Daniel Krauze sobre escribir ficción, los ochenta y la clase alta mexicana
A finales de diciembre me conecté por zoom con el escritor y guionista Daniel Krauze. Hablamos sobre la clase alta mexicana, las características esenciales del México ochentero, la forma en que piensa que ser escritor se parece a ser dueño de una tlapalería y la grandeza del cine de Steven Spielberg.
Pueden escuchar la entrevista en Spotify, Apple, Stitcher, Pocketcasts, o leerla aquí abajo. Mejor escuchen la entrevista porque la transcripción viene de un software y puede tener errores.
RLC: Daniel Krauze, gracias por tu tiempo, gracias por participar en este experimento.
DK: Ricardo Encantado. Vamos a ver. Estoy nervioso. Vamos a ver qué pasa.
RLC: Qué bueno. Porque sí, es parte… Es importante que te sientas nervioso.
DK: Ok [risas].
RLC: Primera pregunta ¿Qué es lo que te atrae como escritor de la nostalgia? Porque en este clavado que me he echado en tus textos y en tu obra, preparándome para esta entrevista, diría que la nostalgia es como el hilo conductor de tu opus. Desde los cuentos de Fiebre, la vida entera del personaje cozumeleño de Tenebra, tus ensayos sobre los Pumas, el ensayo de la comida en el cine y Luis Miguel.
DK: En efecto. Es una muy buena pregunta. La pregunta no es tanto por qué me atrae como escritor sino por qué me atrae eso como persona. Y para responder eso tendría yo que estar en el diván de un psicoanalista. Soy una persona de un temperamento muy nostálgico y por motivos medio insondables de mi personalidad, y digo insondables porque no sé a qué se debe exactamente, y desde un punto de vista más práctico, yo te diría que también soy nostálgico, porque genuinamente creo que, y ahora, la verdad es que los últimos años lo creo más que nunca, que México se ha deteriorado. Yo antes, antes no estaba convencido, no lo creía 100 por ciento y ahora lo creo completamente. Yo creo que México se ha deteriorado mucho desde que yo era niño. Y creo que por eso hay cierta nostalgia… Bueno, en mí como persona, pero ciertamente, ciertamente en lo que escribo. Había cosas peores por supuesto, en los 80 y los 90 no, sin lugar a dudas. Pero creo que siendo objetivos, la verdad es que prefiero México en 1992 que México en el 2020. En todas las medidas. Y creo que también a eso e debe cierta nostalgia en en lo que escribo. Y sí, también cierta nostalgia personal.
RLC: Has escrito un montón sobre la clase media alta de la Ciudad de México. ¿Cómo dirías que la clase media alta, la clase alta del DF, es distinta a la de otros estados?
DK: No tengo ni la menor idea porque soy muy chilango-céntrico desgraciadamente. Eso no significa que no conozca regiomontanos o tapatíos y demás, pero no sabría decirte, Ricardo. No sé exactamente qué es lo que nos diferencia. Pero vaya si me interesa la clase media alta, en parte también porque siento que no sé escribir de nada, por más que intento, no sé escribir de nada más. Más que ese universo que conozco de manera muy íntima desde que soy chico.
RLC: ¿Te sientes como un whistleblower de la clase media alta?
DK: Sí, hasta cierto punto. Absolutamente.
RLC: ¿Qué piensas del concepto de culpa de clase en el contexto mexicano?
DK: [Risas] Híjole. Ok. Yo no siento culpa de clase, es decir, no es que yo esté expiando a través de mi literatura los pecados de la clase media, los pecados que yo mismo he cometido a lo largo de mi vida. Y tengo muchas anécdotas muy oprobiosas de mi adolescencia, sobre todo de mi adolescencia y de mi juventud temprana. Pero no es que yo esté expiando mis propios pecados, Ricardo. Es más bien que mucho de lo que escribo nace de un sentimiento como una indignación, de nostalgia, como mencionaste, pero también de indignación, de cosas que molestan y que solamente logró como exorcizar una vez que las que las pongo en el papel o en la pantalla, en este caso no… Pero vaya, no es un asunto como que donde yo me estoy como lacerando o no autoflagelando diciendo como un asunto de culpa de clase. En absoluto. Sino más bien como… Sobre todo en la adolescencia, te puedo decir que la adolescencia es cuando empecé a sentir que yo vivía en un ambiente que tenía cosas muy perversas y que nadie, o que no muchas otras personas notaban esa cosa siniestra y la única manera de que esas experiencias valieran la pena es escribiendo sobre ellas. Es decir, todo ese tiempo tirado a la basura en mi adolescencia, en antros y demás, la única manera que encontraba como una suerte de justificación era empezando a escribir sobre él en Cuervos, que fue mi primer libro.
RLC: Déjame reformular la pregunta porque yo siento mucha culpa de clase. Yo también tengo mis anécdotas oprobiosas y me siento terrible. Si pienso en, no sé, cuando yo tenía quince o dieciséis, las cosas que decía o hacía me parecen terribles. ¿Crees que a nuestros pares les haría bien tener un poco más de culpa de clase?
DK: Absolutamente. Absolutamente. En función literaria te diría que a mí lo que me impresiona mucho es que yo más que siento que mis libros, por lo menos Cuervos y Fallas de origen, más que provocar una suerte de epifanía sobre esta culpa de clase que podríamos querer suscitar yo siento que mis libros más bien lo que provocan de lo que he escuchado es más bien como orgullo de esta gente de clase media alta que los lee, ¿no? O un asunto como aspiracional, donde la gente ve a los personajes de Cuervos y dice “puta, quiero ser como ellos” o “quiero ser como los personajes más macabros de Fallas de origen”, que es muy raro ¿o no? Me parece rarísimo. Te lo voy a poner así: Yo creo que el lopezobradorismo ha sido un desastre, pero ha tenido una cosa positiva que siento que ha traído a la superficie ciertos temas de clasismo y de racismo en México, que no sé si con, no con López Obrador en específico, sino con el movimiento en sí no sé si los hubiéramos visto con esta claridad, ¿no? Como sociedad siento que por lo menos los temas están ahí en la mesa y se hablan. Yo recuerdo hasta hace no tan poco, pero digamos, hace como diez años usar la palabra “chacha” con gran frecuencia. Y no fue hasta hace digamos, diez, nueve años que empecé a pensar que es genuinamente despectivo decir eso. Y yo no sé si no se hubiera dado en mí ese cambio si no hubiera habido una conversación de clase sobre lo que es el clasismo en México, en la sociedad y en el círculo social en el que yo me muevo. Y sí creo que eso se ha dado en los últimos años. No sé si, no sé si me expliqué bien.
RLC: ¿En qué crees que acierta la caricatura del mirrrey en la caracterización del burgués mexicano?
DK: En muchísimo, muchisisisísimo. Tanto en mi trabajo en series de televisión como en mis libros, creo que yo he abonado a esa, a esa caricatura…
RLC: Pero no tanto, no tanto en un sentido en - como dirían los gringos - this is not prosecutorial.
DK: No, no, no, no, no, no, no, entiendo…
RLC: Lo que quiero saber es en qué crees que ha acertado… Yo extraño que exista el Mirrreybook, pero al mismo tiempo siento que qué bueno que ya no existe el Mirreybook y cuando veo en la calle a alguien con pantalones azules y un suéter rojo, lo primero que pienso es en el mirrrey bicolor.
DK: Claro.
RLC: ¿Pero entonces esta caricatura en qué crees que acierta?
DK: Mmmm. Es mucho, es mucho. Hace muchísimo que yo no salgo de antro ni nada, pero todavía cuando salía de antro y demás te topabas con la caricatura todo el tiempo. Es decir, me parece que los mirrreyes son de esos grupos en donde el cliché es cliché por algo. Yo genuinamente lo creo, Ricardo. Es decir, tú piensas “puta, qué exagerado el personaje de Nosotros los nobles” y luego hablas con mirrreyes y hablan exactamente como habla Luis Gerardo Méndez en esa película y hablan exactamente de las cosas que está hablando, ¿no? Es decir, yo creo que lo difícil a la hora de escribir sobre mirrreyes es alejarte hasta cierto punto de la caricatura y dibujarlos como personas tridimensionales. Porque sí son una caricatura. Y sí hablan como una caricatura. Son como los gringos springbreakeros de Cancún, que todos hablan igual. Vas a spring break en Cancún y es cierto que todos los gringos y las gringas están hablando igualito y dicen las mismas cosas y tienen el mismo pinche tono de voz del que se burla Louis CK. Y yo creo que en los mirrreyes también es cierto. Y yo lo veo incluso ahora. Digamos, yo tengo 38 años, mis amigos tienen más o menos mi edad, casi 40. Yo sigo notando muletillas y demás que son muy propias de mirrreyes, incluso en como hablo yo. “Neta”, “güey”, y no te lo quitas. Entonces la caricatura en el caso del mirrrey es por algo. El cliché es cliché por algo.
RLC: ¿En qué se equivoca?
DK: Mmmm. ¿En qué se equivoca? No en mucho, eh. No en mucho, la verdad. O sea, me voy a Nosotros los nobles, porque es el ejemplo… Me parece una película bien hecha y me parece que es el ejemplo más caricaturesco del mirrrey junto con Club de Cuervos. Yo he conocido a personas como Luis Gerardo Méndez todo el tiempo. Pero vaya a muchísimos, no a dos, no a tres, a 40, a 100. Yo creo que se equivoca en muy poco. De verdad, ¿no? Es decir, el mirrrey en general es clasista, le importa profundamente el dinero, “Acapulquito papá”. Es que sí son así. La verdad.
RLC: Desde un punto de vista antropológico, ¿cuál es el comportamiento más extraño de los políticos mexicanos? Te digo el mío. Para mí es el que siempre hacen las cosas por instrucciones del señor secretario, o del señor gobernador o del señor presidente. Entonces, si les preguntas cómo va lo de las vacunas, en vez de decirte que llegan mañana, te dicen que por instrucciones del señor presidente llegan mañana.
DK: Eso está muy bien visto. Sí, es una buena pregunta. Mira, a mi me gustaría ver a un político mexicano que trabajara genuinamente no para enriquecerse o para caerle bien al señor secretario o al señor presidente, sino trabajara genuinamente para el electorado, ¿no? Estados Unidos tiene un montón de políticos, sobre todo en el Partido Republicano, que son los seres más deleznables que te puedas imaginar. Y no es un puñado, son decenas. Y sin embargo, pues hay políticos, Alexandria Ocasio-Cortez, que dices bueno, esta persona es admirable o tiene cosas, tiene rasgos admirables, el propio Joe Biden. A mí en México me pasa que yo digo “puta, ¿quién?”. O sea, dime uno, dime uno, es que es impresionante. Esto de “todos tienen cola que le pisen” es absolutamente cierto… A mí lo que me impresiona más de la clase política mexicana es eso, como que yo siento. ¿Quién? ¿Quién se salva? Y no sólo eso. Quién es capaz de desmarcarse… Para mí es impresionante que López Gatell siga en el puesto que tiene, ¿me entiendes? Para mí es impresionante que no haya nadie dentro del gobierno, o que haya poquísimas personas dentro gobierno de López Obrador, que se hayan desmarcado y denunciado lo que está ocurriendo adentro. A mí eso es lo que me impresiona de la política mexicana, que es un trabajo que debe ser para la gente y en México la política lo último que parece importarle es ayudar al electorado. A mí eso es lo que me llama más la atención.
RLC: En el 2009 escribiste en tu blog “a ver qué tal está el Twitter” el día que abriste tu cuenta. 11 años después te pregunto, ¿qué tal te ha ido?
DK: Mal. A mí no me gusta Twitter para nada. Primero que nada tengo que aceptar, Ricardo, que yo soy un muy mal tuitero. Soy muy poco ingenioso. Creo que como te darás cuenta por mis respuestas que mi forma de pensar quizás no se adecúa a un formato breve, ¿no? Entonces yo soy, primero que nada, soy mal tuitero. Y segundo creo que Twitter ha empobrecido profundamente el debate. Nos ha radicalizado horrible. Yo siento y perdón que no se me ocurra un mejor símil, una mejor metáfora. Yo siento que cuando abro Twitter en la mañana, antes de desayunar, yo siento que es el equivalente a sacarme el cerebro del cráneo y meterlo al escusado. Yo siento que es exactamente eso. De veras. O antes de dormir estoy leyendo algo, y es una lectura difícil y lo que tú quieras. Y de repente digo “voy a checar Twitter cinco minutos”. Siempre siento que es bañarlo de mierda, en serio. No importa si están discutiendo temas importantes. Si estoy leyendo a gente a la que respeto, que sigo a mucha gente que respeto muchísimo en Twitter. Aún así, siento que la calidad, el debate, siempre es la puya, la provocación, el insulto. Siento que personas que platicarían en persona como estamos platicando tú y yo se agreden y se insultan en Twitter. Para acabar de decir esto en contra de Twitter, te diré esto: ¿Cuántas veces en Twitter has leído “tienes razón”? Esas dos palabras. Te juro que me sobran los dedos de la mano para contar las veces que he leído “tienes razón, Ricardo”, “tienes razón, Daniel”.
RLC: ¿Estás convencido que uno debe ir al mismo equipo de fútbol toda la vida? ¿No sería mejor ir cambiando conforme uno va creciendo y teniendo distintas opiniones y distintas formas de ver la vida?
DK: Absolutamente. Pero como dice la película El secreto de sus ojos eso no se elige. Yo te puedo apostar a que si mi hermano pudiera escoger no le iría al Cruz Azul. Pero nada que haga puede evitar que le vaya a la Cruz Azul. Yo nunca he conocido, por cierto, a alguien que en su vida adulta haya hecho la transición de un equipo a otro realmente con pasión. He conocido gente como yo que le ha dejado de ir un equipo. Yo era un puma, puma, puma, puma, puma total de ir al estadio… Es decir, yo casi lloro cuando ganamos en el 90-91. Luego, cuando volvimos a ganar fue al Guadalajara. Después de 12, 13 años. Me volví loco cuando vi esa final y yo le dejé de ir a los Pumas. Pero no sé si yo… No creo que yo podría empezarle a ir a un equipo diferente, más bien como que la pasión se diluye.
RLC: ¿Qué tendrían que hacer los reporteros deportivos para hacer mejores entrevistas a los futbolistas que acaban de terminar un partido?
DK: Puta… Qué buena pregunta. Yo no sé si es problema de eso o es problema de verdad, de los deportistas en México, ¿no? Los deportistas y los políticos en México tienen como un vocabulario que consiste de 15 palabras y puras respuestas de cajón, ¿no? Yo me eché algo al respecto. En algún momento escribí sobre eso, creo.
RLC: Si está en mi lista de preguntas es porque sí…
DK: Me parece que en México hay más periodistas deportivos elocuentes que futbolistas elocuentes. Sí, lo creo. De veras. O sea, hay muy pocas excepciones. ¿Cómo se llamaba este? Creo que un defensa. ¿Yasser Corona? Él era muy ingenioso en Twitter y elocuente en las entrevistas. Pero es la única persona que se me ocurre de verdad. Los demás dices “puta madre”.
RLC: También escribiste, y esta es mi siguiente pregunta, un texto en contra del uso de sinónimos en la crónica deportiva.
DK: Era una época donde yo me acuerdo que leía mucho… Todavía seguía el fútbol y demás. Ahora ya no, la verdad, pero seguía el fútbol, las ligas europeas y leía las secciones deportivas y leía las columnas. Y nada. Siento que hay esta cosa en la crónica deportiva de que… O sea, no sé porque parece que es elegante o sofisticado hacer esto que acabo de hacer. De hecho, decir esto justamente lo de “elegante y sofisticado”, ¿no? Entonces, en vez de decir, de encontrar, de usar un solo adjetivo y ponerlo y que sea un adjetivo que es el preciso, nos dicen: es el adjetivo correcto, preciso, indicado. ¿Por qué? Quédate con una. ¿Sabes qué pasa con los cronistas deportivos en México? Le tienen miedo al silencio, cabrón. Si tú ves una narración inglesa, británica, hay muchos más silencios y es mucho más agradable. Aquí como que siempre estás escuchando voces, ¿no? Y no te da ganas de decirles shh… déjame nomás escuchar como patear la pelota de un lado a otro. Esa es mi impresión.
RLC: ¿Cuál es el mejor argumento en favor de tomar cereal en vaso?
No entiendo porque alguien comería cereal con cuchara. No tiene sentido. De por sí comer sopa es tediosísimo… es una discusión que yo tengo con mi esposa todo el tiempo. La sopa es lo más tedioso. Solamente hay un alimento más tedioso que la sopa, que es la alcachofa. La alcachofa es terrible. O sea, la alcachofa es todo ese esfuerzo para, si pudieras juntar toda la carne de alcachofa, es de verdas un bocado. Son como dos Tylenols. No tiene sentido el esfuerzo que le ponemos a la alcachofa y la sopa es muy tediosa. Es muy aburrido comer sopa. Bueno, entiendo a la sopa como el primer platillo. Entonces hay un cierto ritual. Entonces entiendes que no te la sirvan en vaso, aunque también te la deberían servir en vaso, desde mi punto de vista. Pero el cereal no es un platillo elegante, ¿sabes? Un cereal cuesta poco. Es leche y estas hojuelas, como postrecito. ¿Por qué no te lo tomas en vaso y ya? La diferencia es que en plato un cereal te toma, no sé, 10 minutos acabártelo y en vaso en un minuto y medio ya te acabaste tu cereal y ya desayunaste. ¡Pum! Le arrebataste 9 minutos a tu día. Maravilloso.
RLC. Escribiste un ensayo en la revista HojaSanta para la que, full disclosure yo también escribo, sobre los diferentes orígenes de “dar atole con el dedo”. ¿Cual es el que más te convence a ti?
DK: Lo que más me gusta, creo que lo pongo ahí es que dar atole con el dedo implica que la persona no se puede alimentar por sí misma, es decir, hay algo indefenso e indefenso en la persona que recibe el alimento con el dedo, ¿no? Entonces eso presupone que quien está dando atole con el dedo en el fondo desprecia a quien le está dando el atole, lo cual creo que es cierto. Yo creo que cuando un gobernante está dando atole con el dedo en el fondo es porque desprecia la capacidad de reflexión y de comprensión del electorado.
RLC: ¿Qué hay que hacer si uno tiene tres días en Nueva York? Más allá de lo obvio.
DK: Chihuahuas. Hace mucho que no, que no voy…
RLC: Pero viviste en Nueva York. Más allá de ir a visitar la Estatua de la Libertad y chance ir al Lincoln Center.
DK: Comer, comer rico y comer y comer. Creo que últimamente, en los últimos años ha caído un poco, pero a mí me encantaba Peter Luger, que es un lugar de carne donde no aceptan tarjeta, tienes que pagar en efectivo y el menú son como 6 cosas y es carne para 1, carne para 2, carne para 3, carne para 4, tocino y rodajas de jitomate y punto. Eso es lo único que hay. La carne es maravillosa. Me acuerdo que Peter Luger me encantaba. Hay un restaurante que me fascina que esté en East Village, que se llama Sobaya, que son puros platillos de soba y de udon, no ramen. De ramen hay uno maravilloso que Ippudo que todo el mundo conoce entonces no estoy diciendo nada nuevo. Sobaya me encanta, creo que ha sido mi restaurante favorito en Nueva York desde hace como 20 años. Me encanta Russ & Daughters y Barney Greengrass. Mi padre le llama la comida de gueto. la comida como de delly, judía. Evidentemente Katz, pero Russ & Daughters y Barney Greengrass son más como de pescado, de arenque, de salmón… Es delicioso pensar en eso. Solamente pensar en eso ya me dio ganas de ir a Nueva York y darme un bagel. Es una lista incompleta y terrible, pero eso es lo que se me ocurre ahorita.
RLC: ¿Cuál es la ciudad más infravalorada como turista de Estados Unidos?
DK: Los Ángeles.
RLC: ¿Por qué?
DK: Siento que era dificilísimo turistear en Los Angeles cuando no había Uber. Hay metro y demás, pero es difícil moverte. Es una ciudad enorme, enorme, enorme, enorme. Es decir, si estás contando Santa Mónica y demás, pues es una ciudad gigantesca. Pero ya ahora que hay Uber te puedes mover y demás. Es una ciudad muy, muy variada… son cuadras y cuadras y cuadras de casas y casas y casas. Se siente todo igual y de repente llegas a un rinconcito que dices “ay, qué maravilla”, ¿no? Llegas a, yo que sé, este todo el mundo lo conoce, seguramente, pero Abbot Kinney, la callecita de por Venice Beach, que es maravillosa, toda esta zona es increíble. Silverlake es padrísimo. Los Feliz que los gringos dicen “Los filis”. Hay que manejar mucho para llegar a estos lugares muy padres, pero existen y la oferta culinaria es muy distinta a la oferta culinaria de Nueva York. Tiene mejor sushi que Nueva York, tiene mejor comida tailandesa que Nueva York. Viví un tiempo en Los Ángeles y le acabé agarrando mucho cariño.
RLC: ¿Se puede ser escritor si se piensa que el mundo y las personas que lo habitan son en general buenos?
DK: No.
RLC: Pero tú eres optimista.
DK: Tampoco particularmente.
RLC: Desempácame todo esto.
DK: Yo sí creo en eso que dijo un día Mario Vargas Llosa al Paris Review, donde decía “escribo porque soy infeliz”. Yo sí lo creo. En su podcast Bret Easton Ellis lo que le pregunta a todos los escritores y creadores es “qué trauma de tu infancia hizo que te volvieras escritor o creador”. Es decir, siempre o en muchos casos hay una especie de dolor primigenio o atávico que hace que nos queramos expresar escribiendo. Y si no hay esa pena atávica yo creo, entonces, Ricardo, que hay algo como de incomodidad que no se va en la manera en la que vemos el mundo. Ciertamente es mi caso. Yo siento que soy una persona con un temperamento básicamente alegre, pero eso no implica que yo sea optimista. Para nada. No, no soy optimista con respecto al mundo, no soy optimista con respecto a México. Tengo que ser optimista con respecto a la vida de mi hija, por ejemplo, porque si no me vuelvo loco, pero también como que estoy consciente de que probablemente va a sufrir mucho. Hay un pasaje así en Tenebra, donde un padre habla de su hija. Que va a sufrir y que el mundo es es básicamente cruel. Tampoco creo particularmente en la bondad del ser humano. No creo que la norma sea encontrar gente de buen corazón. No tengo un punto de vista como muy soleado de la humanidad.
RLC: ¿Cuál es tu relación con el judaísmo? Porque hay escritores, sobre todo comediantes estadounidenses, que no son religiosos, pero que se consideran culturalmente judíos. ¿Es así para ti?
DK: Absolutamente. Más que culturalmente te diría desde un punto de vista caracterológico. Yo no voy al templo. Yo no soy ortodoxo en absoluto. Yo no sé hablar hebreo. No fui a un colegio judío. Nada de eso. Y sin embargo, creo que soy profundamente judío porque mi personalidad es judía. Soy neurótico como un judío, soy ansioso como un judío, tengo las preocupaciones constantes que tiene un judío. Y cuando hablo con mi hermano mayor me doy cuenta de que él tiene eso también. Y yo creo que eso es una herencia cultural que va mucho más allá de si eres religioso o no. Es algo que está dentro de ti o de tus células, para bien y para mal. Tengo un apego tribal, pero también siento que es un poco una desgracia. Me gustaría no ser así de neurótico.
RLC: Creciste en clase media alta en México, padres intelectuales. ¿Cómo moldea tu temperamento crecer en una familia como la que creciste?
DK: Te puedo decir que yo siempre me sentí un pez fuera del agua. Pero es bueno esto, creo. Es decir, creo que es bueno sentirte como un pez fuera del agua, sentir que no perteneces. Porque por lo menos como escritor te permite ver el mundo con cierta distancia y nunca sentirte demasiado comodo. Quizás no es bueno para estar contento día con día, pero es bueno en función, es buen material literario.
RLC: ¿Cuál es la gran lección que tomas de tu padre?
DK: La disciplina laboral.
RLC: ¿De tu madre?
DK: La curiosidad absoluta por el mundo.
RLC: ¿Qué es la melomamonería?
DK: Ya no sé si existe, la verdad.
RLC: Yo creo que sí existe. O sea, yo hago mucha crítica musical. Le dedico mucho tiempo de mi vida a escuchar discos y leer Spin y NME y Rolling Stone,y creo que yo soy un melomamón, pero osea que creo que existe, pero pero, pero sabes qué ha pasado?
DK: Siento que también se ha fragmentado tanto… Me parece que antes había más como una suerte de consenso con respecto a los artistas que había que escuchar. Esto es muy, muy mal ejemplo, muy probablemente, pésimo ejemplo, pero no sé. O sea, me imagino que los críticos musicales le daban un buen una buena puntuación al primer disco de Bloc Party y la gente que no es melomamona también escuchaba Bloc Party o MGMT y había una cierta como interseccion, ¿sabes? Ahora creo que más bien está completamente fragmentado. Me meto religiosamente a ver la lista de las mejores canciones, de los mejores discos de Pitchfork y demás. Y yo conozco algunos, pero a muchísimos no los conozco. Mi esposa no conoce a ninguno o a dos, mis amigos conocen a tres que yo no conozco, o sea como que está tan fragmentado, que yo creo que ya no existe… ¿Qué es ser un snob en la música? Todo el mundo está escuchando bandas que la otra persona no conoce. No sé si me explico. Siento que eso que te acabo de decir es como las nuez del problema. Antes igual y el grueso de la gente estaba escuchando, como dije Bloc Party, MGMT, y había alguien que estaba escuchando una banda neozelandesa o sueca que nadie había oído y entonces ese era el melomamón o el esnob entre comillas, pero ahora pues todos somos medio esnobs, ¿no? Porque siento que todos estamos escuchando cosas que la otra persona no está oyendo. ¿No te pasa? Yo siento que si yo te digo las bandas que estoy escuchando ahorita en Spotify y dirías, bueno, igual y tú si sabes… Pero el grueso de la población no tiene la menor idea de quienes son. ¿Me hace eso un esnob? No. Nada más es que Spotify me lo recomendó o los descubrí y me empezaron a gustar. No sé si es buena respuesta a esa, pero eso es lo que creo.
RLC: ¿Cuál es el mejor disco de The National?
DK: High Violet.
RLC: Entre el 2015 y el 2019, más o menos, escribiste crítica de cine y televisión para El Financiero. ¿Qué es lo más difícil de tener que hacer una crítica semanal?
DK: No usar los mismos argumentos, no repetir la misma estructura a lo largo de tus reseñas, no volverte predecible. Pero más que todo eso, Ricardo, no escribir para gustar. Y yo no sé si logré hacer eso siempre. Lo que te digo de no escribir para gustar es, por ejemplo, ver una película que tú sabías que en el fondo a ti no te convencía, pero que a toda la gente y los otros críticos de cine que respeto les había gustado. Y entonces dices “puta, voy a escribir una reseña más o menos positiva de esa película, a pesar de que a mí no me convenció”. Serle fiel a tus convicciones es muy complicado, ¿no? A mí lo que me pasó es que se acabó la sección de Cultura en El Financiero, pero también que conforme empecé a trabajar en televisión sentí que mi objetividad, que de por sí estaba mermada por esto que te acabo de decir, estaba aún más mermada, porque dije “no puedo escribir ya de series de plataformas de streaming para las que trabajo, porque entonces voy a ser más benévolo con ciertas series o películas porque son de esta plataforma con la que yo estoy trabajando o desarrollando ciertas cosas”. Y entonces me di cuenta que ya no puedo. Alguna vez lo hablé con Mauricio González, que es un amigo mío, crítico de cine, y Mauricio me dijo “güey, olvídalo ya, tira la toalla”. O sea, no hay objetividad.
RLC: ¿Y cómo influye tu historia como crítico en tu trabajo como guionista?
DK: Influye nada más en el sentido que siento que ser crítico de cine y sobre todo haberme hecho amigo de gente que sabe mucho más de cine que yo, Mauricio, Fernando Solórzano, Luis Reséndiz y Alonso Ruvalcaba, por nombrar a cuatro personas en particular… Siento que me ayudaron a ver el cine de otra manera. Es decir, me ayudaron a aprender a apreciar cine que yo no apreciaba. A refinar, la verdad, refinar mi gusto cinematográfico. Y quiero creer, no estoy seguro, pero quiero creer que eso se traduce en lo que consumo, ahora, ya no como crítico sino como espectador y por lo tanto también hasta cierto punto en lo que escribo. Quiero creer.
RLC: ¿Cuál es la principal cualidad que hace que Steven Spielberg sea un gran director? La que lo diferencia de un buen director.
DK: Igual que Scorsese, hay un manejo del lenguaje cinematográfico increíblemente notable y fluido. Es decir, sus películas son el equivalente a ir subido en un Ferrari, en una carretera alemana que no tiene topes ni baches. Yo creo que Spielberg es un maestro como ningún otro del matiz humano, de darle dimensiones humanas a los personajes. Siempre que estoy hablando de esto me remito a para mí la mejor escena en el cine de Spielberg, que es este momento en Tiburón… Tiburón es una película sobre tres hombres que van a cazar a un pez. O sea, estoy poniendo cara de que, o sea, de eso trata Tiburón y es una obra maestra. Trata de tres hombres que salen en un barquito a cazar un pez y es una de las mejores películas de la historia. El motivo por el cual es una de las mejores películas de la historia es por cómo está filmada. Spielberg logra que te importe profundamente la pugna interna y familiar del Chief Brody y te importa su familia y te importa su relación con su esposa y con sus hijos y se siente real. Y eso me remite a la mejor escena que solamente Spielberg puede hacer, que es esa escena donde el Chief Brody está muy preocupado en su mesa y está haciendo gestos y su hijo menor lo empieza a imitar. Esta es una pinche película sobre cazar un tiburón asesino. Y esa escena te conmueve, puta madre. O sea, de verdad la ves y dices este güey es un genio y tenía 27 años. Yo diría que esa es la magia de Spielberg. Encuentra momentos humanos, conmovedores, reales, que una vez que empiezas a escribir en el medio audiovisual te das cuenta, Ricardo, que dificilísimo es dar con ellos. Y de repente escribes uno y lo ves ejecutado y te das cuenta que lo escribiste mal. Es genuinamente muy complicado.
RLC: ¿Por qué es tan difícil adaptar un libro a la pantalla?
DK: Mmm. ¿Qué libro? ¿Un libro de ficción o una novela?
RLC: Hagamos las dos. Una novela y un libro de no ficción. Por ejemplo, Moneyball o The Big Short, todos estos de Michael Lewis.
DK: Moneyball, qué adaptación increíble.
RLC: Y también The Big Short. Moneyball es una película de un güey con Excel.
DK: Cada vez me gusta más. Cada vez que la veo me gusta más Moneyball. La primera es que la vi, la critiqué y no me gustó nada. La he vuelto a ver y de verdad ahora es de mis diez películas favoritas gringas de 2010 a 2020. Pero bueno, te voy a decir cuál es la diferencia o la complicación. Yo te diría que los libros son en su mayoría narraciones como internas, te describen el interior de los personajes y el cine es completamente lo opuesto. Incluso cuando hay un narrador como Buenos Muchachos, un narrador en voz en off es, es, es lo que ves. No estás viendo la vida interna de los personajes, la vida interna, los personajes, tiene que quedar clara en acciones, mientras que los libros, por ejemplo los libros de Philip Roth, que son famosamente complicados de escribir, pues Roth se mete a la psique de los personajes hasta el fondo, fondo, fondo de la psique de sus personajes. Vamos a ponerlo así. Si yo pongo en un guión “Ricardo piensa en la muerte de su perro”. ¿Cómo pones eso en pantalla? Es imposible ponerlo en pantalla. Si yo pongo en un guión, en la acotación de acción, en un guión, es lo primero que te enseñan en guionismo, “Ricardo piensa en esa mañana que fue a jugar béisbol con su papá”, lo primero que te dice el director al leer el guión es ¿cómo quieres que filme esto? ¿Qué cara tiene que ponerle el actor que le de entender al espectador que está pensando cuando es imposible? Entonces, si me explico, hay una brecha, digamos, entre lo que es la literatura y el cine porque uno ocurre adentro y otro ocurre afuera.
RLC: ¿Y cómo sabes si una adaptación es buena habiendo leído un libro y viendo la película?
DK: Porque respeta cierta esencia del libro, pero al mismo tiempo cambia. A mí me molesta mucho la gente que dice “no me gustó la película porque no se parece a la novela”. Me molesta muchísimo eso. Muchísimo, porque si quieres leer la novela, lee la novela acabo. Es decir, una adaptación tiene que agarrar un libro, hacerlo pedacitos, comerselo y regurgitarlo. Una buena adaptación tiene que reinterpretar el material. Por eso hay tantas, por cierto, tantísimas buenas películas de malos libros. De verdad, y lo contrario pasa con muy poca frecuencia. Tiburón, por ejemplo, yo leí la novela, que es un best seller bastante chafa de Peter Benchley y Spielberg cambia el 50 por ciento del libro. Expande este personaje, le corta esto a éste, le cambia la edad, le da estas características. Toda una trama de la mafia la quita pum, pum, pum. Es decir, hay un elemento como de cortar la grasa y transformar completamente el material.
RLC: ¿Qué es lo más difícil de adaptar historias reales, por ejemplo la vida de Luis Miguel o la matanza del 68 a una serie de televisión?
DK: La vida, el día a día es mucho menos dramático que una serie. En el 99 por ciento de los casos. Es un asunto de aprender a darte licencias siéndole fiel… Lo que tienes que hacer es serle fiel a la esencia del personaje y a la escencia de lo que ocurrió y darte ciertas licencias. Y aprender de alguna manera a despegarte del material. Cuando yo escribo, no sé si esto tenga sentido, Ricardo, pero cuando yo escribo las palabras Luis Miguel en un documento de Final Draft yo no tengo a Luis Miguel en la cabeza, tengo a Diego Boneta haciendo de Luis Miguel en la cabeza. Es decir, te tienes que separar de alguna manera de la vida. Es un acto como de balance muy extraño donde tienes que serle fiel a ciertas cosas, pero al mismo tiempo que te separas de alguna manera del material original. No sé si eso es claro o no.
RLC: ¿Cuál es la característica esencial del México ochentero?
DK: Yo creo que era insular. Yo lo que más recuerdo de mi infancia, no sé lo que más recuerdo, por lo que recuerdo con gran claridad, mi infancia es la emoción cada vez que llegaba algo gringo a México. Yo era muy chiquito cuando llegó el primer MacDonalds, pero la emoción de que mi hermano fuera a San Antonio y me trajera Milky Ways y Snickers porque no había nada de eso. No había Skittles, había Crackups. No había McDonald's, había Burger Boy. No había Chuck E. Cheese, había Showbiz Pizza. Vivíamos como en una especie de remedo medio entrañable, medio triste, de Estados Unidos, pero al mismo tiempo aislados de la cultura gringa que ahora siento que nos ha colonizado completamente. Entonces también consumíamos cosas, no por fuerza mejores, pero más mexicanas. Había algo más auténtico, quizás. Cuando digo auténtico me refiero a puramente mexicano, más que mexicano mezclado con la influencia gringa. Eso es lo que creo.
RLC: ¿Cómo ha cambiado tu apreciación de Amores perros desde que se estrenó hace 20 años?
DK: Me sigue gustando muchísimo, muchísimo. Amores Perros es la película que me hizo darme cuenta de que yo quería de alguna manera estar involucrado en el cine. Yo la vi a los 18 años y hasta ese entonces había visto algunas películas mexicanas que me habían gustado. Por supuesto, Cronos, Sólo con tu pareja y demás, pero Amores perros la vi y dije “no puedo creer que alguien de mi país hizo esto - no, no, no, no, no puedo creerlo”. Y a mí me sigue pareciendo la mejor película de Alejandro González Iñárritu. Me sigue pareciendo un hito en la historia del cine mexicano y me parece que sus mejores momentos son deslumbrantes, deslumbrantes, deslumbrantes. Me parece que toda la primera, toda la trama de Gael, la de Octavio, es incólume, es perfecta. O sea, de verdad, creo que dramáticamente es perfecta y creo que la segunda cae un poco, pero tampoco me parece que cae de manera estrepitosa. Y me parece que la tercera, la del Chivo, tiene algunas cosas que podrían resultar un poco inverosímiles y sin embargo tiene momentos como... Lo estaba recordando hace dos días, como cuando el Koffi mata a todos los perros del Chivo, puta madre… Yo quiero que se me ocurra un día como guionista alguna cosa así, ¿no? Entonces sí creo que es un trabajo superlativo. Le tengo un respeto y un cariño profundísimo a Amores perros y a Tu mamá también, que también me parece una obra extraordinaria.
RLC: ¿Cuál es la mejor temporada de Mad Men?
DK: La 4 es la que tiene The Suitcase, creo y donde después se suicida Lane Pryce. Creo que es la 4, esa es la mejor.
RLC: Mi personaje favorito de Mad Men, bueno, no sé si es el tuyo, pero el mío es Lane Pryce.
DK: Lane Pryce es maravilloso, es un personaje que tiene un capítulo malo, uno. Que es cuando su papá viene a visitarlo de Inglaterra y lo agarra bastonazos. Ese es muy chafa y es como ridículo, pero no quiere ser ridículo. Pero la muerte de Lane es todo, ¿no? El coche, la oficina… Es un momento espeluznante.
RLC: ¿Qué opinas del cambio en las reglas de los Oscar que exige que las películas candidatas a mejor película cumplan con requisitos mínimos de inclusión de género y de diversidad racial?
DK: No sé. En principio te diría que esas cuotas no van a generar mejor cine. A ver, yo estoy completamente a favor de que La Sirenita sea afroamericana. Estoy completamente a favor de que universos fantásticos como Star Wars estén poblados por todo tipo de razas, por supuesto. Yo siento que esa representación sí importa. Yo creo que sí es muy padre para un chavo mexicano de ocho años ver Rogue One y ver a Diego Luna. O sea, creo que sí tiene algo padre, aspiracional, bonito. Sí lo tiene. Pero que éstas, digamos cuotas, se tengan que ver reflejadas hasta cierto punto detrás de cámaras, pero sobretodo, por ejemplo, no sé si yo te estoy haciendo… Si yo estoy haciendo Silence, de Martin Scorsese, y tú llegas y me dices que tiene que haber aquí un personaje latino. No se tiene que haber aquí un personaje colombiano o mexicano. Y yo te digo “oye, pero pues es que es Japón en mil setecientos quince, no! O sea, el único que había serán padrecitos portugueses y japoneses”. Creo que eso ya afecta, deteriora la obra, ¿sabes? A mí eso es lo que me preocupa un poco. Un poco. O sea, tampoco es algo que creas que me voy a dormir pensando qué cosa tan terrible. Ni mucho menos. En parte también, la verdad, porque a mí ese tipo de cuotas me ayudan, ¿no? Es decir, en la industria a la que trabajo, yo soy parte del de la cubeta de escritores latinx.
RLC: ¿Qué piensas? Nada más, como agarrando esa tangente, de nosotros como mexicanos blancos de clase media alta, con un montón de privilegios que aquí somos los opresores, pero que en Estados Unidos podemos contar como los oprimidos.
DK: Pues creo que dice mucho de la ignorancia de los gringos, que conocen poquísimo de México y del mundo latino, y eso lo puedes ver en la elección. Eso lo puedes ver en esta falacia monumental que hay del voto latino, como si un cubano fuera lo mismo que un mexicano. Eso implica nada más que los gringos a quienes los latinos les importamos un cacahuate, son incapaces de entender como las diferencias entre los mismos latinos y entre los mismos mexicanos. Hay cosas que los mexicanos a grandes rasgos tenemos en común entre nosotros. Hay cosas idiosincráticas que compartimos, sin duda. Ahora, mi experiencia vital es comparable a la de un migrante que cruzó el desierto. Bueno, cero. Nada. En absoluto. Y sin embargo, tienes razón. A mí me piden que trabaje en cosas que tienen que ver con migrantes y con indocumentados porque soy mexicano. Cuando mi experiencia vital está… Te puedo decir que la experiencia vital de un texano o de, vaya, de un cuate de Arizona que creció en Tucson, es probablemente mucho más cercana a eso, a pesar de que él es gringo que la mía, que soy mexicano pero soy chilango de clase media alta, no sé si me explico.
RLC: ¿En general crees que Rotten Tomatoes ha tenido un efecto positivo o negativo en la crítica de cine y televisión?
DK: Terrible, horrible, espantoso, horrible de verdad. Negativo. Porque entonces el crítico se vuelve un semáforo. A mí eso me desesperaba profundamente de escribir crítica. Para mí una gran reseña te da herramientas para interpretar una película, no así te haya gustado o no te haya gustado la película. El crítico le da las herramientas al lector para profundizar en su lectura de la película, pero me parece que Rotten Tomatoes y Metacritic y demás han convertido a la crítica en un asunto como de pulgares arriba, pulgares abajo todo el tiempo. Y eso se traduce a que los lectores te buscan en Twitter y te dicen “bueno, pero la recomiendas ¿o no?” Ese no es el punto de la crítica. Es la crítica reducida a su función más básica, elemental, primitiva. Y la verdad es que creo que ha sido profundamente negativo, ¿no? Pero más pernicioso para la labor del crítico ha sido la convivencia directa de críticos con creadores dentro de las redes sociales. Porque yo también creo que un crítico se empieza a autocensurar y se empieza a leer en función de sus pares. Si a ti no te gustó The Irishman, pero a todo el mundo le gustó, no te atreves a decir que no te gustó porque no quieres que te lluevan críticas de tus compañeros críticos. Y si por algún motivo el guionista está en Twitter, no quieres ofenderlo ni agredirlo porque no vaya a ser que te lo encuentras en un festival y entonces eres más cauto. Y lo que acaba pasando es que empieza a haber este fenómeno que que se ha hablado bastante… Películas extraordinarias de los 90, La tormenta de hielo, Silence of the Lambs, tienen puntuaciones medianas en Rotten Tomatoes. Tienen 82 por ciento, tienen 76 por ciento y ahora Capitán América 2 tiene 98, ¿sabes? Es ridículo. O sea, también como que ha abaratado al crítico que a todos se les regalan unas flores monumentales. Y hay menos disenso. Como que todos los críticos apoyan algo en masa y no hay voces que se separen de la manada por miedo a ser rechazados por el propio gremio. Yo así lo siento. O sea, siento que ese es el mayor reto de la crítica hoy en día.
RLC: ¿Y te tomas mejor la crítica ahora que eres guionista, habiendo sido crítico que tus otros guionistas del writers room? ¿Eres el mejor de todos los escritores que participan en las series para recibir crítica porque fuiste crítico?
DK: No, no, no, particularmente. Cuando dejé de ser crítico y me fui un poco como del otro… A ver, cabe recalcar que yo realmente siempre… Yo llevo trabajando de alguna manera intermitentemente en cine desde los 26, 27 años. Me empezaron a contratar para cosas que sí se producían a los 34 o a los 33, pero digamos yo siempre tuve un pie en ambos, en ambos bandos. Ahora que no soy crítico de cine y que además trabajo escribiendo series me he vuelto menos no respetuoso, porque respeto mucho la labor del crítico, pero me he vuelto menos… Por ejemplo el otro día vi a un crítico en New York Times que se llama Glenn Kenny, poner un tweet diciendo que el director de Dune, Dennis Villeneuve, creo que se llama, puso “es un hack”, que en español es bueno para nada, un impostor, un mediocre. Y yo pensé “¿qué pedo?”. O sea, de verdad me molestó, ¿no? Eres el crítico del New York Times y pones así un tweet que dice este güey es un hack. A mí no me encanta el cine de Dennis Villeneuve, pero vi hace poco Arrival y ese güey no es un hack y aunque fuera un hack, qué onda… O sea como que me he vuelto… No sé si es impaciente, Ricardo, pero hay algo donde siento que hoy soy menos indulgente con el crítico que con gusto y casi salivando ataca a los creadores y ataca a las series y ataca a las películas. No significa que esté contra las críticas negativas, pero sí como que me he vuelto mucho… Estoy más alerta a la mala leche.
RLC: Ok, te voy a hacer ahora para terminar unas preguntas sobre tu forma de trabajar. ¿Cómo escribes? ¿Escribes en tu Olivetti? ¿Escribes a mano en una Moleskine negra?
DK: Escribo en una PC. Yo no uso Mac. Escribo en una PC, que también utilizo para jugar videojuegos en línea.
RLC ¿Y cómo le haces para no pasar todo tu día jugando juegos en vez de escribiendo?
DK: Creo que soy bastante disciplinado. Me duermo tarde, me despierto relativamente tarde y trabajo hasta la hora de la comida. Me levanto y vuelvo a trabajar hasta queda la noche o más. Y solamente una vez que me paro de trabajar no vuelvo a sentarme en la computadora. Pues si no me da insomnio. Antes era al revés, trabajaba de noche y tenía insomnio horrible. Entonces lo que hago es que trabajo hasta las 7 de la noche y luego una vez que me levanto ya no vuelvo a tocar la computadora y ahí ya puedo ver series, puedo leer, puedo jugar, hacer lo que yo quiera.
RLC: ¿Cuando estás investigando una serie o una novela, cómo acomodas tu archivo? ¿Lo tienes en línea? ¿Tienes clips de periódicos?
DK: Tengo un archivero aquí a la izquierda donde tengo diferentes carpetas, donde voy guardando anotaciones que hago en hojas sueltas. Generalmente tengo libretas, ya sean MoleskineS o cuadernos que están dedicados a un proyecto en específico. Entonces por ejemplo tengo uno entero de Luis Miguel, tengo uno entero de Tenebra, con anotaciones que solamente yo puedo comprender, pues tengo muy fea letra además. Y luego lo que hago es que voy bajando las anotaciones, digamos, dejo que esas anotaciones en bruto se reposen y luego tengo archivos en mi computadora donde voy escogiendo las anotaciones que más me siguen llamando la atención. Y antes de escribir, lo que hago es que voy bajando todas esas en un documento y al escribirlas las voy pensando, las voy pensando. Y cuando siento que ya tengo las primeras imágenes, ahí me siento escribir un cuento o la novela. Pero es, digamos, es como una… Es una manera medio desmadrosa de recopilar lo que vas pensando, lo que ves, de lo que está ocurriendo y lo que vas investigando. Pero así me ha funcionado ya desde como desde Fallas de origen, ya como diez años.
RLC: ¿Y las guardas, esos cuadernos, esas notas o lo tiras cuando terminas un proyecto?
DK: Los guardo para mi biógrafo. No hay ningún motivo para guardarlo, Ricardo. Nadie, nunca, jamás va a hacer una biografía mía. Nadie nunca los va a leer, pero como que no me atrevo a guardarlos… Es esa vanidad de escritor de algún día, quién sabe qué a alguien le interese. No sé. Mi hija, ya sabes, cuando yo me muera, mi hija los va a leer y va a estar impresionada por la genialidad de su padre, yo qué se.
RLC: Le puedes donar tu archivo… Yo siempre pienso que me gustaría ser lo suficientemente importante como para que el director de comunicación en la Ibero me hable y me diga queremos tus notas y tus papeles para la biblioteca.
DK: Eso puedes, por supuesto. Claro, claro. Ese es, ese es el sueño. Es el sueño de los creadores narcisistas, por supuesto.
RLC: Pero no tienes un ritual. Es decir, tu escritura, la tomas como un trabajo disciplinado, formal. A estas horas escribo, a estas horas descanso, a estas horas duermo.
DK: Es como si tuviera yo una tlapalería, una tienda de abarrotes. Abrir tienda y sentarte frente a la computadora. A veces vienen clientes, a veces no. A veces tienes un buen día, a veces tienes un mal día. Escribir para televisión te enseña algo muy padre, que es que tienes que escribir. O sea, porque si no escribes el capítulo no está listo, no se filma, la producción se detiene. No es un asunto caprichoso que depende de tu estado ánimo de hoy llegó la inspiración, hoy sí voy a escribir. Pues no te puedes sentar y escribir aunque te salga pura mierda. Tienes que escribir porque tienes escribir y una vez que empiezas con ese sistema a veces te tardas 30 minutos en un solo párrafo y está saliendo horrible, pero no te levantas, ¿sabes? No existe. Eso es, no levantarte. Si te levantas es nomás para despejarte. Así salgo, veo a mi hija, la saludo, le doy un beso o platico con ella tantito con mi esposa, la la, la, la la agarro algo de comer o me hago un té y me vuelvo a sentar pero no me separo por más de 5 minutos. A veces el chiste es estar aquí donde estoy hablando contigo frente a la computadora.
RLC: Última pregunta. ¿Qué consejo práctico no, obvio le harías a alguien de diecisiete o dieciocho años que quiere tener una carrera similar a la tuya? No idéntica, pero similar.
DK: Hay consejos muy prácticos. Sin duda alguna te diría… Yo creo mucho, mucho Ricardo, en una en una cosa que leí en un en un libro muy interesante que leí este año, todavía en el 2020, que se llama Range, de un escritor que se llama David Epstein, donde el autor habla de cómo es una falacia esto de intentar criar a los hijos como Tiger Woods, de que les das un bastón de golf a los tres años y luego le pegan, le pegan, le pegan, le pegan y a los dieciocho ganan el PGA o se vuelven campeones de golf. Es decir, el libro te explica cómo en la vida, sobre todo hoy en día hay que probar diferentes cosas y eventualmente encontrarás lo que te gusta hacer. Yo lo que noto… Yo di clases en líbero durante un tiempo y yo notaba una cierta como desesperación de que “tengo 24 años y todavía no sé si quiero ser director, o quiero ser guionista, o quiero ser crítico o quiero ser publicista”. Yo te diría que la vida es mucho más larga ahora que antes y que te des tiempo de experimentar con toda tranquilidad. O sea, yo creo que uno puede de verdad, siempre y cuando esté ganando algo de dinero que le permita vivir… Puedes experimentar hasta los 45 o 50. Yo de veras lo creo. Entonces creo que hay una sensación, como de prisa, que el mundo moderno nos quiere imponer, que realmente no tiene ningún… O sea es un poco una locura. Esa es una y la otra es la más importante para ser un escritor. Que estés abierto a la crítica, que entiendas que cuando a alguien no le gusta lo que escribes no te está criticando a ti, está criticando algo que tú creaste, pero que no es una crítica personal y tienes que estar abierto a la crítica. Lo más importante, sobre todo como guionista de televisión, más que como novelista de verdad, es estar abierto a notas, a otros puntos de vista, a crítica. Y nunca, nunca, nunca, nunca tomártelos personales. Y mientras más rápido entiendas eso y más rápido te agarren a madrazos y más rápido te critiquen y más rápido te digan cosas que sientes que no puedes tolerar y sobrevivas después de que te dicen eso, mejor te va a ir.
RLC: Bien, Daniel Krauze, mil gracias por tu tiempo.
DK: Gracias Ricardo.