Gabriela Warkentin sobre la radio, libertad de expresión y multiculturalismo
En algún momento de enero me conecté por zoom con la periodista y académica Gabriela Warkentin. Hablamos sobre hacer radio, el derecho al olvido, los límites de la libertad de expresión, crecer en varios países, la vocación melodramática de los mexicanos y la mejor forma de pasar unos días en Alemania.
Pueden escuchar la entrevista en Spotify, Apple, Stitcher, Pocketcasts o leerla aquí abajo. Mejor escuchen la entrevista porque la transcripción viene de un software y puede tener errores.
RLC: Gabriela Warkentin, mil gracias por tu tiempo.
GW: No, hombre, al contrario, mano. Gracias a ti por invitarme, así que sorpréndeme. ¿Qué traes entre manos?
RLC: Yo diría que tu trayectoria, tus programas de radio, tus columnas, tu trabajo como directora de comunicación y sobretodo los maravillosos primeros años de 90.9.
En todos los aspectos de tu carrera, diría que el hilo conductor es el optimismo. ¿Estarías de acuerdo con esa caracterización de tu forma de ver el mundo?
GW: Qué curioso. Nunca me lo habían planteado así. Pero sí. ¿O sabes qué? No sé si optimismo o por lo menos no pesimismo, y más bien como mucha curiosidad de que las cosas pueden ser diferentes, pero no diferentes tanto en el sentido de la amargura, de que las cosas siempre están mal, sino más bien como de explorar y de inventar cosas nuevas. Y sí, tal vez en ese sentido soy optimista porque creo que sí podemos hacer cosas diferentes y cosas nuevas y nos podemos atrever a enloquecer y a jugar. Algunas saldrán mejor y otras peor. Pero sí, no lo había pensado como optimismo, pero ya que lo planteas en una de esas sí.
RLC: ¿De dónde viene, Gabriela, ese optimismo, ese no pesimismo?
GW: Pues mira. Primero, no necesariamente de familia, porque he ido descubriendo que tengo, sobre todo, mi veta más alemana. Mi padre es alemán y mi papá no solamente es alemán, sino que, aunque no es religioso en términos de que no profesa, digamos, como tal la religión yo sí creo que es muy luterano. Ya ves que Alemania está muy dividida entre el norte luterano y el sur católico, y mi papá es del norte, y muy del norte. Entonces hay como un rollo ahí casi calvinista, como de una ética del trabajo y de la entrega, como poco dados de pronto a la sabrosura y a la fiesta. Mi mamá es justo lo opuesto. Mi mamá es una mexicana muy barroca, que disfruta la vida y canta a la vida y no sé qué. Y entonces yo no sé si esa combinación de cosas en mi caso resultó más o menos favorable hacia sonreírle a la vida. Y luego la otra también, Ricardo, es que desde muy chiquita nos mudamos de casa muchas veces, nos mudamos de país muchas veces, y a países que llegabas y todo era diferente. O sea, fuimos a vivir a Alemania y luego regresamos, fuimos a vivir a Venezuela y de pronto a Alemania y así. Entonces como que también aprendí que nada es tan estático, que igual hoy puedes estar por ejemplo con la familia en México, pero igual mañana te vas a vivir a otro país y no sabes ni cómo te va a ir y todo termina siendo menos importante de lo que a veces nos creemos. Por ejemplo, cuando salimos de Alemania y volamos a Venezuela, yo la imagen que tengo, que ni siquiera sé si es cierto, pero la imagen que yo tengo es que salimos de una Alemania muy, muy nevada, y llegamos después de 18 mil horas de vuelo a Caracas y yo solamente recuerdo cuando abrieron la puerta del avión. Era un calor del carajo. Entonces era así como una cosa muy impresionante. Y llegabas a una escuela nueva, siempre tuve la mala suerte de que nos mudábamos a mitad del año escolar. Entonces llegabas y eras la rara y la nueva del salón. Entonces como que aprendes un poco a tomarte menos en serio, a observar más como a la gente y a disfrutar más como ese momento. Puedo tener momentos como de mucha nostalgia o a veces tristeza, no depresión, pero a veces sí me entra como como ¡ay!, como dolor. Pero sí creo que viene un poquito de no haber estado como aferrada a mis certezas desde chiquita.
RLC: ¿Cuál es tu característica más latina?
GW: ¿Mi característica más latina? Creo que sí es el gozar la vida y el gozar a los amigos, el barullo, la fiesta, el sentir que necesito a los otros, el reírme, el sol. Esa parte festiva creo que es mi característica más latina.
RLC: ¿Y tu característica más alemana?
GW: La misma, pero al revés, que de repente soy como muy solitaria. Soy como de extremos. Me encanta, por ejemplo, que haga mucho frío. O sea, veo los paisajes invernales y me da así como la nostalgia. Yo me fui a vivir a Alemania, la primera vez yo tenía un año y medio de edad y todavía hasta la fecha aquí en mi casa tengo un trineo de madera que es con el que me llevaban a la escuela en la nieve. Entonces de repente, es justo como esta otra parte y creo que yo sí soy también de pronto una como obsesiva de esta forma de ver la vida como de “hay que trabajar y hay que cumplir y hay que estar ahí”. Entonces, creo que ahora sí que son los dos polos, los dos lados de una misma moneda.
RLC: ¿Cuál es tu relación con el alemán?
GW: Hoy en día muy complicada, porque sí es un idioma que si lo dejas de hablar, como en mi caso... yo tengo ya muchísimos años de no hablarlo porque no tengo con quien hablarlo, porque mi papá sigue vivo, gracias a Dios, pero mi papá ya habla más español con nosotros que alemán. Y aunque en Alemania viven uno de mis hermanos y mis sobrinos, uno de los cuales es mi ahijado y la otra, son mis dos únicos sobrinos, tampoco hablamos en realidad en alemán, hablamos más bien español. Entonces sí me ha pasado que…porque yo llegué a tener un muy buen alemán, yo aprendí alemán antes que español, incluso cuando regresábamos a México, que yo tenía como cinco o seis años, yo tenía un acentazo alemán en el español. Y llegué a tener muy, muy buen alemán. Yo hice la prepa alemana, sí llegué a eso. Y hoy lo que me pasa es que lo trato de hablar y lo siento completamente oxidado, lo siento así como que no me salen las palabras, no me salen las frases. Pero fíjate, cuando cumplí 50 años, hace tres años, me regalé un viaje a Alemania. Tenía yo muchas ganas de ir a los lugares que habían sido tan importantes para mí en diferentes momentos de la vida. Y sí, los dos primeros días fueron como raros, pero como al cuarto o quinto día ¡pum! ya estaba de regreso ahí el idioma y entonces ya podías hablar perfectamente bien y ya te fluye y prácticamente no tengo acento, digamos, eso me sale como muy natural. Entonces sí, es una puerta que se me abre constantemente para pensar otras cosas. El alemán tiene esas palabras que sólo el alemán puede decir, que sólo el alemán puede nombrar. Estas palabras extra larguísimas que se refieren a mil cosas. Entonces es una forma de pensar para mí el alemán. Pero sí me da como coraje que yo no tenga la disciplina de, por ejemplo, escuchar más alemán, o sea, tenerlo como más vivo. Lo tengo completamente atorado como en alguna parte de atrás de mi cerebro.
RLC: ¿Qué tip le darías a una niña, a un niño que está por comenzar una nueva escuela en un país nuevo?
Mira, pues primero qué va a ser horrible, que va a ser horrible los primeros días, la verdad. Que ojalá tenga la suerte de que arranque cuando arranca el año escolar, porque al final es como el primer día que todos están ahí. Que no hay peor escena en la vida que de repente te lleven de la mano el director o la directora, toquen a la puerta, y abran y están todos sentados. Y entonces “aquí les traemos a la nueva alumna” y todos viéndote, es horrible. Que ojalá siempre puedan que sea al inicio del año escolar. Pero sí tienes que asumir que vas a ser el bicho o la bicha rara. Es como “¿y está quién es?” Yo diría primero eso, asumir que va a ser bastante pinche el asunto. Yo lo que hacía siempre es que me iba a sentar hasta la última fila. Y a mí me permitía eso, como ver cómo estaba todo el mundo, quién se llevaba, con quién y qué onda. Y luego tratar de hacer amigos. Algo que creo que sí tengo es que soy muy buena y muy rápida para hacer amigos y para relacionarme con la gente. Entonces pues eso, sonreírle un poco ahí a la banda y tratar de que te acepten. Pero los primeros días son horribles, horribles. La verdad nunca lo disfruté.
RLC: ¿Por qué prefieres la radio sobre otros medios de comunicación?
GW: Porque fíjate... y no la prefería. Algo que tengo que decir es que una de las materias que reprobé en la licenciatura fue Radio, y la pasé ahí en extraordinario la materia porque no me interesaba tanto, la verdad. Y yo soy de una generación en donde se hizo radio muy buena en México, radio juvenil muy buena. Era el pleito entre W FM y Rock 101 y yo fui muy Rock 101 y había cosas padrísimas, pero también se fue apagando, se fueron acabando esos proyectos. Entonces yo nunca vi en la radio un medio que me importara mucho. Aunque también tengo que decir que en mi casa se ha escuchado radio toda la vida. Mi mamá siempre escucho radio y mi papá, desde hace muchísimos años, tenía siempre un radio de onda corta, y entonces se salía a cachar los noticiarios en alemán o cachar historias de su pueblo. Luego me acuerdo que se hizo de un radio chiquito, Sony, que ya ni sé dónde está, negro, que era también de onda corta y entonces andaba por el jardín y aí cachando. Siempre se escuchaba la radio, pero nunca pensé... y te voy a decir una cosa también, Ricardo, que yo siempre he pensado que tengo una voz muy fea, tengo una voz muy masculina, muy gruesa. Cuando éramos chicos, mi hermano, el chico y yo teníamos la misma voz, entonces nunca la vi como algo que pudiera funcionar. A pesar de que mi primera chamba ya pagada, después de haber hecho muchas chambas desde chiquita, de dar clases y traducciones y cosas así, para ganar algo de dinerito, mi chamba primero fue en Radio Educación. Yo era la asistente de asistente de asistente del que hacía efectos especiales en radionovelas, entonces pues yo no hablaba. La verdad es que nunca pensé en la radio, te digo, ni siquiera fue una materia a la que le eché demasiadas ganas. A mí me gusta mucho escribir, pero ya luego podemos hablar por qué me cuesta tanto escribir, pero me gusta mucho escribir y empecé a hacer tele y hacía cine también. Al principio estuve de asistente de dirección mucho tiempo y así. Y la verdad es que la radio me cayó un poco por accidente. Cuando estaba de directora en la Iberoamericana, dirigiendo el departamento de comunicación de la Ibero, de repente pues un día me pidió el rector que yo me hiciera cargo de la radio de Ibero 90.9, que apenas habíamos pasado a una frecuencia mayor, digo, a una potencia mayor. Y ahí fue meterme de lleno. Me tuve que meter de lleno un poco para ver qué podíamos hacer. Y ya yo hacer radio fue también mucho accidente. Mi amigo León Krauze, y que somos amigos de hace muchisisimos años, él no estaba pasando por su mejor momento anímico, yo también estaba con muchas presiones en la radio de la Ibero, pues apenas estábamos terminando de diseñar todo, al aire sólo teníamos música. Entonces le dije a León “oye pues hagamos tú y yo un programa de radio, nadie nos va a oír de todos modos. La radio apenas la estamos diseñando y hagámoslo como catarsis”. Se llamaba Noveno Círculo ese programa, y era a las nueve de la noche, si mal no recuerdo, el jueves o miércoles. Y empezamos León y yo a hacer radio. Para mí fue una gran, gran catarsis emocional. Fue muy divertido. Hicimos programas que nos encantaron, y de ahí de repente dije “claro, la radio tiene esto, ya entendí porque mi mamá no puede dejar de oír radio”, y tiene el elemento de que te acompaña, de que es una voz que te habla, que te platica. Y creo que eso es lo que a mí me gusta mucho de la radio, que es hablado, que es platicado, que te puedes meter un poco como a acompañar a alguien, que ahora te lo da el podcast también, de alguna manera. Me gusta mucho la lógica del podcast, que se vuelve un tema íntimo. Creo que la radio no es tan íntima, pero sí te acompaña mucho. Entonces por eso es que me gusta tanto. Es como dar clases y eso me gusta mucho, como la conversación y creo que la radio te permite conversar. La tele no te permite conversar tanto, la verdad. Entonces, yo creo que por ahí fue.
RLC: ¿Por qué fue tan exitoso ese proyecto de 90.9? No sólo tus programas, sino toda la estación.
GW: Mira, yo creo que fue primero porque había bastante escasez en el cuadrante de cosas interesantes para gente más joven. Radioactivo ya había vivido sus mejores momentos, Reactor sí estaba, pero estaba ya en el IMER en ese momento. Había pocas opciones realmente como, juveniles, interesantes, que le hablaran a un público inteligente y crítico, no solamente a alguien que quiere consumir música, que para eso estaciones había muchas. Entonces pues había un escenario ahí. Luego mira, es la primera estación o de las pocas estaciones que nacen, como tuvimos un año de tiempo para que pasara, para tenerla al aire, porque te dan un año, un plazo para tenerlo, las instalaciones y todo, fue una radio que nació de un proyecto de investigación. O sea, sí hicimos una investigación de audiencia y de mercado muy, muy amplia, muy cualitativa, no cuantitativa, muy cualitativa. Y nos dimos cuenta en esa investigación que había un sector de la población que se sentía huérfano de contenidos, que podían ser jóvenes, pero no eran sólo jóvenes, era más un tipo de población con gente como crítica, tal vez enojada con el sistema, enojada con sus cosas, pero que a la vez muy consumidores de música, pero también como muy especializados en el consumo de música. Entonces empezamos. Una de las cosas que hicimos fue convocar a que la gente, que quien quisiera nos enviara música, que normalmente escuchan pero que nunca escuchaban al aire. Y también nosotros para ganar tiempo. Esto fue increíble porque la cantidad de música nos llegaba de todos lados. Creo que la otra también es que siempre quisimos que no fuera una radio de la Universidad Iberoamericana hablándole a la Ibero, sino que sí fuera una voz de la universidad hacia afuera. Entonces, cuando pedíamos que nos mandaran música, nos llegaba de todos lados. Y por último, creo que eso lo hizo como incluyente. La gente empezó a sentir, a decir “oigan, ahí están pasando cosas”. Y luego la otra es que siempre la entendí como una radio escuela, es decir, una radio en donde nos íbamos a atrever a hacer cosas. Entonces yo siempre les he dicho cuando doy clase, cuando he dirigido proyectos o demás, yo siempre les digo “propónganme todo lo que se les ocurra, ya luego vemos qué hacemos, ya vemos si funciona, si camina o si no camina”. Alguna vez hasta metimos caballos en la Universidad Iberoamericana y nadie me lo creía, que lo íbamos a lograr y lo logramos, meter caballos. Entonces yo les decía “propónganme cosas”, y promover la creatividad de, ahí sí, de la gente joven, pues es una maravilla. Entonces se les ocurrían locura y media, hubo cosas que nunca nos funcionaron y hubo cosas en donde nos equivocamos tremendamente, pero creo que empezó a convertirse de manera muy obvia en una radio que estaba proponiendo cosas diferentes. Pero sí tratamos siempre de profesionalizar de que hubiera un seguimiento tanto técnico como de contenidos, cuidar muchas cosas. Entonces yo creo que es eso, yo creo que fue el dar la libertad. Fue porque las cosas fueron cambiando, por supuesto, pero fue una radio muy libre. Hacía mucho creo que no teníamos una radio así, tan libre en la Ciudad de México y fuera de la Ciudad de México. Yo se lo atribuyo un poco a eso, de verdad, a la creatividad de los chavos. Era muy divertido con todo y que nos metían en broncas, de repente ya hacían barbaridad y media, pero era muy divertido.
RLC: ¿Qué le faltó para que el éxito que construyeron fuera sostenible? ¿Por qué ya no es así? ¿Qué hubieran hecho distinto?
GW: Mira, no sé, porque yo dejé de ser directora porque en la universidad, en todas las universidades, casi siempre hay períodos para ser director. El período en la Ibero entonces era, ahorita estoy un poco desconectada de la Ibero, pero entonces eran ocho máximo. Eran ocho años que podía ser director y yo cumplí ocho años y luego todavía ya iba yo en el noveno, y entonces ya había como mucha presión de que ya tenían que rotar dirección porque así tiene que ser y es por estatuto. Entonces cuando, cuando yo dejé la radio, creo que estábamos en un momento todavía como muy ascendente, o sea, siempre faltando cosas que hacer, pero muy ascendente. No sé exactamente qué pasó después porque te digo yo ya no he estado implicado en ella. Pero yo creo que a veces en las radios universitarias a veces quieren emular demasiado lo que hacemos las radios comerciales. Y entonces de repente... por ejemplo, nosotros nunca tuvimos noticiario como tal en la mañana, por dos motivos. Uno, porque en el cuadrante ya había un montón de noticiarios en la mañana y muchos muy consolidados, y dos, porque no teníamos una infraestructura para hacer un noticiario. O sea, no teníamos reporteros. Entonces optamos por, en lugar de hacer noticiarios, sí hacer programas matutinos, pero no necesariamente un noticiario. Después, se buscó y se pretendió hacerlo más informativo, hacerla más universitaria, más académica, más solemne, me parece. Y esa tentación siempre estaba. Cuando yo era directora de la radio, al principio, el que era rector entonces, Enrique González Torres, al cual yo le agradezco siempre que se atrevió a hacer cosas, un día me dijo “es que yo quiero que se transmitan las conferencias que se dan en la Ibero, que se transmitan en la radio.” Yo le decía “no padre, mire, la verdad luego las conferencias... lo que podemos hacer es las grabamos, las editamos, las limpiamos un poco de los ruidos y los silencios y las metemos”. Entonces no estaba muy contento y un día me dice “es que ahorita está el ingeniero Carlos Slim hablando en el auditorio y sería una gran conferencia para que la estuvieran transmitiendo ahorita en vivo”. Entonces le digo “a ver, venga, vamos al auditorio”. Vamos al auditorio y le digo “a ver, cierre los ojos y escuche lo que está escuchando”, y el ingeniero Slim no es demasiado fluido. O sea, hace muchas pausas cuando habla. Entonces me dice “no pues no, no se oye tan bonito”, y digo “se lo estoy diciendo, si la transmitimos tal cual va a ser muy difícil de escuchar”. Entonces fuimos como logrando eso de decir “sí metamos contenidos, pero que sean contenidos que los estemos procesando bien, que suenen bonito, que tengan buena producción. Cuando las radios universitarias no entienden eso, no entienden que su papel es ser disruptivas e innovadoras, porque al final tú, como radio universitaria no tienes mucho que perder. O sea, es decir, si sube o baja un poco tu rating tampoco importa porque te conviertes en un semillero. Mucha gente de la radio salía a trabajar a otras cosas. Esa era la idea. Cuando la quieres ya establecer como algo muy sólido que está ahí, creo que pierdes un poco de la frescura. Te digo, yo no sé qué ha pasado porque yo no estoy vinculada a la Ibero ya desde hace mucho tiempo, pero creo que pasa en general con las radios universitarias de pronto en nuestro país.
RLC: ¿Tienes alguna opinión totalmente en línea con el consenso?
GW: ¿Con cuál consenso?
RLC: Tu disgusto por el chocolate es una opinión excéntrica contra el consenso. ¿Tienes algo, no necesariamente político, puede ser lo que sea, alguna opinión que digas en “esto de acuerdo con las grandes mayorías”?
GW: Sí, me encanta el fútbol, por ejemplo. Me encanta el fútbol. Soy muy futbolera. Me encanta. ¿Con qué más estaría? Soy muy ecléctica, por ejemplo, en mis gustos musicales. Cuando descubrí despacito, yo escuché despacito 28 mil veces, y a la fecha se la vuelvo a escuchar, me gusta escucharla y la canto y le subo al volumen del coche o donde esté escuchando. Yo te diría que sobre todo en consumo cultural, en consumo de cultura pop y eso. Sí, hombre, yo no tengo ningún problema en aventarme películas palomeras. Odio, por ejemplo, las películas de horror y de terror porque me dan miedo. No por otra cosa, sino porque realmente me dan miedo. Y no me gusta que me dé miedo. Pero de ahí en fuera sí. La verdad es que puedo ser bastante… en muchas cosas puedo ser bastante mainstream, la verdad.
RLC: ¿Qué tenemos que hacer como sociedad, en términos prácticos, para tener una discusión pública, no sé si la frase es más civilizada, pero con menos insultos, con menos descalificaciones, con menos tú eres de los de allá, yo soy de los de acá?
GW: Creo que no sería tan difícil. Sacar la discusión de las redes, por ejemplo. Bueno, que ahí se siguen dando todo el mundo con todo el mundo y no pasa nada. Pero que no sea el espacio de la discusión, que no sean las redes sociales, por ejemplo, las redes sociales digitales. Hace no mucho, antes de la pandemia me preguntaban de una fundación que trabajan con jóvenes y demás, y me decían un poco esta pregunta que tú me haces. Yo les decía “debemos organizar muchos más encuentros”, ahora es más difícil obviamente, por la pandemia, pero en ese momento era organizar encuentros físicos, o sea, aprender a discutir en en lugares en donde yo te esté viendo, en donde estemos frente a frente y en donde nos demos cuenta de que si tú y yo no estamos de acuerdo, podemos llegar a un acuerdo, podemos ir cediendo posturas para llegar a un acuerdo. Mira, a mi en el colegio, sobretodo en la prepa, secundaria, me acuerdo de que parte de nuestra formación entonces era de “a ver, te toca escribir un ensayo sobre este tema y te toca asumir esta postura y luego tienes que escribir lo mismo y asumir la postura contraria”. Y era muy difícil a veces porque es ponerte del otro lado, pero te obligaba a pensar cómo podría argumentar alguien de ese otro lado y entonces no te clavas en tus certezas. Yo diría que la verdad deberíamos de encontrar muchos más espacios físicos, espacios en donde nos miremos y espacios en donde estemos para debatir y para discutir y para mirarnos a los ojos. O sea, creo que el problema del debate público digital es que no nos miramos a los ojos. Entonces es muy fácil decir eres un pendejo, eres un estúpido, es un hijo de la chingada, muérete y no sé qué, pero no te estoy viendo a los ojos. En el momento en que perdimos eso, se vuelve muy fácil el insulto. Yo creo que práctico, práctico, yo de verdad creo en eso, y creo que se podría hacer desde muchísimos frentes. Eso no va a resolver y no va hacer que tengamos una gran discusión pública y que seamos como Habermas en que la esfera pública es la esfera de los intelectuales que están debatiendo... no. Seguramente seguiremos diciendo burradas y mentándonos la madre, pero yo insisto, es mucho más difícil mentarse la madre cuando te estoy mirando a los ojos que cuando simplemente te tengo en un tuit, y además desde una cuenta que se llama quién sabe qué. Es casi una cruzada que quiero iniciar una vez que podamos salir otra vez más al mundo. Es tratar de que tengamos mucho más estos encuentros. Y desde chavitos. Yo no sé a ti cómo te fue, Ricardo, porque evidentemente eres muchísimo más joven que yo, pero en mi casa, por ejemplo, si empezábamos a discutir de política, mi mamá nos callaba a todos. Entonces “no, no, no, aquí no, no se peleen”, y entonces te queda la sensación de que discutir es pelear. Decía mamá “no, no, no, no, no, aquí nadie habla de política”, porque yo discutía mucho con mi papá sobre todo cuando estaba yo adolescente. Entonces creo que es más bien fomentar que el hecho de que estamos discutiendo no significa que no estamos peleando. Yo creo que se puede trabajar desde muy chavitos en eso y es algo que creo que no es tan difícil. Hay que hacerlo y hay que arremangarse. Por eso te digo, eso es casi mi misión para mis siguientes años de vida.
RLC: ¿Tienes una posición en el debate sobre si Twitter debe o no suspender las cuentas de personajes como Trump?
GW: No, no tengo una posición aún definida. Tengo más dudas que certezas y te voy a decir por qué. Primero, no creo que la libertad de expresión sea absoluta. Eso me queda clarísimo que no, hay límites a la libertad de expresión. Y es ahí, evidentemente, temas como incitar al odio, a la violencia, pornografía infantil, todo lo que ya está establecido y que hemos asumido, claro que son límites a la libertad de expresión. Sí creo que en el caso del presidente Trump, el ex presidente Trump, había, desde su cuenta, incitaciones al odio del otro, a acabar con el otro, a burlarse del otro, acabar con el otro. Y también es cierto que, en los días en torno a lo que pasó ahí en el Capitolio el 6 de enero, si rastreas las cuentas y las redes de conversación en torno al presidente Trump en Twitter y en sus otras redes sí había llamados a la organización para ir a tomar el Capitolio y para hacer cosas violentas, que obviamente eso no se puede permitir. ¿Cuál es mi duda con esto? Mi duda con esto es primero, el tema de las empresas, que son corporativos, que sea un tema privado, a veces no permite entender del todo cómo se toman las decisiones. Y creo que estas decisiones son decisiones que deben ser mucho más debatidas, deben ser mucho más en el debate público literal. Te dicen “es que son las reglas de operación y son las que tú aceptaste cuando le diste clic”, pero no son tan claras porque son a veces muy genéricas. Y entonces, bueno, ¿por qué no dieron de baja a Trump antes y lo dan de baja hasta ese momento? creo que ahí estamos un poco atados a decisiones que no sabemos exactamente cómo se terminan de articular. Y la otra, que a mí siempre me ha preocupado mucho, es que no por desaparecer un discurso, incluido el discurso de odio, el discurso deja de existir. Es decir, no porque tú calles a alguien, ese alguien ya no va a pensar lo que piensa o no va a buscar otra manera de organizarse, y ahora ni siquiera los estamos viendo. O sea, yo estoy segura que Trump está haciendo hoy muchísimas cosas, pero no sabemos qué está haciendo, no sabemos qué está diciendo, no sabemos desde dónde se están articulando. Entonces, invisibilizar un discurso, por muy nefasto que sea ese discurso, me parece que no desaparece el problema y entonces nos podemos sorprender. Es un poco lo que pasó con todo este debate sobre la corrección política hace diez años o hace tanto tiempo, que era decir a ver, no porque yo te obligue a no insultar a otra persona por su preferencia sexual o su orientación sexual, o por su origen, etcétera, va a ser que esa persona te acepte, simplemente no está insultando en voz alta, pero cuando pueda lo va a hacer. Entonces me preocupa un poco eso, por eso te digo que no lo tengo tan claro. No tengo tan clara mi postura sobre ese tema, aunque reconozco el por qué se hizo. Y posiblemente si yo hubiera estado ahí, ser el señor Jack Dorsey, tal vez hubiera yo tomado una decisión similar. Pero las mismas dudas que él expresó en sus tweets cuando dijo por qué habían dado de baja la cuenta de Trump son un poco las que yo suscribo. Creo que también dar de baja a este tipo de contenidos y que estén ahí es una derrota civilizatoria. O sea, creo que también nos damos cuenta de que en el fondo no es cierto que Twitter nos sirve, que las redes sociales nos iban a acercar y que entonces yo iba a ser amiga de una persona que está en Japón y que todos nos íbamos a hacer bien buena onda y we are the world. No, al contrario. Entonces no lo tengo claro. Es un debate, Ricardo, yo lo ponía el otro día en mis redes, que lleva muchos años, desde que empezamos hace 20, 25 años, a estar metidos en estas cosas digitales. Por ejemplo, había en Estados Unidos, ya desde el principio, organizaciones que se dedicaban a monitorear el discurso de odio, el discurso antisemita, el discurso no sé qué. Había esta expresión, netiquette, como etiqueta de la red, donde había cosas que no estaban permitidas. No es un debate nuevo, lo que pasa que hoy tiene alcances que no veíamos. En aquel entonces eran grupos pequeños y ahora tienes al presidente de Estados Unidos diciendo lo que dice. No tengo definida mi posición, estoy leyendo y escuchando a mucha gente sobre esto para tratar un poco de limpiar mi cabeza.
RLC: ¿Qué piensas del escarnio social como mecanismo de rendición de cuentas?
Híjole, como mecanismo de rendición de cuentas no. No para mecanismo de rendición de cuentas. Creo que el escarnio social y la sanción social pueden servir para evidenciar conductas o pensamientos o lo que sea y que en un momento dado pueda haber una consecuencia a partir de ello. Siempre se ha dicho que si la gente frenará a los que están gritando el famoso “puto” en el estadio, posiblemente habría una reacción diferente hasta antes de esperar a que alguien te tenga que decir que no lo grites. Lo que no lo veo es como rendición de cuentas, porque creo que el escarnio social termina también metiendo en el otro las ganas de la revancha y de la venganza. Entonces, en un momento dado sí puede haber, digamos, como un “órale, va”, pero termina contaminando esta relación. No estoy encontra, también creo que al final es parte de ello, eso ha existido siempre, pero creo que el escarnio social señala más que dialoga. Y eso es tal vez lo que me preocupa en cuanto a rendición de cuentas.
RLC: ¿Tienes alguna posición en el debate sobre el derecho al olvido?
GW: Híjole, me atoro en esto porque también es un tema al que le he dedicado mucho, mucho tiempo a pensarlo. A ver, en principio tendría yo derecho a que desapareciera algo sobre mí que está mal, que es equivocado, que me afecta, que me hace daño, sí. El caso de estas gimnastas, por ejemplo, que cada vez que entraban se veía que habían tenido problemas de desorden alimenticio y que eso volvía a generar una psicosis y un planteamiento hasta de salud, sí. Creo, sin embargo, que el derecho al olvido es muy cercano a “vamos a borrar aquello que no queremos que se sepa”. Y esa línea a veces es muy delgada. Yo podría pedir que borren de mi historial que fui una corrupta, que fui una no sé qué porque pues ya no lo soy o porque ya di un paso, y creo que nos perderíamos de mucho conocimiento social también. Y conocimiento histórico. Y además se prestaría a arbitrariedades también. Es decir, yo quiero que borren eso porque no quiero que se sepa de mí tal cosa. Entonces yo creo que el derecho al olvido tendría que estar muy pensado para medir cuál es la afectación real. O sea, yo sí creo que una persona que físicamente y psicológicamente está afectada por un contenido, se podría revisar lo que es. Pero creo que en principio yo te diría “no estoy a favor del derecho al olvido. En principio”.
RLC: ¿Crees en general que Twitter ha tenido un efecto positivo o negativo en el periodismo mexicano?
GW: Mira, yo creo que es bastante positivo porque al final creo que a través de Twitter ,primero, nos hemos conocido muchos que tal vez no nos conocíamos, hemos identificado muchas cosas, hemos identificado historias, hemos tenido acceso a fuentes. Yo recuerdo muy al principio, cuando me estaba metiendo apenas a Twitter o poquitos años después, por ejemplo, fue el golpe de Estado en Honduras. Entonces me pude conectar con periodistas de Honduras y tener de viva voz contenidos. Creo que en ese sentido ha sido muy positivo. Creo que nos ha ampliado. Si te empeñas en buscar voces y en diversificar tu timeline creo que puede ser muy positivo. Creo que es es menos positivo, y tal vez eso sucede sobretodo en fechas recientes, cuando te sientes obligado primero a tener una voz y una opinión de cada tema. Y entonces creo que eso contamina todo. O sea, yo creo que no tenemos porque opinar de todo. Hay cosas, y sobre todo públicamente, hay cosas que igual yo puedo pensar algo sobre eso, pero... hoy, por ejemplo, me decían “es que ¿por qué dejaste que el subsecretario López-Gatell se fuera limpio con lo de la vacuna, la Sputnik V?” porque yo no sé si lo que me dijo sobre la Sputnik V es verdad o no, lo que voy a hacer ahora es confrontar lo que dijo con una persona que sepa, pero yo no tengo el conocimiento para decirle “no, no, no, lo que usted está diciendo de la enzima y la no sé qué” no tengo ni idea mano, yo reprobé biología. Creo que esto ha afectado mucho. Y luego sí creo que el, digamos, estas guerras constantes y este escarnio hacia los medios de comunicación y estos ataques constantes de unos y otros lados sí creo que han ensuciado mucho el trabajo. O sea, yo siempre digo “a ver yo no le puedo mentar constantemente la madre a alguien, aunque lo quiera hacer, y luego pretender que esa persona me dé una entrevista”, por ejemplo. Pues esa persona está en todo su derecho de decir claro que no te voy a dar una entrevista. Cancelé ya de entrada la posibilidad de un diálogo. Creo que lo que hemos vivido en los últimos, tal vez tres, cuatro o cinco años, me parece que es lo que ha sido menos bueno, pero usado. Yo, por ejemplo, me propuse este este inicio de año, diversificar mi timeline y tratar de buscar gente en otros lugares y tratar de leer otras cosas y salir de la burbuja y de la cámara de eco. Creo que la cámara de eco sí nos hace mucho daño.
RLC: ¿Hay demasiados periódicos en México?
GW: Yo creo que sí. O sea, creo que sí porque, pues, por el índice de lectura. Por mi, yo feliz que hubiera periódicos. Si cada ser humano quiere sacar un periódico, que saque un periódico. Pero siempre dudaba, y esto tampoco es nada nuevo, siempre hemos dudado de muchos periódicos, de cómo se sostienen, de dónde viene ese dinero o para qué están aquí, a qué fines o a qué intereses responden para poder sobrevivir. Entonces, en ese sentido, sí, pero o sea, yo de verdad no tendría ningún problema en que hubiera muchísimos. Yo no creo que necesariamente tenga que haber sólo una voz dominante y el consenso en torno a esa voz, no, que haya muchísimos. Pero cuando no queda claro el modelo de negocio y cuando no queda claro a qué responden, pues sí, yo digo “híjole”, o sea, hay periódicos que dices “¿y esto es cómo es posible que siga saliendo diario?”, y no voy a decir nombres.
RLC: No, no, no... ¿cuáles son las lecciones que los medios del mundo pueden aprender del periodismo mexicano?
GW: A sobrevivir, creo que a sobrevivir. Y no me refiero solo a la parte dramática de la violencia, sino incluso a la posibilidad de existir. Pero fíjate, creo que justo a veces estas carencias económicas o demás creo que lo que ha logrado hoy en México... yo sí siento que estamos teniendo una época muy buena de periodismo hoy en nuestro país. Creo que se está haciendo muy buen periodismo de investigación, se han establecido redes de periodistas que terminan siendo redes solidarias de apoyo, incluso en cómo sacar contenido, qué contenido hacer, investigación de manera conjunta. A veces no necesariamente a través de los llamados medios tradicionales. Esto no necesariamente sale en radio o sale en tele, pero también nos damos cuenta de que no importa tanto porque sí están teniendo otros espacios de salida. O sea, sí creo que la forma como se hace periodismo de investigación en nuestro país es muy atractiva en redes a través de… más allá de la Ciudad de México, creo que se ha ido logrando como permear en otras partes del país. Incluso redes solidarias con Centroamérica o con algunos países sudamericanos en cuanto a periodismo. Yo creo que eso es loable. A mí me gusta mucho que además se esté haciendo este periodismo de tan alta calidad de investigaciones muy, muy sólidas que llevan mucho tiempo. Yo creo que eso es algo que sí hay que aplaudir y que sí se debería de aprender cómo se está haciendo aquí.
RLC: ¿Y al revés? ¿Qué lección le urge aprender al periodismo mexicano de los medios del mundo?
GW: Pues ahí dependería un poco de qué medios. Pero yo diría que el respeto por la audiencia. Yo creo que el respeto por la audiencia y el respeto por la audiencia me refiero a de verdad servir a una audiencia. Tengo la sensación que todavía el periodismo... Hace muchos años me acuerdo preguntándole a reporteros que trabajaban en medios impresos, sobre todo les dije “oye, ¿tú tienes una idea de quién es tu lector, cómo es tu lector, qué hace, qué le gusta leer?” y ellos me decían “no, no tengo la más remota idea”. Creo que nos ha costado mucho trabajo, más allá del número de “tengo tantos lectores, tantos radioescuchas, tantos televidentes”. Creo que creo que no hemos tenido un diálogo con nuestras audiencias, un diálogo constructivo, un diálogo de “¿qué le sirve?” Mira, el otro día, por ejemplo, me decía una querida amiga me dice “oigan estaban ustedes transmitiendo un reportaje sobre las ambulancias privadas en la Ciudad de México con el tema del Covid” y dice “me dieron ganas de llorar y apagué la radio”. Y luego me quedé pensando y dije “híjole”, creo que a veces también tenemos que tener este diálogo “oye, ¿cómo te estás sintiendo en este momento? ¿Qué es lo que necesitas también en este momento?” Creo que no hablamos con nuestra audiencia y eso no es que lo hagan en el mundo, pero sí me parece que en varios lugares del mundo lo están haciendo bien, con una conciencia mucho más clara. O sea, esta idea, por ejemplo, que tuvimos hace muchos años de tener defensores del lector, defensores del televidente, defensores del radioescucha, esa era un poco la lógica. La lógica tener como una intermediación entre la audiencia y el medio y poder de repente “yo me sentí ofendido por lo que tú transmitiste, yo quiero seguirte escuchando pero me sentí ofendido”,“bueno, vamos a dialogar ¿Por qué te sentiste ofendido y por qué creo yo que de todos modos tengo yo que transmitirlo?”, y esto a través de estas instancias intermediadoras. Y en ese momento se tomó aquí en México como “ay, lo único que quieren es censurar”. No, o sea, en fin, darle como el respeto que merece la audiencia. Creo que sí eso todavía nos lo debemos.
RLC: ¿Qué te parece este estilo de entrevista, mucho más confrontativo, el que tienen los periodistas yo diría sobre todo en el Reino Unido, recientemente en Estados Unidos? Comparado con lo que hacemos aquí, que de pronto yo lo encuentro muy diferente.
GW: Mira, a mí me pone nerviosa de pronto, tal vez un poco por por mi propia formación casi familiar, me pone a veces nerviosa este estilo confrontativo. A mí, por ejemplo, me gusta mucho lo que hace Michael Barbaro en The Daily, porque cuando entrevista a alguien no es confrontativo, incluso a veces es hasta suave en su forma de hablar, pero es no soltar algunos temas. Y también la otra es permitirle a la audiencia que tome decisiones sobre el contenido que está escuchando, que no seas tú quien le dictamine a la audiencia lo “es que esto está mal”, si no es un poco esto que te digo como el respeto también por la inteligencia de la audiencia. A mí no me encantan las entrevistas de interrumpir y de meterte, esas a mí no me gustan. Me parece que se vuelven incómodas para todos los que están ahí y creo que a veces termina luciéndose, sobre todo, quién está entrevistando, y no es solamente el momento, digamos, de entrevista. Sí, creo que aquí de repente nos cuesta también trabajo, de repente nos volvemos al otro lado. Entonces a mí me gusta, yo te diría firmes, pero no tienes por qué dejar de ser amable. Yo sí creo en la amabilidad. Pues la verdad, entonces se puede ser firmes sin tener que ser golpeador. Pero bueno, eso es un poco mi estilo. También creo que hay audiencias para todo. También hay gente a la que le gusta que sea así, como “no lo sueltes, no lo sueltes, ya lo tienes acorralado”, y hay gente que incluso se molesta mucho, “oye no, ya es una falta de respeto”. Entonces también tenemos que aprender que hoy hay audiencias para todo y hay periodismo para todo. A mí en lo particular no me encanta que se metan así hasta el fondo del callejón, a ver qué te saco, aunque sea con el último golpe, pero sí me gusta que haya firmeza y no soltar las preguntas.
RLC: Desde un punto de vista antropológico, ¿Cuál es el comportamiento más extraño de los políticos mexicanos? y me refiero a ¿Qué hacen los políticos mexicanos, todos, independientemente de su partido o de su edad? Para mí es el “todo lo hacen en nombre de alguien más, por instrucciones del señor Presidente o por instrucciones del señor secretario”.
GW: Yo te diría que cómo se saludan, o sea, este rollo del saludo. Es que ahí no importa de qué partido son, pero todo mundo, sobre todo los hombres, este saludo con unas palmaditas en la espalda y esta especie de juego de mirarse desde una altura en la que se asumen. Eso es algo que incluso generacionalmente se transmite. Es como “entre más fuerte das la palmada en la espalda, más hombre soy”. Eso es una cosa que nunca he entendido y que se repite. Es como este el lenguaje del político mexicano. Y la otra, es... a mí una de las cosas que me encantan, que me da risa y lo he estado escuchando ahora ya en algunos de los promocionales para las próximas elecciones, cuando alguien dice “soy una mujer de trabajo”, pues qué bueno, todos trabajamos, o sea, ¿por qué tendría que votar por ti porque dices que eres una mujer o un hombre de trabajo? pues qué bueno. O la otra “es que me levanto muy temprano y me acuesto muy tarde y estamos trabajando”, pues qué bueno, mano, ya sólo faltaba que no, pero eso si te fijas todo el tiempo “es que soy una persona de trabajo” hombre, pues sólo faltaba que no. Estas cosas raras de nuestros políticos.
RLC: Escribiste alguna vez que México y los mexicanos tenemos una vocación melodramática, ¿en dónde crees que se encuentra esa vocación melodramática?
GW: Bueno, en todo. Y con eso no me refiero solamente a que el programa más visto de la televisión sea “La Rosa de Guadalupe”, que es así como el ejemplo del melodrama. Es que el melodrama implica que haya siempre como la posibilidad de que todo termine como derrotado, pero entre lágrimas o entre risas. O sea, hay una parte como muy de emoción ahí metida. Y me parece que así somos nosotros. Es decir, desde todo, desde cómo hablamos. Todo se vuelve como… lo crecemos el drama hasta lo más alto, y el problema es gigantesco, gigantesco, gigantesco y entonces nos vamos a morir todos y no sé qué y de repente, pum! Y siempre hay un salvador o una salvadora. Eso es un elemento también muy importante en el caso, sobre todo del melodrama. Pero yo insistiría en esta parte como de la.... ojo, y hay melodramas muy buenos, pero lo digo así, tal cual de la melcocha del sentimiento, así como tanto para un lado como para el otro. Nos amamos o nos odiamos, pero siempre estamos metidos en este chapoteadero de emociones antes de poder resolver las cosas. Y entonces, bueno, puede ser divertido, pero sí creo que esto nos alarga. Por eso somos tan buenos para llorar, por ejemplo, somos tan buenos para reír también. Pero es eso. Vivimos un poco en el chapoteadero de emociones y a veces esto no permite siempre resolver las cosas como quisiéramos o poder poner ciertas distancias. Cuando ya estás llorando es muy difícil poner distancias críticas, estamos llorando, y lo más seguro es que en una de esas vamos a llorar juntos, vamos a terminar abrazados juntos, y entonces… bueno, va, chido. Pero sí creo que somos un buen ejemplo del melodrama y lo puedes ver, por ejemplo, ahorita en mucho en temas de aprobación del del presidente López Obrador. Si te fijas, al presidente se la aprueba como persona en casi todas las encuestas. Se le reconoce a él como persona, que es un tipo honesto, que es un tipo de buen corazón, que se preocupa. Cuando ya le preguntas a la gente “oye ¿y en seguridad?” ahí si no “¿y en salud?” tampoco, “¿y en educación?” tampoco. Entonces es muy curioso, al presidente le damos a él como persona una altísima aprobación, pero ya en su quehacer, digamos, pues no tanto. Creo que ahí hay un ejemplo muy claro.
RLC: ¿Qué es algo que has aprendido sobre viajar que es distinto a como lo hacen otras personas?
GW: Hay una película que se llama Accidental tourist, si mal no recuerdo, que es de ya hace un chorrísimo de años que narra, por ejemplo, un cuate que se dedica a escribir libros de viaje para que cuando viajes nunca sientas que estés viajando. Entonces, ¿dónde comer? Obviamente una película gringa, entonces ¿en dónde comer la mejor comida gringa? como para que siempre sientas que sigues en tu lugar de origen. Y en cambio, por ejemplo, The Sheltering Sky, tanto la novela como la película, pues es como justo al otro lado, dejar que el viaje te descoloque, dejar que el viaje en verdad te... que comas cosas que nunca habías comido permitas escuchar a la gente, permitas como caminar, permitas que el mundo te sorprenda. Y a mí me gusta más esa parte, la verdad. O sea, esa parte es la que a mí me gusta. Yo en muchísimas ocasiones... uno, me gusta mucho viajar sola, muchísimo, y a veces lo primero que hago es llegar y perderme un poco, perderme en el lugar en el que estoy y tratar de más o menos encontrarle sentido al entorno, probar cosas. A mí me gusta, salvo el chocolate, me gusta comer todo, entonces me gusta probar cosas raras. Entre más rara sea la cosa que me voy a comer, más se me antoja probarla y ver qué sucede con eso. A veces son cosas asquerosas pero bueno, ahí las estás probando. Entonces eso. Ahora, también tengo mis momentos en donde quiero ir a viajar a algo que me es conocido y sentirme. Yo siempre digo que a veces necesito como mis escapadas a Estados Unidos, porque ya sé que voy a comer tal, voy a hacer estas compras, voy a caminar por calles que casi siempre se parecen. O cuando vas aquí a alguna playa, así como más de hotel, pues es un poco esto, también necesito esa parte. Pero el descolocarte, el sentir de repente “híjole pues a ver qué pasa”, pues esa es la que a mí me gusta más.
RLC: ¿Cuál es la ciudad más infravalorada, como turista, de Alemania? ¿Cuál es la ciudad que no está en el mapa de los turistas a la que deberían estar yendo?
GW: Mmmmm. Yo te diría que mucho el norte de Alemania e incluiría Hamburgo, aunque Hamburgo es una ciudad que es muy visitada, pero no es el lugar... cuando tú le preguntas a la gente que va a Alemania acá siempre te dice que va a München al sur, a Berlín, Frankfurt, porque ahí aterriza el avión muchas veces, pero casi nadie se queda en Frankfurt y Frankfurt tiene unas cosas increíbles. Mi hermano vive por ahí cerquita y he ido descubriendo unas cosas increíbles. Incluso una ciudad como Frankfurt, que al principio podrías pensar que es solamente una ciudad de ahí, comercial, bancaria, etcétera. Pero yo diría el norte. El norte es fascinante. Es que a mí me gustan mucho los lugares que empiezan a tener cierta sensación de extremo, donde de repente el clima se vuelve extremo, lo que la gente come, como la gente actúa. Para mí, mi ciudad favorita de Alemania es Hamburgo, pero por muchísimo. Es una ciudad espectacular, así que sí, los invito a que vayan, es carísimo, pero no importa.
RLC: Y también ahí está el San Pauli, el equipo de fútbol.
GW: Así es, y está todo San Pauli, que es la zona de la zona de reventón. Era la zona de, no sé ahora, pero era la zona donde se ejercía la prostitución, digamos, reglamentada. O sea, era la zona de mega reventón, porque además hasta el puerto y todas las zonas de puerto en el mundo siempre tienen un poco eso. Pero es una ciudad elegante, se come de maravilla, la gente es muy buena onda, un clima raro, no tan bonito, pero bueno, si se animan, échense pal norte de Alemania, no vayan sólo a München, que es maravillosa, yo viví muchos años en München, muévanse para arriba.
RLC: ¿Qué partes de la nueva normalidad vas a adoptar para cuando ya no tengamos que estar encerrados?
GW: A estar bastante en mi casa. He disfrutado mucho mi casa. Me gusta, por ejemplo, poder hacer muchas cosas a distancia. Pienso en juntas y cosas así. Creo que de pronto perdíamos mucho tiempo. O sea, de repente pienso juntas que en lo que llegaba todo el mundo, llegaba el jefe, platicabas, no platicabas, 3 horas, 4 horas. Creo que estas cosas pueden hacer mucho más eficientes. Y además, he disfrutado mucho mi casa. He descubierto que es una casa bonita. Es un departamento chico pero es un apartamento muy bonito, entonces eso, sin lugar a dudas. Y seguir descalza un buen rato, porque a mi me encanta andar descalza y es lo que más disfruto, andar descalza. Entonces si yo te diría que eso, sobre todo el poder hacer muchas cosas desde mi casa. Eso es lo que yo quiero mantener.
RLC: Ya casi acabo, nomás me faltan unas 4 o 5 preguntas sobre cómo trabajas, porque haces un montón de cosas distintas, todas toman mucho tiempo, todas toman ciertos niveles de energía ¿Cuál es la mejor estrategia que has encontrado para administrar tu tiempo?
GW: Híjole, soy muy mala para administrar mi tiempo. Debo reconocerlo. Le digo que sí a demasiadas cosas y luego ando como angustiada también con eso. Bueno, primero también tengo que decir que tengo un estilo de vida que me permite tener mucho tiempo para mí. No tengo hijos y vivo en un mundo muy adulto, muy adulto, entonces eso me permite controlar mucho más mi tiempo. Ahora, por ejemplo, he estado más pendiente de mis papás desde el tema de la pandemia y es curioso como eso te absorbe la atención de pronto. Pero bueno, primero eso, como que yo organizo mi vida para mí de alguna forma. Entiendo que es muy diferente si tienes uno, dos, tres hijos, las cosas se vuelven completamente diferentes. Pero te digo, no soy tan organizada, sufro mucho de pronto porque de repente me doy cuenta de que tengo tres deadlines para entregar artículo o para dar una conferencia, para dar una clase. Entonces, si no soy tan buena, pero me he hecho un poco a la idea de, uno, empezar a decir que no a algunas cosas y tomé control absoluto de mi agenda. Creo que de las cosas que a veces haces cuando eres jefe, a mí me ha tocado ser directora de varios lugares, etcétera, es como que le cedes tu agenda, porque somos muy flojos, y entonces pues ahí ya sea tu asistente o si tienes una secretaria o un secretario o lo que sea como que te resuelve un poco esa vida. Y cuando dejé de tener todo este personal de apoyo porque dejé de ser directora, al principio yo decía “¿qué hago?” y hoy tengo control total de mi agenda. Y entonces eso me permite estar visibilizando el caos que es mi vida, pero estarlo viendo yo todo el tiempo. Y entonces de repente, híjole, como acomodar y como este tipo de cosas, pero soy muy mala. No aprendan de mí absolutamente nada como administrar el tiempo.
RLC: ¿Qué tipo de cosas delegas y qué cosas son tan importantes que las tienes que hacer tú personalmente?
GW: Fíjate que delego muchas cosas. Por ejemplo, en mis equipos de trabajo y dempas, si a ti, Ricardo, te encargué que hicieras algo y me dices que lo vas a hacer, entonces yo asumo que lo vas a hacer. No estoy como encima de “¿lo hiciste, lo hiciste, lo hiciste?”, asumo que lo vas a hacer. Y delegas cosas… cosas que me parece que la gente hace bien no tengo por qué hacerlas, yo. Es decir, por ejemplo, yo no soy buena para nada que sea como cosas sofisticadas de cómputo, entonces no soy bueno, me hago bolas hasta medio con un Excel y hay gente que lo hace muy bien, entonces bueno, ¿por qué me meto yo? háganlo y lo único que pido es que se hagan bien. Las cosas que no delego, en las que sí me meto, es como en la calidad de lo que quiero hacer. Es decir, por ejemplo, en mi programa de radio, desde qué personas queremos entrevistar, qué orden y qué ritmo debe llevar el programa, qué tipo de reportajes queremos hacer, qué adios vamos a escuchar que se escuchen bien, o sea, asumo que tú me los mandaste, pero sí les echo una escuchada antes. Que la calidad se mantenga. Por ejemplo, en mis clases… yo doy mis clases. O sea, no me gusta como delegarselo solo a un asistente dar clases, me gusta estar ahí, me gusta dar mis clases, me gusta meterme. Pero, por ejemplo, a veces cuando tengo mucha chamba, pues he tenido asistentes que me ayudan a calificar, por ejemplo, y eso no tengo ningún problema y me aliviana bastante la vida. Entonces yo te diría que sí soy obsesiva, pero es más bien como con la calidad del producto, asumiendo que la gente con la que trabajo va a hacer las cosas que hace con calidad. Cuando no, pues sí puede arder Troya y entonces pues pasan cosas. Pero creo que ha sido muy buena para formar equipos de trabajo, fíjate, yo pensaba que no, pero fui descubriendo que si puedo hacer equipos de trabajo.
RLC: ¿Qué haces los fines de semana?
GW: ¿Los fines de semana? En tiempos prepa endémicos soy muy amiguera, muy amiguera, entonces pues mil cosas con amigos, viajar, salir, comidas, me encanta cocinar, amo cocinar, amo la cocina y me gusta cocinar con gente, con cuates. Sí tengo un rollo como muy sociable que ahora hemos perdido, la verdad, en estos tiempos. Pero lo que hago es leo mucho. Ahora estoy viendo demasiadas series y estoy viendo demasiadas cosas y pierdo un poquito la concentración de la lectura. He perdido un poco la concentración en la lectura, pero sí. Y me gusta mucho salir, me gusta mucho vagar por el mundo. Entonces pues eso, de repente irme a algún lugar, salir tal vez de fin de semana. Disfruto mucho los fines de semana. Pero últimamente me ha gustado descubrirme cocinando, con el placer de descubrir otras formas de hacer las cosas. Y a veces también nada. Echarme y echar la hueva absoluta. Y nada, tomar un poco el sol porque luego está uno muy encerrado. No sé. Disfruto mis fines de semana, la verdad.
RLC: ¿Qué consejo práctico, no obvio, le darías a una persona de 17, 18 años que quiere tener una carrera similar a la tuya?
GW: Que se atrevan y que no le tengan temor a equivocarse, porque se van a equivocar muchisisísimo, que se atrevan y que, por lo tanto, si se equivocan, que corrijan pronto, que no tengan tampoco bronca con corregir. Ser menos cautelosos, de repente ser menos planeadores, así como “tengo que dar este paso y luego tengo que dar el que sigue...” Luego muchas cosas que terminé haciendo a veces me caían porque estaba yo en ese momento con ciertas personas y se presentó la oportunidad y decidí sí entrarle. Entonces eso, que se atrevan a equivocarse y que se la pasen bien en la vida, que de verdad intenten siempre tener amigos cerca, o sea, tener amigos cerca con quienes poder llorar, reír, cantar, bailar es muy importante. O sea, yo he podido librar muchas cosas en la vida porque tengo amigos que de verdad nos sostenemos, no solamente con los que echas desmadre, sino que te sostienen en la vida.
RLC: Gabriela Warkentin, de verdad, mil, mil gracias por el tiempo.
GW: Gracias a ti, mano, la verdad, querido Ricardo, que bueno que pudimos tener esta plática y nada, pues a la orden.