Eduardo Limón sobre comer mangos, fumar mariguana y escuchar a George Harrison
Eduardo Limón es periodista de cultura y escritor. Hace un programa de radio los miércoles en 90.9 y escribe una columna en Animal Político. Escribió el libro Historias Verdes, sobre mariguana, y el cuento El camello de las dos jorobas. Hablamos sobre escuchar música, danza contemporánea, U2, Clarice Lispector y existir en la Ciudad de México.
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RLC: Lalo Limon, mil gracias por estar aquí.
LL: Al contrario, Ricardo, para mí es un honorazo. Después de una temporada larga de no conversar contigo, que me encanta, estoy, ahora sí que encantado.
RLC: Sí que hace mucha falta. Quiero empezar por tu libro sobre la marihuana preguntándote cuál es tu primer recuerdo verde o cuál es tu primer recuerdo con la marihuana.
LL: Fíjate, es interesante porque el primero, que de alguna manera está asentado en el libro, es de 1996. La primera vez en la vida que consumí, mal, marihuana, la primera, sí. Un churro pésimamente mal hecho, lleno de ramas, de cocos que duró 26 segundos. De sólo encenderlo se comenzó a consumir. Ese es, digamos, el primer recuerdo. De ese punto a la publicación del libro y a lo que en este momento está sucediendo al país relacionado directamente con la legalización o regulación del cannabis han pasado varios mundos de tiempo.
RLC: A mí como que nunca fui un gran mariguano, por citar al ex jefe de la Policía Mondragón, que decía “no quiero un país de mariguanos”.
LL: Y está bueno tu concepto, gran mariguano, en México muchos ocupan la posición profesional así, con altas, Gran Mariguano. Conozco a un buen.
RLC: Pero nunca fui un gran mariguano. Y ahora que ya todo el mundo es mariguano abiertamente, me parece que perdió como su cualidad transgresora y se me antoja cada vez menos.
LL: Es muy interesante lo que dices, porque efectivamente en un punto de la historia hay que recordar que el consumo de marihuana en nuestro país también se encontraba rodeado por un aura de clandestinidad que le surtía un cierto aire sexy, un charm particular que implicaba ir un tanto en contra del sistema cuando en la calle te ocultabas para encender el churro volteando para todos lados que no viniera la policía. Eso es muy cierto, Ricardo, que ha evolucionado. Claro, estoy hablando de esta perspectiva, si quieres tú un tanto superficial o divertida, hasta lúdica, que tiene que ver con el consumo en la etapa de la penalización y de la política sólo punitiva, pero también durante mucho tiempo en nuestro país hubo justo una desproporcionada política que implicó destruir la vida de jóvenes, llevándolos a la cárcel de forma casi automática por haber consumido un churro en la vía pública, cuando en muchísimos de los casos se trataba sólo de consumidores, vamos a decirlo así, no habituales, en muchos casos experimentales, que como jóvenes estaban probando un poco la sustancia y eso les abría realmente las puertas del infierno. Hoy eso se ha modificado, pero el punto es que, de todos modos, Ricardo, la política punitiva continúa y hay una campaña desarrollada no sólo en contra… Bueno, en general en contra de las sustancias, que igual genera, en el caso de los que sólo consumimos cannabis, bueno, marihuana propiamente, hay muchas formas de la cannabis, pero en el caso de la marihuana, de todos modos es la sensación de que vas en la calle y si te vas a… Bueno, ahora es un hitter porque ya es un hitter de plexiglás con silicón, en fin, pero si lo vas a hacer de todos modos hay que voltear para todos lados, de todos modos checar que no vaya a venir la policía. Igualmente continúa, menor en intensidad que hace años, pero igualmente continúa, la posibilidad de que te persigan, te encarcelen, que un juez determine si estabas o no portando con fines de narcotráfico. Es muy curioso el país. Hemos cambiado y en una parte seguimos igual.
RLC: Esa es otra cosa, que ahora que lo dices voy a sonar como un cascarrabias, como un viejo gritándole al cielo.
LL: Y no como un gran mariguano.
RLC: La estética de la marihuana ha decaído, ¿no? O sea, si pasas de esta idea de Jimi Hendrix prendiendo velas y llenando un cuarto de humo a alguien saca una plumita y te dicen “¿quieres una plumita?”... Creo que estéticamente ha perdido mucha fuerza.
LL: Es buenísimo lo que dices, porque efectivamente, toda esa aura que de alguna forma clandestina y contracultural rodeaba a la planta, al consumo de la marihuana hasta hace unas décadas, unos años, en el mundo en general, en nuestro país en particular y en los Estados Unidos también, como un hecho social cultural muy interesante, sí que se ha modificado, y pienso en los territorios en los que ya es legal, una buena cantidad de territorios, pensando particularmente en los Estados Unidos. Muchos de los estados de la Unión Americana que ya la han legalizado, efectivamente pasó de ser algo medio clandestino, medio contracultural, medio, y esto lo digo con mucho cuidado, medio no dañino o no tan dañino, a convertirse en algo divertidísimo, generador de fiestas multitudinarias, marcas, muchísimas que circulan ahora por el mercado estadounidense. Una generación gigantesca de ganancias, porque es una industria allá realmente muy poderosa. Y eso, la apertura a una serie, una cauda gigantesca, un reguero de productos que ya no tienen nada ni de clandestinos ni de contraculturales. No, no, no, ahora es un consumo casi que desatado de toda clase de formas para consumir mariguana.
RLC: ¿A qué sustancia no renunciarías nunca?
LL: Pues a la cafeína. Y sí, tengo que decir, al cannabis.
RLC: Yo creo que cafeína e ibuprofeno.
LL: A mira. Bueno, esa es otra gran combinación. Es que, sabes, en el caso de la pandemia, por ejemplo, hubo momentos de enorme tensión en los que yo descubrí que durante las mañanas, antes de iniciar mi sesión, yo no fui tan cafetero durante toda mi vida, pero en la pandemia, encerrado, sobre todo en los meses terribles entre 2020 y 2021, cuando prácticamente no salía a ningún lugar, era por las mañanas, antes de iniciar mi sesión de trabajo, la cafeína la que como nunca me encendía, como para de verdad concentrarme en lo que tenía que ver con lo mío. Y ya hacía la tarde, terminada mi jornada, y una vez que yo ya iba a comenzar con otra serie de actividades, si me prendía el churro también era otra dimensión. Y luego llegué a platicar, hasta me acuerdo, en una fiesta familiar con mis hermanos, yo les decía “esa es mi combinación ganadora”. Y bueno, naturalmente, ahora que hemos regresado a las actividades presenciales, vamos a pensar que a lo mejor el consumo ya no es tan habitual diariamente, pero sí que tiene que ver con la forma en la que las llegué a percibir ambas sustancias durante durante la pandemia. Sí, creo que esa es mi combinación ganadora, pero la tuya no me disgusta nada. El ibuprofeno, uy, también te puede hacer volar durante horas de manera súper productiva y además sin dolor.
RLC: Cuando vas en un taxi, en el Uber o lo que sea, ¿te gusta ir en silencio, hablando con quien conduce o escuchando la radio?
LL: Mira, yo soy mucho del Uber, amo las aplicaciones, nunca he conducido, nunca tuve vehículo, entonces las aplicaciones me han resuelto la existencia. Y regularmente suelo ir en silencio. Durante años, cuando tomé taxis en la calle, por alguna extraña razón yo siempre quería convertirme en el amigo del taxista, entonces nos íbamos conversando y muchas veces yo me bajaba del taxi con la vacía sensación de “¿para qué estuve platicando tanto tiempo con este wey?”, de verdad. Ahora en realidad platico muy pocas veces. Sí me ha tocado gente simpatiquísima, súper articulada, conduciendo un Uber, pero regularmente me voy en silencio o aprovecho el subirme para monitorear otras estaciones de radio, cosas que yo no escucho normalmente pero que sí traen muchas veces los taxistas. Yo no les pido que le bajen o que lo quiten o que le cambien. Regularmente, si vienen oyendo… La que escuchen, Disney o la Ke Buena o El Panda, que me ha tocado un par de veces, pues ahí voy monitoreando otras cosas, entonces me resulta entretenido y, si se ve desde esa perspectiva, hasta informativo, algunas veces entro al auto y tienen puesta música que me late o noticieros que yo escucho, entonces pues es una extensión como de la casa, pero esas son regularmente mis costumbres cuando me estoy transportando.
RLC: ¿Qué piensas de esta idea como del artista torturado medio rimbaudesco, que solo una persona que sufre muchísimo en su cuerpo y en su alma y en sus posesiones puede ser realmente como un Artista con A mayúscula?
LL: Yo creo que todos sufrimos, pero es muy cierto que hay una vertiente de colegas, de creadores, que sí le empujan mucho a esta imagen, de que están sufriendo poderosamente, cosa que no siempre resulta funcional en gran medida porque a veces ya nadie te lo cree. Hace un momento estaba mirando en Facebook, mi queridísimo Bernardo Fernández Brigada, mejor conocido como BEF en el ambiente de la novela gráfica y NO gráfica del país, colocó un post acerca de su libro más reciente, que debe de salir hacia el otoño y que ayer terminó durante la madrugada. Y el post es tan bonito, tan realizado y tan feliz, dice “me dedico exactamente a lo que yo me quería dedicar cuando tenía ocho años, tengo ya una carrera suficiente como escritor”, entonces es muy lindo cuando miras eso y dices que pues evidentemente debe de traer sus demonios internos y sus sufrimientos, pero no hay el interés por su parte de propugnar esta imagen de tormento, que es siempre como ingrediente principalísimo para generar la creación. Él lo que está haciendo es decir “soy un creador y un artista feliz, ahí está mi obra” y conozco a varios en el mismo sentido. Hace muy poquito estaba platicando con otra persona y también tiene mucho eso. Produce lo suyo y está tan tranquilo y tan contento. Creo más en la gente que está haciendo lo suyo por un discurso artístico que tiene más que ver con carácter interno o con cuestiones de carácter interno que con aquellos... Acabo de ver una obra de teatro malísima, que no diré, porque qué quemón, pero que tiene que ver con eso, con los artistas que propugnan que siempre están atormentados y que van por la vida tratando de encontrarle ese sentido a la existencia a través del sufrimiento. Y muchas veces a lo mejor esa imagen no es la ideal, entre otras cosas porque en muchos casos no tiene que ver con lo real, es solo una imagen muy creada.
RLC: Me gusta mucho esto que acabas de decir de no voy a decir cuál es la obra horrible que acabo de ir a ver porque… Creo que me lo dijo Carlos Puig y si no, pues que Carlos se lleve el crédito de ésta, pero me dijo que el periodismo cultural se trata de recomendar cosas, si tienes cinco minutos en un programa de radio, di algo que te gusta, no digas “fui a ver una cosa horrible, no la vean”, y creo que estuve viendo como algunas de tus reseñas en Nexos y estuve escuchando algunas de tus viejas colaboraciones precisamente con Carlos Puig en la W, y siempre haces eso, como “vayan a ver esto porque me gustó o escuchen este disco porque me gustó o les recomiendo este libro”.
LL: Mira, pues para variar, en el caso de mi querido Carlos Puig, efectivamente la reflexión es muy articulada y muy sustentada, tienes toda la razón. Efectivamente, es de lo que se trata. Cuando estuve en W eso era, la recomendación cultural diariamente tenía que ver con cosas, pues por supuesto, que tú estés entusiasmado por compartir. De nada sirve ocupar esos minutos de espacio para “no se acerquen a este libro, por ninguna razón vayan a este teatro”. Bueno, pues en todo caso mejor le dices a la gente “oigan, esto me parece entusiasmantemente bueno y se los quiero compartir”. Ahora estoy conduciendo todos los miércoles en Ibero un programa que se llama Inspiria, todos los miércoles al mediodía, más o menos en el horario en que está Martha Debayle hablándole al otro sector del público, bueno, yo estoy en este lado haciendo, entre otras cosas, recomendaciones de carácter cultural o de bienes culturales o de productos culturales, y eso pienso, que la idea es como enriquecerle a quien te escucha el panorama de lo que hay enfrente. Hay tanto que perder el tiempo en lo que no vale la pena implica justo eso, desperdiciar minutos valiosos que mejor puedes emplear en otras cosas. Parte de mi técnica, señalaba, por ejemplo, cuando voy a hablar de libros, procuro no decir o tratar de no decir que el libro es bueno o muy bueno, porque se sobreentiende que si lo estoy recomendando es porque es bueno, más bien me centro o en la ficha del autor el tema del que trata, como que por ese lado es por el que trato de hacer la reseña. Igualmente, en el caso de los espectáculos teatrales o de las exposiciones más que “vayan porque está increíble, qué buena obra este libro maravilloso”, no. “Este libro es sobre una niñita que nació con el síndrome que le acompaña hasta la fecha y tal, esta obra de teatro sobre el clásico de Shakespeare, pero revisitado, recreado desde…” Como que por ese lado es por el que puedes darle el mejor servicio posible, que al final es de lo que se trata, a todos quienes te miran, quienes te escuchan.
RLC: ¿Qué es lo que más te gusta de la danza?
LL: Yo he sido… Y fíjate que chistoso, una vez Carlos me soltó al aire una flor así, maravillosa. Dijo “a Lalo Limón cómo le gusta la danza contemporánea, por eso trae buenas recomendaciones cuando habla de danza”. Ahora en el programa de la Ibero también he llevado varias veces cosas de danza contemporánea, porque esa es la vertiente que me late más. Sí, por supuesto, está la danza clásica y me encanta y todas las vertientes, el ballet, etcétera, pero en el caso de la danza contemporánea voy a caer en el lugar común más terrible, Ricardo, pero es real que a mí lo que me subyuga es la expresión del cuerpo en movimiento, el cuerpo humano en movimiento. Hace unos días estaba precisamente platicando con Jéssica Sandoval, quien es bailarina de danza contemporánea, y hablábamos acerca de eso. En el caso de ella, la liberación que implica el movimiento coordinado junto con su compañía cuando están montando un número nuevo. Y eso, cuando yo lo miro, es lo que verdaderamente me avasalla. De las actividades escénicas, junto con el teatro, la danza contemporánea es la que más me gusta, porque verdaderamente eso te encandila. Mirar a un semejante moviéndose mientras que expresa. Todo el mundo cuando baila está emitiendo algún mensaje. Cada abstracción artística de nuestra cultura implica eso, lanzar un mensaje. Estás expresando algo de una manera siempre abstracta. Y en el caso de la danza, eso se consigue con una altura que verdaderamente me maravilla.
RLC: Yo me considero una persona medianamente sofisticada, medianamente educada, pero me cuesta mucho trabajo como conectar con la danza, y claro que esta es una falla moral mía, es algo que me falta a mí, ¿qué contexto me falta o en qué me tengo que fijar o qué tengo que buscar cuando voy a una presentación o veo un video en YouTube para conectar como lo haces tú? Y lo pregunto con mucha envidia.
LL: ¿Sabes? Creo que los primeros minutos de disfrute de un espectáculo de danza o de una buena obra de teatro te ponen al frente si ya está presente o no el ingrediente que yo considero que es el principal, que sientas algo, que algo se te esté comenzando a remover de alguna manera. Cuando han pasado 20 minutos de un espectáculo y no estás sintiendo nada y estás pensando en lo que tienes que hacer o en el lugar al que vas a ir a cenar una vez que salgas del teatro. Pues en realidad eso no está valiendo la pena. Sí se trata de que los primeros minutos generen algún tipo de conexión contigo. Carmen Boullosa lo define de forma muy linda, claro, hablando ya en la totalidad de la obra, o sea, cuando ya viste una buena parte del espectáculo del que se trate, o cuando ya admiraste por completo la exposición o leíste entero el libro, esto que se provoca cuando la obra que acabas de disfrutar consiguió en algún punto, dice Carmen, rozar el misterio. Suena muy abstracto, igualmente, pero a mí me encanta, porque creo que le atina, que roce el misterio o que roce eso que yo comprendo como el misterio, eso sucede y es hermoso y es poderosísimo. Creo que ese es el ingrediente principal. En alguna ocasión, me parece que fue Diego Manrique, el editor de Rolling Stone en España, quien le preguntó a Joaquín Sabina “¿qué hace falta para una buena canción, para obtener una buena canción?” Y dijo Sabina “hace falta una buena letra, un buen arreglo, un buen coro y algo más que nadie sabe qué carajos es y que es lo único que importa”.
RLC: ¿Quién es tu beatle favorito?
LL: George. Admiro a Paul, y acabo de escribir ahora para Animal Político una reseña cumpleañera del gran Paul. De hecho, por ahí tengo todavía el libro biográfico del que me estuve sirviendo para escribir algunas cosas. Por cierto, aprovecho mi comercial, casi todos los viernes en Animal Político público, Tránsito Lento, ahí cuando tengan oportunidad de entrar ahí al Plumaje, ahí mirarán todas mis notas. Hay muchas cosas ya publicadas de hace muchos años produciendo para animal político. Bueno, admiro a Paul. Siento un verdadero asombro por la inteligencia de un hombre como John. Creo que Ringo, contrario a lo que la cultura popular cree que al pobre ya lo han etiquetado como tonto, que debe ser horribl pasar a la historia como el dumb del grupo, el wey que llegó al final. Creo, como muchos que saben y que debemos compartir, que Ringo es un espléndido baterista que era el ideal para llegar en ese punto de la historia al grupo y que sin él las cosas no hubieran salido tan brillantemente bien como salieron desde el plano musical. Pero George encarna una serie de particularidades que son las que me maravillan. Espléndido compositor al que le toca en suerte trabajar en la banda en la que chambean como mejores compositores del siglo XX los fundadores. Un hombre con mucha vida interior, el primero que manifestó espiritualidad dentro del grupo, que antes era solo pop y solo amor facilón y “te extraño y quiero estrechar tu mano y ámame”, el primero que ya traía como inquietudes espirituales internas era George. Y al final eso, el buen humor con el que se tomó las cosas y la manera, digo yo, tan linda en la que artísticamente consiguió sublimar todo su periodo beatle y asumir la obra monumental que dejó armada con sus compañeros.
RLC: Creo que ya conté esta historia en este podcast antes, pero es normal porque vivo como de cuatro o cinco historias que voy reciclando cada tres o cuatro episodios.
LL: Todos, querido.
RLC: Pero hay una historia que cuando Harrison estaba grabando el primer disco de los Traveling Wilburys con Tom Petty y Bob Dylan y Jeff Lynne y Roy Orbison, que debió haber sido una locura, que Harrison se salió por un momento como del cuarto, no sé, hablar por teléfono o hacerse un té o lo que sea, y que Dylan volteó a ver a Tom Petty y dijo “no puedo creer que estemos trabajando con un beatle”.
LL: Imagínate. Tom Petty, Bob Dylan, estás hablando de uno de los ejes fundacionales del rock estadounidense, de uno que agregó del blues Dos bárbaros. Hablando de eso, imagínate tenemos a un beatle, claro. Y el mismo George tiene por ahí esta canción que when i was a fab. Es buenísima, es su reflexión años después. Y el primer disco solista All Things Must Pass, donde se pone él tocando todos los instrumentos y en la portada aparece rodeado por tres duendes de yeso. Hay una manera tan inteligente… En su momento muy furiosa, cuando sale el primer disco solista, estaba enojadísimo, salvo con Ringo, estaba muy enojado con John, estaba enojadísimo con Paul, había salido muy rasgado él, y aparece un disco triple, lleno con todas las canciones que le rebotaron Lennon y McCartney, compuestas por él, arregladas por él, interpretadas por él y aparece en la portada rodeado de figuras de yeso.
RLC: Es como esta imagen de Whitman que cada uno de nosotros contiene multitudes, y entonces cuando eres tu yo marihuano, tu favorito es Harrison, y cuando eres es tu yo como romanticón tu favorito es Paul, y cuando eres tu yo infantil es Ringo, y cuando eres tu yo justiciero social, es Lennon. Hay un beatle para cada época.
LL: Es buena lectura. En Francia, en los años 90, cuando yo vivía por allá y colaboraba en Le Monde diplomatique, había un examen para trabajo, una prueba para el trabajo en el que una de las preguntas era cuál era tu beatle favorito, y de acuerdo a tu respuesta y de acuerdo al giro de la empresa, ya se daban cuenta si tú podías o no encajar porque exacto, tenía que ver con esto, un tipo de personalidad si le late Paul, un tipo de personalidad si le late John, el empleado del mes si le late Ringo. Y bueno, eso, justamente lo que tú estás diciendo, o sea, de acuerdo a tu manera, a tu forma de concebir el mundo, en ese momento el beatle que te late dice mucho de ti.
RLC: Ahí está otra cosa que me… no me preocupa, pero me gusta pensar que si Bono y The Edge se hubieran peleado en 1996, U2 hubiera pasado a la historia como una de las mejores bandas de todos los tiempos.
LL: Pero no se pelearon.
RLC: Pero como son amigos y siguen vivos y siguen produciendo discos de cuestionable calidad, ya es como que pasan a un segundo o tercer rango de la historia del rock and roll, pero escuché igual lo platicamos alguna vez, pero tú fuiste o eres muy fanático de U2 también.
LL: También he sido muy fanático. Estoy escuchando ya otras cosas, pero U2 ocupa una zona importante de mi vida. Sí, he sido muy fan y mira que es muy buena la reflexión que tú haces, porque efectivamente se convirtieron en unos viejitos millonarios, muy simpáticos, muy poperos, muy inofensivos, que ya no tienen que ver con esos furiosos irlandeses que hicieron cosas increíbles. Y estoy muy de acuerdo. El 96 es, hasta donde tengo la memoria… Creo que es la época en que sacaron el disco Pop, ¿no? Creo que es una gran obra.
RLC: Sí, pero el Joshua Tree es un disco súper trascendente, es como el más importante.
LL: Bueno, sí, es uno de mis favoritos y es, por supuesto el que los impulsó mundialmente y además aportó en el momento en el que había un género, para los que nos escuchan, sobre todo los más jóvenes, hubo un género que se llamó rock, muy famoso, que empezó hacia los 50 del siglo 20 y duró con el siglo. En los 90 nos comenzamos a dar cuenta, decíamos nosotros “estamos en espera de que vuelva a suceder lo próximo trascendental con el género”. En realidad estaba ocurriendo lo último. No nos dábamos cuenta, pero en realidad de los 50 hacia principios del siglo 21, trácatelas duró. Pero mientras que estuvo ahí el rock en su momento U2 claro, le aportó al género un sonido único hacia los 80.
RLC: ¿Cuál es la gran lección que tomas de tu experiencia en Le Monde diplomatique y de tu experiencia viviendo en Francia?
LL: Creo que la experiencia europea, para mí la francesa, pues, tuvo que ver con que por primera vez me hice a la idea de cómo era el trabajo periodístico desde la redacción. No había tenido oportunidad de colaborar en una redacción tan activamente como lo hice mientras que viví allá y de alguna forma comenzar a experimentar esto que años después, en una entrevista me dijo Juan Villoro, y que me parece hasta la fecha brillante, dice “periodismo y periodismo de cultura en particular, no es otra cosa más que literatura bajo presión”. Entonces yo ahí, sin darme cuenta, lo vivía porque me tocó el Mundial y yo entregaba crónicas no deportivas acerca del Mundial. Y muchas veces sí eran las prisas para tratar de lograr algo que me tuviera contento y a entregarlo rapidísimo. Entonces sí, esa parte fue como muy valiosa de la experiencia, ya muy, muy formativa.
RLC: Además de Historias verdes ¿qué libro has regalado más veces?
LL: Qué gran pregunta y qué bien que me oigan, por cierto… Bueno, ahorita platicamos de eso. Hacia finales de este año debe de salir el nuevo, ya no tiene que ver con marihuana, es otra cosa, ahorita les platico, y el año entrante viene otro más, de relatos que es en lo que ando ahora y estoy checando ahí una cosa nueva con respecto a la marihuana que espero que aparezca pronto, pero ahorita me dejaste pensando. ¿Qué libro he regalado más? Híjole, es que recientemente estoy regalando mucho una novela gráfica que se llama Los años de Allende, por acá la tengo, por acá debe de andar. La publicamos en el Fondo de Cultura Económica como parte de nuestra colección Popular cómic, de novela gráfica. Y me parece espléndida. Y esa la he regalado, ahorita en esta temporada de diciembre para acá y hace muy poco la volví a regalar. Ha sido como, como el libro que más he estado regalando.
RLC: ¿Dónde crees que reside la genialidad de Clarice Lispector? ¿O qué es lo que más te gusta? ¿O qué es lo más importante?
LL: Su transgresión. Un poquito como con Leonora Carrington o como con Pita Amor, fíjate qué figuras tan disímiles, pero a las tres yo las unifico en su… Es que voy a caer en el lugar común, pero de veras, la genialidad, el desparpajo libre, libérrimo, sobre todo en los contextos en los que se desarrollaron. No olvidar que tanto Pita Amor como Leonora Carrington, como específicamente Clarice Lispector, vivieron zonas poderosamente heteropatriarcales de la historia en las que que una mujer agarrara y dijera lo que quisiera era de veras muy extraño, hace falta carácter y agallas. Y yo siento, regresando ya específicamente a la figura de Lispector, que esa es una de sus alturas mayores. Una mujer genuinamente libre, libérrima. Ahí está la obra para recordarnos hasta qué punto ella decía “hablaré de esto en estos términos y no me importa”.
RLC: ¿Eres muy purista de leer en papel o te da igual leer en PDF o Kindle fotocopias de la Biblioteca de Filosofía y Letras de la UNAM?
LL: Sí, soy un nostálgico del soporte físico. Sigo leyendo en papel. Es muy poquitito lo que leo en electrónico. Bueno, tengo acá un folder en mi computadora que se llama libros de la pandemia, que son los que me eché y no deben de ser ni 40, ¿sabes? En realidad es muy poquitito contra, pues ahora sí que mi colección en físico, que es a la que siempre recurro. Estoy leyendo Cerrado por fútbol de Galeano, lo tengo en papel y ahora reencontré el Cien años de soledad, que me lo pasé a la recámara, también en papel. Sí, regularmente leo y estaba leyendo Yonki de Burroughs, ese sí en electrónico y lo tengo medio interrumpido precisamente porque a la computadora casi no me asomo para leer libros.
RLC: Y cuando estás leyendo, ¿rayas los libros o los respetas como objetos sagrados del conocimiento y el arte?
LL: Antes los respetaba. Hace muchos años yo era, exacto, como si fueran objetos edificantes de la cultura humana. Uy, todos mis libros estaban en excelentes condiciones. Con los años la verdad es que les he perdido, en ese sentido, el respeto. Yo no uso separadores, doblo la hoja en la que me quede y los subrayo mucho y he llegado al punto de incluso rayar la portada. El que estoy leyendo, el libro de Galeano, es precisamente para una onda que tengo que… En fin, para algo que tiene que ver con el comité editorial del Fondo, y tengo rayada hasta la portada porque quiero señalar algunas cosas y tengo ya, por supuesto, mil subrayados adentro y está todo el libro doblado. Sí, ahora la verdad es que ya les tengo poco respeto, pero me gusta porque una vez que eso sucede, el libro adquiere como una vida muy particular y se vuelve un gran compañero cuando tú estás incluso encajando con el plumón con el que está subrayando y viene doblado. Es un libro súper vivo. Entonces sí, ya no los respeto nada.
RLC: ¿Y cuando empiezas un libro te obligas a ti mismo a terminarlo o eres rápido para “este no me está diciendo nada”, aventarlo y el que sigue?
LL: Durante mucho tiempo tuve la técnica, que alguna vez platiqué con Xavier Velasco, de la página 64. Si en la 64 no te está pegando, ya para que estás perdiendo el tiempo, no, a la ventana. Así abres la ventana y zas, que le transforma la vida a alguien más. Y uno tiene cantidad de cosas por leer. Ahora es muy cierto que por cuestiones laborales que tienen que ver tanto con el Fondo de Cultura Económica o con Ibero, muchas veces sí tengo que forzarme a concluir un libro o, vamos, a explorarlo así suficientemente porque tiene que ver con trabajo, entonces eso cambia naturalmente la relación. Pero si se trata, como en mi caso, de algo de lo que estamos platicando ahora, de entretenimiento, de una lectura personal, sí, lo he hecho muchísimas veces, página 60 y tantos, y no me estoy enganchando, ya, lo suelto, por supuesto.
RLC: Cuando te llega una idea para una columna o una idea para lo que sea del programa de radio y estás en el Oxxo, en el parque, en la parte de atrás de un Uber, ¿lo escribes en una libretita que traes ahí, te mandas un mail? ¿Cómo apuntas esas cosas?
LL: En la agenda del iPhone, realmente. Hago una nota o algo. Ahora, por ejemplo, y es un buen ejemplo, pasó la cosa esta que parecía que iba a ser muy trascendental y luego se convirtió en una tontería, el tipo que le embadurna un pastel a la Mona Lisa. Uy, que los primeros minutos de que sucedió la nota, cuando yo comencé a saber de ella, dije “increíble, gran discurso, los artistas están hablando poco de la guerra”. Pero ya luego vi el video del cuate, entendí por completo el discurso de lo que traía y vi lo que había hecho con la Gioconda y dije “este en realidad es un exhibicionista, lo que quería era salir en las redes y conseguir todos los likes”, pero en el momento en el que la nota estaba circulando y todavía no veía yo las imágenes, me acuerdo, justo, iba yo en un taxi y después estuve en un Oxxo, en los dos lugares escuché la misma nota y en el aire anotando, digo, “abrir el programa que viene con el discurso artístico, ¿por qué los artistas no están hablando del arte? ¿Cuántas veces se han lastimado obras artísticas en la historia?” O sea, traía yo todo eso porque es un gran tema y centrarlo en la figura de este chavo que dije yo, “igual es una especie de Bansky o el wey se disfrazó”. Todo me parece una gran historia periodística, ¿sabes? Dije “qué gran nota cultural'', pero se me ponchó muy rápido y dije no, no, no, este es un exhibicionista de redes, pero eso, lo anoto en el iPhone.
RLC: ¿De quién te gustaría ser escritor fantasma?
LL: Grandiosa pregunta. La biografía de alguno de los artistas, sobre todo los músicos con los que me llevo, es una misión en la que me gustaría ser escritor fantasma. Me pones a pensar así en un par de amigos, que son además músicos a los que admiro mucho y me encantaría hacer, por ejemplo, su biografía o algo, siendo escritor fantasma. Eso sería fabuloso.
RLC: ¿Qué libros, discos, películas, cómics, viste por ahí de los 15 o 16 que se han quedado contigo?
LL: Pues mira, cuando tenía como 15 tuvimos oportunidad en casa de recibir por parte de una tía que nos regaló unas colecciones de Editorial Bruguera que traían clásicos de la literatura en cómic. Yo a esa colección le debo haber leído todo Julio Verne. Me conozco libros de Julio Verne que mucha gente nunca menciona y yo sí porque los leía en cómic, y a la fecha… ¿Dónde se habrán quedado? Pero hay uno fabuloso, A través de la estepa, que es una novela de aventuras fabulosísima, se me quedó mucho en la mente. A la fecha, no sé, recuerdo muy bien los cuadritos, la historia, eso se me quedó mucho. Y de la adolescencia también, el momento en el que empezaba la industria del video y ya yo era un adolescente ya joven, cuando MTV, y eso para mí fue poderoso, se me quedó grabado. A la fecha disfruto mucho poner el MTV actual, que ya no tiene nada que ver con el de los 80, pero lo disfruto porque sigo recordando lo importante que fue para mí en su momento. Se me quedó la idea de que una rola sea acompañada con imágenes y el discurso que cada una de esas imágenes ha tenido en periodos de la historia es algo que me fascina de verdad. Me fascina hasta la fecha. Yo recuerdo cuando empezaban los videos cómo se contaba una historia. Eran pequeñas películas del momento, Thriller de Michael Jackson, pero había muchas que eran pequeñas cintas que te platicaban una historia mientras que transcurría la canción y luego caímos en lo onírico. De repente los videos se convirtieron en una cosa súper extraña que cada vez era más y más pacheco, más abstracta. Y he aquí que la banda centennial, lo bueno, los millenial centennial que están ahora produciendo los videos, han vuelto a la narrativa, pero ahora agregando los créditos, ahora ya viene quien dirigió el video, al final aparecen iluminador, sonidista. Es interesantísimo y la forma en la que la banda más joven igualmente está otra vez contando historias, pero ahora las historias son distintas. Noto otras preocupaciones, noto otra concepción del mundo. Vamos, yo que crecí con el rock y que a la fecha digo “pinche mundo, ojalá se incendie y caiga el meteorito ya y sea instantáneo ya”, yo ahora veo a la banda más joven en los videos, todo es alegría y danza. Muchas de esas músicas que escucho ahora digo por supuesto, está entre ellas el reggaetón, pero hay muchas, yo las englobo en un subgénero que conozco como pop de buenas, así las oigo y para mí todo eso es pop de buenas. Y digo “qué vaciado”, de la época en la que yo oía la música que más me marcó, digamos algunas de las que más me marcó, donde estábamos en contra del mundo y ahora veo a la banda bailando y todos contentos y salieron de la pandemia con una alegría y con un impulso que yo digo “bueno, pues está bien, se acabó, se acabó el descontento o da esa impresión, se acabó el enojo, todo mundo está muy de buen humor, pues qué bueno”, pero eso es lo que me marcó y ahora sigue determinando mucho de mi lectura del mundo.
RLC: ¿A quién le has hecho la que consideras que es tu mejor entrevista?
LL: Mira, tengo la satisfacción de considerar varias como objetivamente buenas entrevistas, me haces pensar en varias y es muy lindo el camino, pero sí recuerdo que una de las que por primera vez me pareció que era una entrevista en la que estaba yo verdaderamente compenetrado con el personaje y todo me lo estaba respondiendo con una riqueza que cuando la publiqué en Emeequis yo me sentí muy, muy satisfecho, fue a Paco Taibo, quien es ahora el líder de mi proyecto en el que estoy en el Fondo de Cultura Económica. Fue Paco el que me invitó a formar parte de su equipo, y cuando entrevisté por primera vez a Paco, yo me acuerdo que salí de su casa y la cabeza me daba vueltas. Yo ya quería llegar a la redacción y comenzar a redactar esa entrevista, porque qué clase de revelaciones y la manera de ser y, creo, la forma que en ese momento, y te estoy hablando de algo que sucedió en el año 2005, fue muy estrecha, fue muy compenetrada, realmente sentí que estaba empleando como las técnicas que hasta ese momento había aprendido ya como entrevistador en función de crear una conversación que yo estoy convencido, hasta la fecha, le aportaba mucho, le aporta mucho a quienes la leen, al lector. O sea, sí te llevas una imagen muy completa del personaje y de sus obsesiones y de su opinión de ese momento a través de esa entrevista. Sí, yo recuerdo mucho esa de Paco y me quedo a la fecha muy contento con esa entrevista. Apareció en Emeequis, en la vieja Emeequis, por ahí de andar circulando todavía, pero bueno.
RLC: ¿Y la peor?
LL: A Belanova. Horrible, también para Emeequis, porque no tenía yo idea y llegué a la disquera y la entrevista abre con que le digo a uno de los integrantes el nombre del otro. “Arturo, cuéntame que no sé que…”, “no, yo no soy Arturo, yo soy Omar”, “oye, y a ti el teclado…” “No, es que yo no soy el que toca el teclado, yo traigo el bajo, pero él…” Todo horrible, esa es espantosa. Y otra que me recriminé, Ricardo, fue años después. Yo dije “qué bárbaro, qué desperdicio'' cuando tuve a Chambao, un grupo español como de rock gitano, sí, creo que es Chambao. Y tuve a la Mari, a la vocalista, que había tenido cáncer de mama y había sobrevivido. Había una historia tan poderosa y le hice una entrevista superficial que yo creo que a todo el mundo desilusionó, empezando por mí, y seguramente la entrevistada, que se debe haber quedado con la idea de “este hombre no sabía nada de mí”. Yo era un reportero que en ese momento cometió el grave error, que fui aprendiendo con el tiempo, de reportear muy mal al personaje con el que iba a platicar. Entonces me arrepiento de esa entrevista, pero la peor sí, yo creo que ahora que lo estoy pensando, es la de Belanova. Que entrevista más chafa, pobres Belanova, han de haber dicho “este cuate”. Te digo, ni los nombres me sabía entonces. Bueno, esa es la peor, la voy a cerrar ahí, la de Belanova, de entre varias chafillas que debo haber hecho, se lleva la medalla de oro.
RLC: ¿Cuál es tu fruta favorita?
LL: El mango. Creo que reúne lo mejor de todo. El contenido idóneo de azúcar, el color, la textura, hasta la forma me gusta, y me fascina que mis amigos europeos, como a todos les llama la atención cuando lo conocen. El mango, que es así una exotiquez. Es que es eso, es muy como de mi región. En el mango veo muchas cosas lindas de Latinoamérica.
RLC: Alguna vez Luis Felipe Fabre nos dijo como “México es pasar cuatro horas en el camión para llegar a tu trabajo, pero también poder salir y comprar un mango en las calles”. Es como esa contradicción.
LL: Qué bonito.
RLC: ¿Cuando compras un mango en la calle lo pides como natural o con chamoy o con tajín o cual es el mejunje correcto?
LL: Qué tremendo. En mi caso soy naturalito, yo regularmente así no soy… O sea, sí, soy chilero, pero más como mío en los restaurantes y eso, pero si pido algo en la calle, llámense chicharrones, cacahuates, mango, fruta, regularmente nomás limoncito, si acaso, pero pocas veces chile. ¿Por qué? Porque en este país, que es un ingrediente básico, pues ahora sí que pasa que tú le pides, así, sin chile o con poco chile y de todos modos le avientan, ¿sabes? Entonces a mí me gusta que mi mango sí me sepa a mango y entonces regularmente, si yo soy de sin chile, porque si le echan es de ya se perdió el sabor del mango, entonces soy muy fresa en eso, le echo muy poquito chile.
RLC: ¿Has notado que la Roma, la Condesa, la Juárez, la San Miguel Chapultepec se han llenado últimamente más de estadounidenses y europeos?
LL: Tengo que contarte, y qué bien, esto que me estás preguntando es bárbaro. Hace muy poco caí ya en la cuenta, ya la certeza absoluta, que la condesa se convirtió en algo como San Miguel de Allende, es un nuevo enclave estadounidense. Con europeos también, por supuesto, pero mucho estadounidense. Y ya es muy normal que cuando entro a esa zona escuche más, de verdad, ya me pasó, inglés que español, como en San Miguel de Allende, y la banda está en su derecho. Oye, si pueden pagar por vivir acá, ¿no? Pero tengo que decir, Ricardo, y está bueno poder conversar contigo, que me incomoda un poco. Está mal porque ¿por qué me tiene que incomodar que haya bandas de otros lugares?, pero algo sucede cuando estoy en restaurantes. Yo viví 13 años en La Condesa, cuando todavía era muy barrial y el restaurante al que yo iba normalmente ahora es… Bueno, la fonda a la que yo iba normalmente ahora es un restaurante vegano que ofrece varios… Y ya me tocó ir, lo hice por curiosidad, de entrar a ver cómo había quedado y que en las tres mesas ocupadas, sólo en la mía se hablaba español. Tenía yo cerca banda de empresas gringas o empleados o chavos que pueden pagar las rentas altísimas que ahora hay en esa zona de la ciudad y que también pueden consumir esos productos. Y me pasaba lo mismo que cuando fui al Festival de Escritores de San Miguel de Allende, que estaba yo rodeado de gringos. Entonces, reitero, en su derecho y qué gusto que estén en mi país gastándose su dinero, pero algo pasa en mi interior que me genera cierta incomodidad.
RLC: Te pregunto porque tuve esta conversación con mis amigos trabajadores del conocimiento, directores, productores como la gente que uno, si fueras a hacer una caricatura de la Condesa para el periódico, serían estos, los de los pelos parados y los tatuajes en los brazos que son los condeseros, y me dicen “es que hace mucho no vas a la condesa, pero si está llena, está llena, llena”. Y mi primera posición o mi primer pensamiento es decir ¿y qué tiene de malo? Pero creo que vivo como esta tensión rara.
LL: No, es que está bueno lo que tú dices, porque yo pienso lo mismo. ¿Y qué tiene de malo? Y es que me lo tengo que preguntar porque algo le estoy viendo de malo, porque te digo yo, hace poco estaba dando taller ahí en La Condesa, voy seguido a la librería de Rosario Castellanos, la emblema del Fondo de Cultura está en La Condesa, voy muy, muy, muy seguido y sí, me saca de onda escuchar tanto y tanto inglés, y eso digo, ¿qué debería tener de malo? Pero el punto es algo que a mí me inquieta, me deja como mal, ¿por qué? hay tanta banda ya hablando en inglés en esta zona de la ciudad en la que además yo viví 13 años y había la recaudería y salía yo al súper pero no estaba yo rodeado de tanto extranjero.
RLC: ¿Cuál dirías que es la característica esencial de eso que ahora estamos obligados a llamar la Ciudad de México?
LL: Pues mira que así de botepronto sigo estando de acuerdo con lo que decía Monsi. Monsiváis decía que lo que generaba el milagro, lo que hacía el milagro era el caos. Que no puede uno entender cómo la ciudad funciona. Ricardo, en México, sólo entrar a la gaveta en la que está el cableado de un edificio, dices ¿cómo es que hay luz en toda la ciudad? Si de repente una puerta entreabierta en una estación de metro convencional en la Ciudad de México te deja ver cómo van todas las conexiones, cómo están ahí los botes de la basura, todo el armado como de la estación. Ay, si esto es nada más en esto que se entreabrió y la estoy viendo, ¿cómo es la ciudad? ¿dónde están los conectores de la ciudad, la recolección de la basura, la cantidad de agua? Yo digo porque en el microcosmos de abrirle a los tinacos, checar cómo están las conexiones, mirar más o menos el microcosmos te da una noción, cuando lo piensas en macro dices nombre. La característica de la ciudad es el caos, pero de ese caos es del que esta ciudad obtiene su funcionalidad. Y eso a mí me maravilla. Una amiga europea lo definió muy bien, “a mí México me encanta porque todo es un desmadre y todo mundo hace como que no”.
RLC: Está muy bueno eso.
LL: Sí, y eso, ese caos. O sea, la gente se cruza por el… No se cruzan por las esquinas o no nos cruzamos por las esquinas, ya menos, porque muchas cosas han evolucionado, pero el transporte público muchas veces va lleno con gente colgando afuera. Te digo, las conexiones de la luz, la forma en la que llega el agua. Ese caos creo que es también el que le da personalidad, una característica única a la ciudad.
RLC: Para terminar, Lalo, ¿cuál es la banda sonora perfecta para viajar de Santa Fe a la Condesa, o de Santa Fe a la Ciudad Vieja?
LL: Ay, qué bonito. Uy, es que sabes… Mira, aquí me emociono porque otra de las partes hermosas de la Ciudad de México, del país en general, pero de la ciudad en particular, tiene que ver con la cantidad de autores que han hablado acerca de ella. Entonces me pones a pensar que un gran playlist armado, y pienso en una de las músicas que amo que es el rock, pienso que dice mucho del viaje a través de la ciudad, desde el Tri, Café Tacuba, mi adoradazo Jaime López, que es uno de los músicos a los que me refería cuando digo de quién me gustaría ser ghost writer, de Jaime y también de Joselo, cualquiera de ellos dos son músicos a los que admiro mucho. Pero bueno, escuchar Café Tacuba, escuchar a Jaime y llegar hasta Zoé y Porter, que en este momento Porter es la que, a mí me parece así, la mejor banda de rock del país, cuando ya estás entrando a la Condesa ya llegar a Porter, a Zoe, creo que implica un gran viaje a través de todas las personalidades de la ciudad que continúan vivas.
RLC: Eduardo Limón, qué privilegio, qué lujo, qué maravilla poder platicar contigo. Mil gracias.
LL: Al contrario Ricardo, qué honorazo. Muchas gracias y muchos saludos a todas, a todos quienes nos han escuchado y un abrazo muy fuerte para ti.