Y entonces les estoy contando una imagen, un cuadro o una obra arquitectónica y el gesto que los alumnos tienen de luego luego googlearla y ya tener ahí la imagen antes de que yo les cuente los colores o el día que yo estuve en ese museo. Prefiero que sí tengan esa experiencia en la clase. Y esto también es algo que intuyo que me diferencia, es muy probable que más personas lo hagan, pero yo sí lo tengo muy consciente: el hecho de que para mí la mejor forma de poder enseñar a alguien es generándole una experiencia, entonces es entrar en contacto con la persona, vibrar, dice Benjamin, que respiremos al mismo ritmo, y entonces yo pienso en mis clases como una experiencia y por eso, debido a que quiero procurar esa experiencia, a mi me funciona no tener bichos electrónicos y todo el tiempo cuando doy un concepto, cuando hablo de un autor, cuando hablo de un libro, a la manera de Benjamin, le imprimo mi experiencia, entonces siempre hablo sobre lo que a mi me remite. Y pues creo que camino mucho y creo que también hago muchas bromas, creo que algunos de mis profesores eran muy serios. Estoy pensando en mis profesores.
RLC: Si yo te pido una recomendación de una sola película de vaqueros que incluya todas las características que uno busca en las películas de vaqueros, es decir, que haya balazos, caballos, persecuciones entre trenes y malos vestidos de negro, que haya un pueblo abandonado y que haya, no sé, una mina que va a explotar, todas estas cosas que uno identifica con el western, ¿cuál me recomendarías?
RDA: Qué bonita pregunta, y voy a hacer trampa porque te voy a recomendar dos, pero… Bueno, ya que dije que voy a hacer trampa, claro, el chiste es saber hacer trampa. Es más, uno siempre hace trampa, entonces voy a intentar justificar mi trampa como buen tramposo que soy. La primera es de John Ford, es la primera que tiene un protagónico John Wayne, y es Stagecoach, le pusieron La diligencia, y esta película es como el canon. Esta película es redonda en el sentido en el que todos sus elementos están balanceados y ahí están todos los elementos: el duelo, todo el conflicto que hay detrás, la idea política de Estados Unidos, como se está conformando como una nación moderna, todo el discurso expansionista, bélico, también el problema de todas las muertes de los grupos que ya vivían ahí, todo eso está en La diligencia y curiosamente está en la obra que inaugura el género pero que solo dura 11 minutos y que es de S. Porten. Porter, perdóname, Erwin y… ¿Erwin? Edwin, Edwin. Me estoy trabando. Me emociona tanto que esto me pasa, me pone nervioso. Y estos 11 minutitos de Asalto y robo de un tren también lo condensan todo. A mí me gusta explicar el género y esta película y cuando hablo del género claro que arranco con esta película porque no solo es la que lo inaugura, sino que de cierta manera como que es una profecía y tiene la facultad de, en 11 minutos, recorrer todos los motivos que entonces todas las películas que vienen después van a tener a bien desarrollarlos. Edwin S. Porter, Asalto y robo de un tren, John Ford, La diligencia.
RLC: ¿Qué parte de tu temperamento dirías que es más tabasqueño?
RDA: Es raro, porque yo nací en Veracruz por el trabajo de mis padres y por el trabajo de mis padres nos movimos a Tabasco, pero nunca me asumí como tabasqueño. Siempre me pareció algo ajeno, alejado. Los tabasqueños tienen una manera muy particular de hablar. Creo que nunca se me pegó el acento o las expresiones, las frases. Los tabasqueños también tienen, como buenos provincianos, pero provincianos del sur, sus relojes. Le dan como buen uso al concepto de la relatividad y entonces las cosas ahí se mueven de una manera muy distendida a veces, entonces no sé, así preguntarme como qué de lo tabasqueño, pero le tengo mucho afecto al cacao, a tal cual ir y arrancar de un árbol ese fruto, cortarlo de esta carcasa dura y encontrar adentro figurativamente como una suerte de guanábana, vamos a decirlo así, comértelo. Pero tal vez está sensación de… Pero que no sé si es muy de Tabasco, de… Bueno, ya sé, y que no… No sé si me estoy haciendo bolas o yo voy a decir algo muy particular y esto solo da cuenta de que justo me sentía muy ajeno a Tabasco, pero creo que los tabasqueños tienen una relación muy cercana con el movimiento zapatista por un montón de razones. Yo estaba chico, pero yo recuerdo cuando se levantó esto y aunque no se dice en los medios y no se habla, como está tan cerca, tal vez es eso y que cuando yo me movía a otros estados no encontraba esa misma resonancia otra vez. No sé si respondí.
RLC: Namás me quedan un par de preguntas mucho más prácticas. ¿Cómo manejas tu tiempo para poder ver películas, escribir, leer, estudiar, ver a los amigos, andar en bici? ¿Cómo te organizas para poder llenar tus días de todas las cosas que te gustan?
RDA: Una muy buena amiga mía, Cynthia García, en algún momento me dijo algo. Estábamos discutiendo una cuestión mía, yo estaba como medio bajoneado y me dijo “¿pero ya te diste cuenta de que tienes una vida bien bonita?” y un poco anunció esto: tienes la fortuna de que todas las cosas que te gustan hacer, solo porque no vivo en el mar, pero todas las demás otras cosas las tengo ahí a la mano. Efectivamente, tengo la fortuna de… Esta plática, tú y yo ahorita la estamos grabando, pero es muy recurrente desde que nos conocimos tenerlas, y así con mis demás amigos y amigas. Tengo la fortuna de andar en bici, ahora con lo del encierro y pues con esta cosa de los teléfonos inteligentes justo yo me iba, andaba en bici y me sentaba en un parque y en el parque respondía a los correos, hacía llamadas y mandaba whatsapps. Ah, estoy dando un poco la vuelta porque es raro. Es más, no sé si me he sentado a pensar. Tal vez es eso. Es como que no me había sentado a pensar cómo me organizo, pero me pasan dos cosas: hay películas, música y libros que son muy afectivos para mí, que son muy, muy, muy importantes, y yo creo que debe de haber un concepto por ahí, pero antes de acercarme a ellos, antes descubrirlos propiamente, de estar inmerso en ellos y de traerlos a mi cuerpo, a mi espíritu, a mi vida, yo sé que van a representar un momento muy afectivo, muy importante y que me van a marcar para toda la vida. Así de extremo lo digo. Y entonces por eso tardo mucho tiempo en verlas. Tengo películas y libros todavía con su celofán que inmediatamente cuando supe de su existencia me aboqué inmediatamente a conseguirlas. Me gusta mucho tener las cosas de manera material, pero tardo mucho tiempo en visitarlas. Y tal vez es el concepto que decía yo sobre la experiencia de Benjamin. Para mí si es una experiencia, entonces, como una suerte de solemnidad y de ritual japonés, quiero un día sentarme y poner ese disco. Quiero un día bajar perfectamente las cortinas, poner el teléfono en modo avión y ver la película o ir al cine, cruzar mi pierna izquierda arriba de la derecha. Extremamente hay otras que el impulso me lleva un poco a ser irresponsable con mis labores y es “en este instante tengo que escuchar este disco” y apago la computadora. “En este instante tengo que ir a ver esta película”, “en este instante tengo que leer este libro”, no importa la pila de libros que tengo o los correos que están ahí, o la junta que tengo, me invento algún pretexto y lo veo. Y tal vez a eso se refería mi amiga Cynthia cuando me preguntaba, o más bien cuando me decía “¿ya te diste cuenta que tienes una vida muy bonita?” Y es eso, es como soy profesor, juego con ello. Me acuerdo una vez que estábamos viendo nueva ola de cine francés y entonces puse Hasta el último respiro de Godard. Llevo mis discos porque los tengo físicamente y entonces lo conecto en la pantalla de la de la Ibero, y ya les había dicho a mis alumnos la ficha y estaban corriendo los créditos de entrada y dije “no, no”, puse stop y quité el disco, no se lo dije a mis alumnos, pero “¿qué estoy haciendo? Me estoy traicionando a mí mismo, en este instante ardo en deseos de volver a ver Los 400 golpes de Truffaut, claro que vamos a ver Los 400 golpes de Truffaut”, y la puse. Entonces tal vez ahí ya mi respuesta tiene un poco más de forma, querido Ricardo, y es tengo la fortuna de que si tengo que escribir un texto, poderlo llevar a mi terreno, llevar agua a mi molino, que si tengo que hacer un ciclo curatorial, que si me piden hacer una exposición o una charla me las he ingeniado para decir “ahorita muero de ganas por hacer esto, vamos a hacer esto”.
RLC: Me parece un lugar maravilloso para terminar. Así que, Ricardo del Ángel, mil gracias por el tiempo y las respuestas.
RDA: Querido Ricardo López Cordero, muchísimas gracias por este espacio, te estimo mucho, lo he disfrutado como nunca y espero verte pronto para echar una pizza y una chela.